c a p í t u l o 28

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•Celine•

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•Celine•

Mi mirada se fija en un mismo punto, el que sea menos en él. No puedo verlo a los ojos sin saber lo que está pasando por su cabeza, sin saber si los sentimientos que llego a sentir nuevamente por mi siguen ahí o han desaparecido. Todo es tan confuso ahora.

Llevo puesta una de sus sudaderas que alcancé a tomar para cubrirme justo cuando decidimos que era hora de tener esta conversación. Ahora creo que no fue la mejor idea, pues su aroma llega a mis fosas nasales y tengo miedo de pensar que es lo más cerca que estaré de él. Aunque James se encuentre al otro lado de la mesita, siento como ha creado una barrera para protegerse de su pasado. De mi... probablemente.

Miro por la ventana, como si pudiera encontrar algo en el exterior que me ayude a encontrar las palabras necesarias para hablarle, pero no encuentro nada y no me atrevo a hacerlo. La mañana es fría, envuelvo mis manos alrededor de la taza y la llevo a mis labios. La bebida caliente pasa por mi garganta dándome una sensación agradable por unos segundos y me dedico a esperar, muy paciente, hasta que él esté listo para hablar.

— Cuéntame. —dice él, como si pudiera leer mi mente. Su voz suena como una súplica más que como una petición. Me atrevo a mirarlo y noto sus labios apretados y sus músculos tensos.

Tomo una gran bocanada de aire, y cuando comienzo a hablar no puedo evitar que mi voz suene temblorosa.

— Yo trabajaba como mesera en una cafetería, tú ibas al menos tres días a la semana. Así fue como nos conocimos.

No sé qué tan listo este para indagar en su pasado, pero es su vida, no puedo ser yo quien evite que sepa más de ella. Se merece las respuestas que busca y ahora mismo, sólo yo puedo dárselas, pues esos recuerdos tienen que ver conmigo. Él y yo, cuando todo era diferente. Y no es como si Steve estuviera cerca para ser él quien tomara mi lugar en esto.

Hablando de Steve... me va a matar.

— Sigue... —me pide en un susurro.

Vuelvo a tomar aire, ¿por qué es tan difícil?

— Nos hicimos amigos muy fácil, junto a Steve siempre íbamos a las ferias o nos gustaba organizar pequeños días de campo. Pero siempre te gustó bailar así que íbamos a un lugar que estaba a sólo unas calles.

— Steve. —dice, como si hablara consigo mismo, en todo este tiempo nunca se me ocurrió preguntarle si recordaba algo respecto a él.

— A los tres meses me pediste que fuera tu novia. —continúo— Yo vivía en un pequeño departamento, ustedes solían estar ahí casi todos los días, incluso dormían ahí. En algún momento fue como si fuera su casa también; navidad y todas las festividades las pasábamos juntos.

Y todos esos recuerdos pasan frente a mi como si hubiese regresado en el tiempo, un nudo se forma en mi garganta.

— Íbamos a casarnos. —dice, su voz suena débil.

𝐒𝐈𝐋𝐇𝐎𝐔𝐄𝐓𝐓𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora