c a p í t u l o 23

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— Pero hace apenas una semana que llegaste. —replica Wanda, sobre la cama de su amiga con sus piernas cruzadas.

— Lo sé.

— Y prometiste que haríamos esa receta que vimos en internet. —réplica de nuevo, con un puchero en sus labios.

— También lo sé. —dice Celine, cerrando su maleta al tener ya todo empacado. Ni siquiera había desempatado su última maleta, y eso le ahorraba tiempo— Y te lo compensaré tan pronto regrese.

Wanda cruzó los brazos, desanimada.
En un umbral de su habitación estaba el resto del equipo. Todos estaban más que acostumbrados a que unos tenían que partir por unos días, incluso semanas si así lo requería una misión, pero Wanda no tenía mucho en el equipo y apenas se estaba acostumbrando a los frecuentes viajes de su amiga.

— Te llevaré. —dijo Nat, y sin esperar respuesta se adelantó a alistar el auto y llevarla al aeropuerto.

Celine tomó su equipaje, asegurándose de que no se le olvidara nada. Se despidió de cada uno de ellos, como ya era su costumbre y antes de partir, Steve la apartó un poco del grupo.

— ¿Está bien que vayas tú sola? —preguntó, angustiado. Desde el primer viaje él se ofreció en acompañarla, algo que ella rechazó de inmediato. Era el responsable del equipo, por así decirlo, no podía dejarlos así porque si.

— Estaré bien. Tengo a Fury cuidándome la espalda todo el tiempo. —le tranquilizó, porque eso era cien por ciento cierto— Ustedes sigan buscando a Rumlow. Si me necesitan trataré de regresar tan pronto como pueda.

Steve negó.
Ya trabajaba demasiado, ellos podían encargarse sin problemas de su fugitivo.

— Sólo ten cuidado. —su voz poco a poco empezó a sonar débil— Y si ésta vez tienes éxito... si lo encuentras...

— Lo traeré de vuelta. —le aseguró. Ambos se estaban dando mutuo apoyo en ese momento, habían sido dos años difíciles— Te lo prometo.

— Ok, tengo que decirlo. Esta vez espero que me traigas un recuerdo. —dijo Tony, cruzando los brazos.

{...}

BERLÍN, ALEMANIA.

Los agentes iban y venían, andaban de un lado a otro como si nunca se detuvieran, podía verlos por los cristales que rodeaban la sala en la que se encontraba ahora. La mesa era gris u muy larga, al menos para veinte personas, las carpetas y archivos estaban apilados y unos cuantos desordenados en la superficie de ésta.

Al frente estaba una pantalla que abarcaba todo el muro. En ella se mostraba un mapa donde se marcaba con un punto rojo los países, ciudades, donde habían encontrado pistas o donde, según los informes, lo habían visto.

— Hay algunos informes que apuntan a Francia y otros a Suiza, la mayoría de ellos no son creíbles. Excepto este. —explicó Hill señalando el mapa, y seguido, entregándole una carpeta más.

El archivo contenía hojas de observaciones, fotos tomadas como si llevaran días siguiéndolo y una dirección.

— Es toda la información que hemos podido reunir. —dice Jason. Uno de los agentes que Fury logró reclutar hace un tiempo durante su estadía en Reino Unido— Incluye el último lugar donde fue visto y los sitios que suele frecuentar. El registro es de al menos dos semanas.

— ¿Bucarest? ¿Están seguros?

— Es una probabilidad de un noventa por ciento. Hasta ahora no hemos perdido el rastro. —dice Hill— Pero no hemos querido actuar hasta que tú llegarás.

𝐒𝐈𝐋𝐇𝐎𝐔𝐄𝐓𝐓𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora