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Algo en ese día le daba un mal presentimiento. Llevaba al menos diez minutos de pie frente a la ventana cómo si quisiera encontrar algo que le dijera que algo no estaba bien, como una señal. La mañana era fría y podía escuchar el ajetreo de la ciudad, pero eso no le ayudaba a descifrar el por qué de su presentimiento.
— ¿Todo bien? —pregunta Buck, acariciando sus brazos mientras mira en la misma dirección que ella.
— Eso creo. —dice, pero no muy convencida— ¿No sientes algo, no sé, extraño?
Bucky frunce ligeramente el ceño y por un momento parece pensativo, como si de verdad sintiera lo mismo que ella.
— ¿Cómo llevarte a la cama en este momento? —pregunta, un tanto inocente— Hace frío, podríamos quedarnos en la cama todo el día y...
La dulce risa de Celine es lo que detiene sus palabras, envuelve sus brazos alrededor de su cintura y reparte besos por su rostro.
— No hay nada de que preocuparse. Estamos a salvo aquí.
— No sabemos, nunca estamos seguros de eso. —insiste Celine— Quizás deberíamos volver a Nueva York, pero deberíamos irnos de aquí. Si Viktor Volkov nos encontró, lo harán los otros.
Hablaba tan rápido que por ratos era difícil entenderle, pero esos nervios no eran normales y a Bucky no le gustaban para nada.
— Hey, hey. ¿Por qué estás tan asustada? —indagó.
— Lo mismo quisiera saber. Sólo siento que algo no está bien.
La mira morderse los labios, y por un segundo la posibilidad de sincerarse con ella le cruza por la cabeza. La verdad es que él había sentido lo mismo hace unos días, así que por la madrugada cuando ella dormía profundamente, alistó un improvisado y ligero equipaje con todo lo necesario para huir si es que llegaba a ser necesario.
— ¿Por qué no salimos a tomar algo de aire? —sugirió— Sólo para despejarnos un poco. Tal vez no sea nada grave.
Celine se lo piensa por un momento. Cuando se es espía sabes que nunca estás a salvo, y que si logras estarlo cierto tiempo es que algo no está en orden. En algún momento llegará el ataque, y mientras muchos no lo esperan, ella se mantenía alerta todo el tiempo.
Pero quizo darle una oportunidad a su lado razonable y creer que sólo se estaba haciendo ideas equivocadas. Llevaba un mes en Bucarest junto a James, y habían estado en paz durante este tiempo, ¿qué podría salir mal ahora?
— Tienes razón. —terminó aceptando, desechando cualquier idea que le provocará más angustia— Salgamos de aquí por un rato.
Pero en ningún momento dejó de mirar a todos lados, de apretar su mano cada vez que alguien le parecía sospechoso o aferrarse a la navaja en su bolsillo cada vez que una persona los miraba de forma extraña. Sus años como una de las mejores agentes de S.H.I.E.L.D. le dejaron un sexto sentido bastante agudizado, el cual no siempre era bueno pero la mayoría de las veces era más que útil.