c a p í t u l o 5

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• C e l i n e •

Mi mirada se dirigió en automático a la puerta tan pronto escuché la campana sonar. Mis personas favoritas en el mundo agitaban su mano en mi dirección como saludo. Alisé mi falda junto con mi delantal blanco y antes de todo, me asegure que el Sr. Johnsson no necesitará nada por el momento. El adorable anciano, era un cliente frecuente. Cada martes y jueves a las tres de la tarde llegaba con sus sonoras risas y siempre ordenaba lo mismo: un café con miel y algunas galletas de avena.

— No te preocupes, linda. Estoy bien. —aseguró, achinando sus ojos al sonreír.

— Ya vuelvo. —le susurre a mi compañera y rodeé la barra para poder ir a la mesa donde ya me esperaban.

Siempre elegían el mismo lugar; la tercera mesa a la derecha justo en la ventana, porque les gustaba tener una buena vista de la calle ya conocida.

Llegué hasta ellos con dos menús en mis manos y una pequeña libreta donde apuntaba los pedidos.
James me miró de pies a cabeza y esbozó una sonrisa. Siempre me decía lo adorable que me veía en mi uniforme rosa a cuadros y mis tacones negros de charol. La falda era amplia así que tenía algo de sentido.
Pero era un instinto el sonrojarme, así que golpeé su hombro y él sólo sonrió en respuesta tomando mi mano para dejar un beso en ella.

— Mis clientes favoritos. —saludé a ambos— ¿Qué los trae por aquí hoy?

La sonrisa de James se borró cambiando a una mueca. El pequeño y flacucho Steve desvió la mirada, apretaba sus labios en señal de molestia.

— Nuestro pequeño Steve volvió a meterse en problemas. —dijo mi novio, con una mirada acusatoria.

— Lo tenía todo controlado. —refunfuñó el rubio.

— Por supuesto, grandulón.

No era la primera vez que algo así pasaba. Cada semana Steve aparecía con un ojo morado o con su labio roto, en el peor de los casos, su cuerpo estaba cubierto de golpes. Agradecía que esta vez no ocurrió nada de gravedad.
James siempre intervenía por él, en su mayoría justo a tiempo, pero él no siempre estaba cerca, y era cuando yo debía atender sus heridas en el departamento además de darle un buen sermón sobre el por qué debía mantenerse alejado de los problemas. Nunca me hacía caso.

Suspiré. Era consciente de que él no querría hablar de eso ahora, estaba molesto, irritado, y con el orgullo herido. No necesitaba un sermón. Por ahora.

— ¿Y tú estás bien? —pregunté, ganándome una mirada triunfadora de su parte.

— Siempre, muñeca.

Con un si era más que suficiente, pero bueno, él siempre sabe encontrar las palabras adecuadas.

— Yo sé que puede animarte. —dije, regresando al tono alegre que solía usar en situaciones así— Betty hizo unas deliciosas galletas de avena. Te traeré unas, ¿qué dices?

Mi mejor amigo dudo sobre si mirarme o no. James lo miraba expectante, pues conocía muy bien mi estrategia para subirle los ánimos.

— ¿Y pay de manzana? —indagó en voz baja. Sus ojos brillaron de vuelta y yo me sentí satisfecha.

— Lo traeré enseguida. —él asintió, posando sus brazos sobre la mesa sintiéndose más tranquilo— ¿Qué hay de ti, cariño? ¿Capuchino?

— Suena bien, linda. —respondió sonriente, dejando un corto beso sobre mis labios.

— Ya vuelvo.

{...}

• J a m e s •

Las personas a nuestro alrededor no dejaban de comentar la noticia que cubría la primera plana de los periódicos: Estados Unidos se había unido a la guerra. Y durante el transcurso del día, he perdido la cuenta de a cuantos hombres escuché decir que se enlistarían en el ejército. Steve era uno de ellos, y claro, yo era otro.

— ¿Cuándo piensas decirle? —atacó Steve con una mirada acusadora.

Me tomó por sorpresa. No era algo tan sencillo de hacer, no cuando sabía que se opondría totalmente a mi decisión.

— Pronto.

— Pronto, ok. —repitió— ¿Cuándo? ¿Cuándo ya estés en la guerra?

— ¡No! —alce la voz pero no tanto para que ella pudiera escucharme— Pero no es fácil. Cuando lo sepa nos querrá matar a los dos.

— Por lo menos dejaríamos de mentirle.

La miré nuevamente, sólo para comprobar si me sentía capaz de darle la noticia. "Me enlistaré en el ejército". Sonaba tan fácil.
Su hermosa y alegre sonrisa que iluminaba mi mundo de una forma tan especial. Me sentiría como una basura si se borrara tan pronto me escuchara decir esas palabras.

— Escucha Buck. —Steve volvió a llamar mi atención— Sé que será difícil. Celine es tan importante para mi como para ti. Pero si llega a saberlo de alguna otra forma, eso podría herirla más. Así que si no se lo dices tú, lo haré yo.

𝐒𝐈𝐋𝐇𝐎𝐔𝐄𝐓𝐓𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora