33. Declaración de guerra.

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Perdonen por no haber publicado nada desde hace un tiempo, necesitaba darle un brake a mi cabeza por varias razones, pero estoy de vuelta, no seré tan activa como antes, pero tengo un compromiso con ustedes y esta historia, así que no pienso irme hasta terminarla. Como sea, feliz navidad y año nuevo, espero no me odien y les guste este capítulo.


Moví mis hombros hacia delante y atrás, tratando de evitar que mis alas se desplegaran y emprendieran el vuelo por su cuenta, me hallaba sentada en una larga meza color escarlata con los integrantes del consejo delante de mi, todos discutían mientras yo solo me mantenía callada con mi cabeza posada en mi mano derecha. Solté un disimulado bostezo y cerré los ojos.

¿Cómo terminé aquí?

Me maldije internamente y fijé la mirada en Cris, quien se mantenía a mi lado fielmente con cara de aburrimiento y disgusto, solté una pequeña risita ganándome su atención, me golpeó con su codo susurrando un "no te rías, estás igual o peor que yo". Y si, tenía razón, aquella reunión me estaba quitando miles de años de vida. 

— ¡No podemos permitir que esta niña ponga a un traidor a cargo de el ejército infernal, es una maldita locura! — exclamó Caim perdiendo la calma, rodé los ojos cansada y me levanté de mi silla.

— Suficiente, tengo mejores cosas que hacer, — murmuré y comencé a caminar a la salida, Cris me siguió.

— ¿A dónde crees que vas María José?, no hemos terminado, — Caim trató de detenerme, escuché el suspiro de mi amigo a punto de perder la paciencia, sin voltearme, extendía mi mano hacia aquel viejo negro y apreté su cuello levantándolo del suelo.

— Recuerda tu posición cuervo, no tienes el mínimo derecho de levantarme la voz, maldito sirviente, — gruñí molesta quitándome la molesta capa negra que llevaba sobre mis hombros, ya saben, "formalidades".

Le solté y seguí mi camino, estiré mis brazos y moví mi cuello de un lado a otro, en serio detestaba estas reuniones de control.

— ¿A dónde vamos? — cuestionó Cris posicionándose a mi lado.

— Al clan, tengo que resolver algunas cosas.

Sin decir nada más ambos salimos del infierno para ir directamente a nuestro destino, al tocar tierra solté un largo y pesado suspiro. Caminé entre los vampiros que corrían de un lado a otro preparando armamento y provisiones. Al entrar a la casa, levité unos centímetros sobre el suelo y me dirigí a mi cuarto.

— ¿De qué cosas te tienes que encargar? — interrogó mi amigo detrás de mi, antes de responder, saqué un frasco con el alma de un elfo encerrada en el.

Hice una pequeña mueca de desagrado antes de abrir el frasco y absorber todo el contenido, cerré mis ojos un momento por respeto al alma.

— Como puedes ver, no puedo consumir nada sin que me sienta mal por ello, así que necesito deshacerme de mis sentimientos temporalmente, no puedo empatizar con el enemigo, mucho menos en la guerra, así que, ya lo sabes, — comenté mientras bebía el contenido de un pequeño frasco, el cuál evitaba que mi cuerpo se curara al instante.

Dibujé unos pequeños símbolos a lo largo de mi cuerpo rasgando la piel, y para terminé, corté la palma de mi mano y la sangre que chorreaba la salpiqué sobre un círculo de tiza que había dibujado en el suelo desde que Sam me entregó el clan.

— ¿Qué haces?

— Te lo dije, arranco mis sentimientos temporalmente. — me senté en el centro del círculo manchando mi ropa con mi sangre y recité unas palabras en idioma demoniaco. 

Hija del Infierno - TERMINADA - Donde viven las historias. Descúbrelo ahora