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Desde el momento que Konan le dijo que estaba embarazado, Itachi supo que no habría manera de sacar a Shisui de su vida.
Había asesinado a su clan, y en aquel momento creyó que Shisui estaría fuera de su vida para siempre, que no volverían a ser lo que fueron durante tantos años. Aquello estaba bien, dolía, pero sabía que todo era por el bien de sus seres queridos.
Shizu había llegado para recordarle que nunca se podía desatar de aquel lazo de amor, de aquellos recuerdos que aún le hacía acelerar el corazón. Shisui siempre estaría en su vida, sin importar que.
Casi como un castigo, su hija había heredado todos los rasgos físicos de Shisui, y aunque Itachi se alegraba de tener una hija tan hermosa, también era una carga emocional que se había obligado a cargar.
Había días en los que él realmente echaba de menos su vida en Konoha, deseaba poder volver a despertar entre los brazos de Shisui. Pero eran eso, solo sueños, la realidad lo golpeaba cuando en reemplazo de aquellos fuertes brazos, se encontraba con un par de ojos negros que lo miraban atentamente.
Su hija, su niña.
Todos los días se repetía a sí mismo que debía seguir, que tenía una niña a la cual cuidar, y era algo que se había vuelto normal. Él era consciente de que Shisui no era aporte de su vida, y que jamás sería parte de la de su hija.
Konoha les había arrebatado aquello.
Y aunque en los momentos felices de su hija no parecía necesitar a Shisui, él sabía que aquel momento llegaría algún día. Shizu no estaría encerrada en la guardia toda su vida, y en algún punto descubriría que tenía otro padre. Le aterraba, el simple hecho de pensarlo, le ponía los nervios al máximo.
Tras el nacimiento de su hija, le había hecho prometer a Konan que siempre la cuidarían, en caso de que él llegase a perder la vida en una de sus misiones. La peli morada había aceptado, aunque Konan siempre había sido la más insistente para que buscara a Shisui, él sabía que ella nunca entregaría a Shizu a Konoha, si es que a él le llegase a suceder algo.
Pero las cosas habían cambiado mucho, la situación no era la misma que cuando Shizu tenía tres meses, ahora era una niña de casi cuatro años, y Shisui había aparecido repentinamente en sus vidas.
Itachi nunca esperó que aquello sucediera, el Uchiha mayor había estado desaparecido de sus vidas en los últimos años, era un misterio, para Itachi, lo que había sucedido con la vida de Shisui en los últimos años. Era por ello, que nunca se imaginó que regresaría a sus vidas, y menos de aquella manera.