Para Itachi no había sido fácil ser padre, y menos en la situación en la que se encontraba cuando se enteró que su pequeña hija venía en camino.Mentiría si diría que la felicidad había sido completa. Si, él amaba a su pequeña niña, era lo más importante en su vida, pero hubiera querido que Shisui estuviera a su lado durante los mejores años de su vida.
Sin embargo, él agradecía haber contado con la ayuda de Akatsuki, y se había resignado a que Shisui no estaría nunca más en su vida.
A diferencia de lo que cualquiera en el mundo ninja podía pensar, criar un bebé entre desertores buscados a nivel mundial no era nada difícil. Si a Itachi le preguntaran, él diría que su hija estaba creciendo con más valores al estar rodeada por los miembros de Akatsuki, de los que habría obtenido si hubiera crecido en Konoha.
No se arrepentía de nada, su proceso de embarazo, y la crianza de su hija habían sido la mejor etapa de su vida, y estar rodeado de tanto amor le había cambiado la vida.
Shizu tenía casi tres años, y no recordaba ni un solo momento en el que su hija no hubiera sido feliz. Era una niña llena de amor, buenas costumbres, y una buena educación. Si, puede que Shizu nunca hubiera interactuado con otros niños de su edad, y que quizás no había vivido muchas de las cosas que un niño de esa edad debería haber vivido, pero era feliz.
Y eso era lo único que le importaba a Itachi. Quería que su hija fuera feliz, y que nadie le arrebatara su felicidad, como habían hecho con él.
Sus compañeros habían cumplido un gran papel en la vida de la pequeña Uchiha. Todos habían dado todo de si para que la vida de Shizu fuera mejor, siendo de demasiada ayuda para Itachi.
Ellos se habían convertido en una familia, incluso su hija los llamaba tíos, aunque su único tío de sangre era Sasuke, ella no sabía nada de ese tipo de cosas. Itachi no había tratado de explicarle su relación con los miembros de Akatsuki, él era consciente de que los vínculos no solo son de sangre, son de sentimientos, y su pequeña niña amaba a cada miembro de aquella organización.
Shizu no distinguía entre los rasgos familiares, ella solo sabía que tenía ocho tíos que la amaban, y que ella amaba mucho. Nunca terminaría de agradecerles.
—Papi, tía Konan dice que la cena ya está lista. — la dueña de aquellos largos cabellos dijo entrando a la habitación.
Itachi la miró encantado, permitiéndose analizar rápidamente a su hija. Era preciosa.
Cada día se parecía más a Shisui, e Itachi debía confesa que aparte de un recordatorio doloroso, ella era la representación de lo mucho que había amado a Shisui.