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[Aclaración: todo esto es ficticio y a fines de entretenimiento de este libro, no intento expresar ninguna afinidad política ni nada]

【Año 2003】

-¡¿Que quieres hacer qué?! -.

La formoseña miraba incrédula al hombre que tenía enfrente, tratando de entender lo que le acababa de decir.

-No entiendo porqué la alteración, señorita Formosa - respondió tranquilamente el otro, aún sentado en su escritorio.

-¡Estás pidiendo una reforma de nuestra constitución! -.

En frente de ella se encontraba una copia del proyecto de ley para dicha reforma. Aquel estipulaba la aprobación de la reelección indefinida de tanto gobernador y como vicegobernador, quitando toda restricción temporal.

-¡No puedes hacer eso! - dijo la provincia, preocupada por las consecuencias que podría atraer algo así - La constitución nacional.. -

-¿La constitución nacional? Oh vamos, Formosa... ¿Realmente vas a seguir guiándote por lo que dice tu padre? - dijo frunciendo el cejo en reproche y negó con desaprobación - Eres una provincia, y como tal, tienes tu propia Constitución. Una reforma como esta se puede realizar sin ningún problema -.

La chica no pudo evitar bajar la mirada al sentirse regañada; aunque haya pasado por varios gobiernos previos, la formoseña a veces se sentía algo incompetente para manejar las situaciones con sus gobernadores. A lo largo de su historia, pocos han sido los que la han escuchado y tomado en cuenta para el manejo de la provincia y su gente.

Tampoco ayudaba que nunca pudiera contar con el apoyo de sus hermanos al respecto, cada uno lidiando con sus propios problemas, y el gobierno central ignorandolos la mayor parte del tiempo.

-¿Realmente piensas que la cámara vaya aceptar el proyecto así?- preguntó volviendo a levantar la vista para verlo con una expresión seria, no queriendo dejarse intimidar de nuevo.

-Claro que sí, confía en mí - respondió sin duda alguna, y eso hizo que la formoseña temiera por dentro - Esto será a beneficio tuyo y de todos los formoseños - aseguró con una sonrisa que intentaba mostrarse cálida, pero la chica la reconocía como lo que era, una máscara falsa.

-¿Y cómo puedo estar segura de eso? -.

-Tienes mi palabra - la chica trató de no reír ante eso.

-No puedo confiar solamente en eso - respondió, cruzandose de brazos.

-¿Qué otra opción tienes? - replicó el otro con cierta gracia, sonriendo casi con burla - A nadie le interesa lo que pase aquí de todas formas -.

A nadie le interesa lo que pase contigo.

Formosa apretó los puños con fuerza y trató de mantener la calma, a pesar de que deseaba con fuerzas poder borrar la sonrisa de superioridad de aquel hombre.

No, no iba a permitir que eso sucediera. No iba a dejar que se saliera con la suya.

Pediría ayuda a sus hermanos, a su padre si era necesario. Iba a parar esta locura.




Buenos Aires nunca contestó. Ni Argentina. Ni nadie.

La masacre de Avellaneda se llevó el foco de todo el país y nadie se enteró de lo que había sucedido en la pequeña provincia del norte.

Formosa vió como sus diputados votaron a favor y la ley fue aprobada, tal y como su gobernador había predicho.

No entiendo por qué sigues intentándolo, siempre termina en lo mismo.


Aquel Octubre, Formosa no pudo evitar derramar unas lágrimas, al ver asumir a su gobernador por tercera vez.

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Formosa, la argenta medio paraguayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora