~ 45 ~

89 10 15
                                    

【Punto de Quiebre】

Formosa bajó del taxi que la había traído desde el aeropuerto y vio como la casa aún estaba con todas las luces de adentro apagadas, a pesar de que ya eran casi las nueve de la noche. Al parecer iba a ser uno de esos días en que sus hermanos y su padre volverían tarde. Soltando un largo suspiro, la chica sacó su copia de la llave y entró, prendiendo las luces en su camino y fue a tomar asiento en el sofá de la sala, dejando a su lado el pequeño bolso que había traído consigo. Todo estaba en silencio, y aunque en otras circunstancias hubiera agradecido el raro momento de paz en aquella casa, la discusión que había tenido con su mejor amigo ese mismo día aún rondaba por su cabeza y le hubiera gustado poder distraerse con algo.

No quería volver a agarrar su celular por temor a tener que enfrentarse con todos los mensajes que sabía que Ñeembucú le había mandado. No estaba lista para esa conversación, porque sabía cómo podía ser su viejo amigo y lo mucho que éste la conocía, mucho más que ella misma a veces. Y Formosa no quería que viera lo que intentaba ocultar. Porque si alguien más lo veía, significaría que eso existía y ya no podría ignorarlo más.

Pero no debía preocuparse, todo iba a estar bien.

No es cierto.

Claro que sí, Ñee se olvidará de todo lo que pasó y volverán a estar bien.

¿Segura?

-Sí - murmuró a la nada, recostandose contra el respaldo del sofá y cerrando los ojos.

Sólo tenía que darle algo de tiempo y luego, estaba segura que Ñee se olvidaría del asunto. Después de todo...

Todos se olvidan de tus problemas.

-Todos se olvidan de mis problemas... -.

A nadie le importas realmente.

Formosa abrió de nuevo los ojos, viendo el techo todo borroso.

-A nadie... -

El sonido de la puerta principal la asustó por un instante, y se levantó rápidamente del sofá, limpiándose las lágrimas antes de que alguien la pudiera ver.

CABA apareció cargando un portafolio y aun vestido de traje, aunque se notaba que ya se había desecho de la corbata, llevándola toda arrugada en su mano. Tan pronto como el chico vio a la formoseña ahí en la sala rodó los ojos, haciendo una mueca de pocos amigos.

-¿Por qué no me sorprende? - dijo tirando sus cosas a un lado del sofá y tomando asiento en uno de los sillones individuales, parecía realmente exhausto.

-Chabón, un hola ¿mínimo? - dijo algo molesta la chica, cruzándose de brazos - Los vengo a visitar ¿y así me recibís? -.

-Nadie te invitó en primer lugar - respondió la capital sin prestarle mucha atención, y por eso no pudo ver el dolor que apareció en el rostro de la menor por unos segundos antes de ser cubierto por enojo.

-Porteño maleducado - gruñó entre dientes, volviendo a tomar asiento y cruzándose de brazos. - ¿Y Papá y Baires? - preguntó al notar que los otros dos parecían no haber vuelto con la capital.

-Están terminando unos asuntos con los ministros de economía y de salud - dijo masajeandose las sienes y miró a la norteña con una sonrisa burlona - No es que vos llegues a entender algo de eso, dado que nunca haces una mierda -.

-Andate a la reverenda concha de la lora, CABA - exclamó la chica, cansada y molesta por los constantes palos que siempre recibía por parte del porteño.

Formosa, la argenta medio paraguayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora