Capítulo 8

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Su llanto paró a los pocos minutos, aún así estuvieron abrazados un poco más de tiempo, ella intentando salir de esa bruma de dolor ocasionada por sus oscuros recuerdos, él intentando pensar en qué hacer, era la primera vez que se encontraba en esa situación, ni siquiera con su difunta esposa había tenido una situación parecida, sí la había visto llorar un par de veces, pero nunca le importó, le era indiferente, y sin embargo, con la joven había sido diferente, no aguantó ver el dolor reflejado en sus ojos, porque no solo había tristeza en esos ojos y esas lágrimas, sino uno de los peores dolores que podían existir, el dolor que provoca saber que tu familia no te quiere.

Al final se acabaron separando, aunque ninguno de los dos quería hacerlo realmente, ambos sintieron un vacío al dejar de estar en los brazos del otro, pero no dijeron nada, no era posible lo que sus corazones les decían, solo era el sentimiento del momento, se decían a sí mismos para no sucumbir al impulso de volver a abrazarse, no debían, todo se reducía a eso, no debían, él era el rey, un híbrido muy poderoso e inmortal, y ella solo era la institutriz de la princesa, una humana poco común con un pasado que podría destruirla.

-Siento mucho lo de antes, gracias por el abrazo - dijo Anita completamente avergonzada y apenada.

-No ha sido nada - Saimon no sabía qué más decir, él también estaba avergonzado por su acción tan impulsiva - ¿alguna idea para acercarme a mi hija?

Anita mostró una débil, pero sincera, sonrisa, aún estaba triste, con los recuerdos y los sentimientos a flor de piel, por eso agradecía el cambio de tema, y aún más que fuera para hablar de su pequeña Sere, se esforzaría en idear los mejores planes para que el rey y su hija pudieran pasar buenos ratos juntos, era consciente que el híbrido no tenía mucho tiempo libre, así que pensó en actividades de un cuarto de hora o media hora como máximo, así podrían estar juntos un rato, y Saimon no necesitaría meter horas extras por la noche, no creía que fuera bueno para su salud.

Por su parte, Serena hablaba con Cailen para planear encuentros entre ellos dos y que estuvieran solos, o al menos que estuvieran juntos y se relacionasen. Una idea de la pequeña fue fingir su desaparición, pero rápidamente su tío la descartó al saber que su padre sería capaz de matar a todos en el castillo por haber perdido a su hija, empezando por Anita, y dado que su intención era juntarlos y no que él la matara, esa idea no servía, por lo que se pusieron a pensar otros planes.

-¿Y si los encerramos en una habitación? - preguntó Cailen a su sobrina después de unos minutos.

-No, papá tiraría la puerta abajo - dijo la pequeña con una mueca, no se le ocurría nada que pudiera funcionar.

-No si es una puerta reforzada, él creó una sala de seguridad en el castillo por si algún día había un ataque, tú pudieras estar segura ahí.

-¿Y cómo conseguimos que entren los dos?

-Bueno, ahora no solo tú estarías en grave peligro, también Anita, ella no es híbrida como el resto, no podría huir, sí o sí tendría que ir contigo a esa sala.

-Sigo sin ver cómo podríamos hacer para que estuvieran ellos dos solos ahí.

-A eso llego, puedo decirle a Saimon que os enseñe la sala, ya que no la conocéis y en un futuro podrías necesitarla - más con los últimos ataques que está habiendo, pensó, más no dijo nada - yo pongo cualquier escusa para no acompañaros, y cuando estéis ahí, vas y los encierras.

-No es mala idea - dijo Serena sonriendo, ya tenían un plan, uno que podría funcionar.

Siguieron pensando planes durante un rato, aunque ninguno les convenció tanto como la idea de encerrarlos en la sala segura, claro estaba, con una cesta con comida y bebida, así podrían estar cómodos en su encierro durante unas horas, en las cuales esperaban que pudieran acercarse, aunque eran conscientes de que su plan podría fallar y ocurrir todo lo contrario, más la princesa tenía la convicción de que no sería así, los había visto juntos, hacían una linda pareja a sus ojos, se aferraría a esa esperanza.

Al final tuvieron que dejarlo, ya hacía un buen rato desde que ambos estaban en el despacho, no pasaría mucho tiempo antes de que salieran, y era mejor no arriesgar, ya verían cómo volver a reunirse para ultimar los detalles del plan y hacer otros por si este no funcionaba, una cosa estaba clara, ninguno de los dos iba a rendirse. Después de un acuerdo, el cual no le gustaba a Serena, quedaron en llevar a cabo el plan unos días más adelante, las cosas no estaban muy bien como para que Saimon faltara toda una tarde, aunque no dió muchos detalles sobre el tema, por no decir que no dió ninguna explicación sobre su decisión.

La tarde transcurrió con normalidad, Anita siguió esforzándose por aprender todo lo necesario para dar clases a la princesa, la cual disfrutaba de la situación, aunque su mente no se encontrara con ella la mayoría del tiempo, no lo necesitaba, por el momento sabía más que su institutriz, lo cual le permitía seguir planeando estrategias para juntarla con su padre, pero prestaba la suficiente atención a su intento de enseñarla como para saber de lo que hablaba y ayudarla a mejorar, le divertía esa situación, más parecía ella la maestra que la misma joven.

Saimon por su parte se encontraba en el despacho con Cailen, ambos diseñando estrategias de combate e ideas para reforzar la seguridad, ya habían recibido varias amenazas, a parte del ataque en la frontera, bien sabía que eso solo había sido un aviso, que la auténtica batalla estaba por iniciar, y no por nada era el rey, además de ser el híbrido más fuerte del planeta, no pensaba perder, es más, no podía perder, no solo su posición como rey estaba en juego, sino su pequeña hija también, hacía más de 30 años que Lonburt no intentaba hacer nada en su contra, y estaba seguro que esa supuesta arma tendría que ver con ese levantamiento.

Ya no era solo ese hombre y un par de seguidores, en esas décadas había incrementado enormemente el número de miembros en su causa, híbridos tan estúpidos como para osar levantarse contra él solo porque Lonburt afirmaba tener un arma capaz de derrotarlo, era absurdo, pero en cierta forma agradecía la situación, después de la guerra que se avecinaba, sabría quién le era fiel, y quién no, aunque hubiera preferido que todo eso ocurriera antes del nacimiento de su pequeña, pero eso no tenía solución, solo quedaba protegerla.

Estuvieron reforzando la seguridad hasta altas horas de la noche, después se fueron a dormir, aunque Saimon no pudo dormir mucho esa noche, las pesadillas le atacaron sin piedad, pesadillas en las cuales veía a su princesita llorando, asustada, herida, al borde de la muerte, y siempre estaba el mismo hombre, aquel al que debió matar hacía demasiado tiempo, y también una bruja, que repetía una y otra vez la frase que parecía querer marcar su destino.

-De entre tu descendencia, se encontrará el arma que tanto deseas, un ser con un poder mayor del que puedas imaginar.

Esa frase resonaba una y otra vez en su cabeza, y la figura de alguien, probablemente un hombre, aunque le recordaba más a una silueta femenina, esa figura estaba al lado de Daniel Lonburt, él o ella era quien mataba a su tan preciada hija, y también quien acaba con su propia vida aún siendo inmortal.

Despertó de golpe después de soñar eso, estaba empapado en sudor, con el pulso y la respiración agitada, no entendía a qué venía eso, él era el más fuerte, no era posible que alguien lo venciera, mucho menos que lo matara, pero aún así el miedo estaba ahí, no tanto por su vida, sino por la de su pequeña, y esa pesadilla lo había perturbado aún más, debía hacer algo cuanto antes, no iba a arriesgarse, por lo cual salió rápidamente de la cama y empezó a prepararse, tenía muchas cosas que hacer antes del desayuno.

Cuando salió de su cuarto, se dió cuenta que era mucho más temprano que de costumbre, por lo que decidió dejar a su mano derecha dormir un poco más, y se fue a su despacho a revisar todo lo que habían planificado el día anterior. Grande fue su sorpresa al encontrar sus estrategias modificadas, además de haber una carta al lado detallando las formas de obrar de su adversario, no había firma, no había marca alguna que pudiera indicar quién lo había escrito, pero parecía que tenía un aliado dispuesto a ayudar desde las sombras.

La maldición del armaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora