Serena no había dejado de saltar y gritar desde que le dieron la noticia, oficialmente su padre y su amiga eran novios, lo cual le daba mucha alegría a la pequeña, tendría una madre después de todo, aunque ella era consciente de que en realidad Anita sería su madrastra, no su madre, pero para ella era lo mismo, estaría siempre con ella, la querría, la cuidaría, y lo más importante, estaría con su padre y él por fin podría ser feliz y pasar más tiempo con ella.
-Sere, tus gritos se pueden oír a kilómetros - comentó con gracia la joven, se alegraba de que ella estuviera tan feliz.
-Me da igual - dijo alegre la pequeña - quiero que todos se enteren - dijo gesticulando para dar mayor énfasis - ya tengo mamá.
-Aún no nos hemos casado, solo somos novios, eso no me convierte en tu mamá.
-Pero lo estaréis pronto, ¿verdad?
Anita se sonrojó sin poder evitarlo, no hacía ni una hora desde que había dicho que sí, y ya la princesa pensaba que se iban a casar, lo cual le daba mucha vergüenza, ¿tan obvios eran sus sentimientos?, se preguntaba sin parar. Por su parte, Saimon sonreía a más no poder, si fuera por él, ellos estarían casados en cuanto planeara la boda perfecta, pues no quería estar sin ella ni un minuto más de lo necesario, pero también quería que ese día fuera especial para ella, se merecía lo mejor.
-¿Qué tal si cambiamos de tema? - preguntó la joven muerta de vergüenza.
Para su buena suerte, no la molestaron más con ello, pero el rey era consciente de que tendrían que seguir hablándolo más tarde, ser su novia significaba tener responsabilidades, además de riesgos, y aunque él era consciente del poder de la joven, no quería que le sucediera nada, y desgraciadamente estaba en guerra, además con el hombre que debió ser su padre, pero que no supo cómo hacerlo, o mejor dicho, no quiso, y eso era algo que lo tenía cabreado, le molestaba su insistencia en querer arrebatarle el trono, pero eso no era nada comparado con lo que le hizo a Anita, y eso que no conocía ni una décima parte de lo que le hizo pasar.
Al terminar de cenar, Anita fue con Serena a su cuarto, la princesa quería hablar con ella sobre un par de cosas, miedo le daba a la joven pensar en qué querría hablar la pequeña con ella. Mientras, Saimon y Cailen hablaban en el despacho, ya se le empezaba a hacer costumbre a Cailen tener una charla con él después de cenar, le parecía increíble lo inseguro que se mostraba con todo el tema de Anita, nunca lo había visto tan nervioso, ni siquiera con su difunta esposa había tenido problemas, aunque entendía que ese caso fuera distinto, ahora sí estaba enamorado.
Saimon tenía mil dudas en su cabeza, todas sobre su futuro con ella, le daba miedo que ella se fuera al saber todo lo que conllevaba ser su pareja, todas las responsabilidades que tendría cuando fuera nombrada reina, y todas las personas que querrían hacerle daño solo para lastimarlo a él; no sabía cómo enfocar el asunto, cómo hablarle de todo ello sin que se sintiera presionada o tuviera miedo, él la protegería e intentaría hacer su carga más llevadera, pero aún así existían.
-Amigo, ella te ama, y eso se puede ver a simple vista, no es muy buena ocultando emociones - Saimon sonrió con ternura ante las palabras de su amigo, le alegraba el hecho de que fueran ciertas - así que no te preocupes tanto por el resto, estoy seguro de que ella aceptará todo de buen gusto.
-Eso espero yo también - dijo y dejó salir un profundo suspiro - pero, ¿y si no es así?
-No seas pesimista, sé positivo, ya verás como todo sale bien.
El híbrido no estaba del todo convencido, su miedo era mayor que su esperanza, lo cual le estaba jugando una mala pasada. No muy lejos de allí, en ese mismo castillo, se estaba dando lugar una conversación bastante parecida, una niña obsesionada con que su amiga se casase con su padre y fuera su madre, y una joven muerta de vergüenza con mil dudas en su cabeza, pues no solo esos dos compartían los mismos sentimientos, sino también las mismas inseguridades y miedos tontos que no les dejaban avanzar con rapidez.
-Pero lo amas, ¿cuál es el problema? - preguntó hastiada la princesa, no entendía las complicaciones de los mayores.
-No es tan sencillo, esto no es un cuento de hadas donde la plebeya acaba con el rey y todos son felices y comieron perdices - objetó la joven.
-Perdices ya te digo yo que no voy a comer - Anita rodó los ojos divertida, le hizo gracia el comentario de la pequeña - en cuanto a lo de que la plebeya y el rey acaban juntos, eso es un hecho, mi padre está perdidamente enamorado de ti, y tú de él, solo tardarán lo que tarden en darse cuenta.
-No es tan fácil - Serena resopló frustrada, siempre era la misma frase.
-No es tan fácil porque vosotros lo complicais, es tan sencillo como presentarse en el altar, decir sí quiero y daros un beso - otra vez las mejillas de la joven adquirieron un color escarlata - ah, y se me olvidaba, después me tenéis que dar hermanitos y hermanitas.
-Serena - la regañó mientras se ponía aún más roja.
No entendía cómo era posible que fuera tan madura para su edad, solo tenía seis años, apunto de los siete, pero seis años al fin y al cabo, no debería conocer tantas cosas, mucho menos ese tipo de cosas, hacía que se le disparasen los colores. Sus vergonzosos pensamientos llegaron a su fin cuando alguien llamó a la puerta, a los pocos segundos se pudo apreciar la cabeza de Saimon asomándose, Anita solo rezaba para que su sonrojo no fuera muy notable con la luz que había, le daba mucha pena que él la viera así.
-Buenas noches - dijo el rey entrando a la habitación de su hija.
-Buenas noches - le dijeron ambas chicas.
-Anita, me gustaría hablar contigo.
-Claro.
Después de que ambos arroparan y dieran las buenas noches a la pequeña, salieron de su habitación para dejarla dormir. Anita se sorprendió bastante cuando el híbrido la llevó a su habitación y no a su despacho, en realidad él no lo había hecho intencionadamente, sino que estaba tan metido en sus pensamientos, que no se dió cuenta que iba a su habitación en lugar de ir al despacho.
-¿De qué quieres hablar? - le preguntó sentándose en la cama.
Él se quedó estático un momento, no se había dado cuenta del error hasta que ella se había sentado en la cama, y el simple hecho hacía acelerar su corazón, eran novios, no había tanto problema con ello, o eso quería creer, pero no por ello se iban los nervios, solo había compartido cama con una mujer en toda su vida, y el final había sido catastrófico, pero tenía esperanza en que esa vez todo fuera distinto, aunque también sabía que aún faltaba bastante antes de que compartieran cama.
-No sé si sabes que ser mi pareja conlleva algunas responsabilidades - dijo no muy seguro al final de la frase.
-Soy muy consciente, te recuerdo que he tenido que leer un montón de libros acerca de la corona y todo lo relativo a ella para dar clases a Serena.
-¿Y?
-¿Y qué? - preguntó confundida la joven.
-¿No te molesta?
-No, soy consciente que estar a tu lado implica trabajo, pero no me importa - dijo con una sonrisa, eso alivió un poco al híbrido, pero aún estaba el tema más delicado.
-También está el hecho de que tengo bastantes enemigos, muchos quieren ser el rey, y para ello tienen que derrocarme, es probable que vayan a por ti para lastimarme a mí - dijo triste - pero te aseguro que te protegeré, no dejaré que nadie te haga daño - añadió rápidamente, a lo cual Anita sonrió con ternura.
-Soy muy consciente de ello, te recuerdo que uno de ellos es mi padre, además, me sé defender solita, creo que el otro día te lo demostré - dijo con altanería lo último.
-Lo sé, pero aún así te protegeré - aseguró el híbrido - bueno, creo que va siendo hora de ir a dormir, buenas noches - la joven se levantó y fue hacia la puerta, pero justo antes de abrir, recordó las palabras de Serena.
-¿Puedo dormir contigo? - preguntó muy apenada y avergonzada.
Saimon se sorprendió ante su petición, más asintió conforme, él también quería dormir con ella, pero no tenía el valor para decirlo en voz alta, y agradecía que fuera ella quien tuviera la iniciativa. Después de ir a su cuarto a ponerse el pijama, Anita volvió a la habitación de Saimon, donde durmió con él, abrazados, y muy agusto.
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La maldición del arma
FantasíaEl mundo sobrenatural nunca ha estado en paz, si no se peleaban entre ellos, eran los humanos quienes los atacaban, pero desde hace 30 años, parece que todo está tranquilo. O al menos unas especies con otras, pues dentro de una misma especie puede h...