Capítulo 20

75 13 2
                                    

Todos los guerreros miraban sorprendidos a la mujer que estaba en brazos de su rey, la discusión que había tenido con el híbrido los asombró a sobremanera, había sido capaz de matar a su hermano mayor, y su plan era acabar con toda su familia, mientras, en el proceso, se había dedicado a destruir todas las bases de la familia Lonburt, estaba claro que ella no sentía el más mínimo cariño por ellos, al contrario, sentía desprecio, algo muy notable; se preguntaban si ella sería capaz de matar a todos los presentes sin sentir nada.

Los murmullos no paraban, no entendían por qué Saimon la había parado, por qué había impedido que ella matara a sus enemigos, podían notar el cariño que sentía por Anita, su preocupación hacia la joven, tenían sus sospechas, pero nada seguro, y tampoco sabían si era correcto preguntar. Por su parte, Cailen y Saimon hacían oídos sordos a las palabras de los guerreros, en el caso de Cailen, porque comprendía que no era asunto suyo y debía ser él quien contara todo; por parte de Saimon, él estaba demasiado centrado en la joven inconsciente en sus brazos como para preocuparse de otra cosa, ya lo arreglaría más tarde.

El trayecto de regreso fue más rápido, no pararon en ningún momento y fueron en línea recta, el camino más corto al castillo. Ya era bien entrada la tarde cuando volvieron, aún no atardecía, pero no tardaría tanto en hacerlo. Serena esperaba aburrida en su cuarto, ni siquiera leyendo consiguió distraerse, solo hacía que preguntarse una y otra vez por qué tardaban tanto en llegar, ella no sabía la auténtica razón por la cual se habían ido, ni en el caso de Anita, ni en el caso de su padre y tío, nadie le dijo nada, y no sería porque no preguntó, por lo que solo le quedaba esperar.

Nada más llegar, el rey llevó a la joven a su habitación, pensó en dejar la puerta trancada, pero sabiendo su poder, sería algo estúpido, ella podría derribar la puerta sin ninguna complicación, por lo que solo la dejó recostada en la cama, luego hablaría con ella, le sorprendía que ella aún estuviera dormida, tal vez se había pasado con el golpe. Bajó después de darle un beso en la frente, pero al final de las escaleras le esperaba la princesa cruzada de brazos y con los labios fruncidos, esa era mala señal.

-¿Qué pasa? - preguntó el híbrido a su hija.

-¿Qué le ha pasado a Any? - la pequeña no había llegado a ver a su amiga inconsciente siendo llevada por el rey, solo el hecho de que todos estuvieran allí y ella no.

-Estaba cansada y se desmayó, la he llevado a la habitación para que descanse - no iba a decirle a su hija que él había sido el causante con un golpe.

-No me lo trago - refutó Serena, conocía a Anita, ella no se desmayaría por estar cansada.

-Hola - dijo Cailen entrando, pero al ver el panorama, se giró para irse.

-Alto ahí - le advirtió la princesa - ¿qué es lo que me ocultan? - exigió saber.

-No es nada, pequeña, ya te he dicho que solo se ha desmayado.

-Mejor me voy - intentó volver a irse Cailen.

-Que no te vas - dijo la pequeña.

Cailen estaba en una pequeña encrucijada, por un lado quería irse, no quería intervenir en la discusión de padre e hija, menos por el asunto de la joven, él no estaba de acuerdo con lo que había hecho el híbrido, pero en cierta forma lo entendía; por otro lado no quería irse y hacer enfadar a Serena, a pesar de su aspecto y actitud infantil, buena e inocente, sabía que cuando se le hacía enfadar era peor que el demonio, no por nada las institutrices acababan renunciando a pesar de querer engatusar al rey, ella era imparable, por no hablar de los planes que se le ocurrían para hacerles la vida imposible.

Mientras tanto, Anita despertaba por segunda vez, se había despertado a los pocos minutos del golpe, pensó en decir que estaba despierta y tal, pero luego lo pensó mejor, tendría que aguantarle a él y a sus paranoias, seguramente la tendría super vigilada y ella terminaría incómoda y discutiendo otra vez, por lo que decidió seguir como estaba e intentar volver a quedarse dormida, cosa que consiguió y recién se estaba despertando, debía reconocer que había dormido muy bien, estar cerca suyo significaba un buen sueño.

Al estar un poco más despejada, pudo apreciar que estaba en la habitación de Saimon, y para sorpresa de ella, no estaba avergonzada ni apenada ni nada parecido, hasta se le hacía normal. Sacudió su cabeza en un intento de despejar su mente, no podía creer lo que estaba pensando. Sin más preámbulos, salió de la cama y bajó, tenía hambre, no había comido nada desde la hora de la comida, no se imaginó que al bajar la escalera se encontrase con ese panorama, Serena discutiendo con su padre molesta y Cailen dudando si irse o no irse, no pudo evitar reírse al ver eso, ganándose la mirada de todos.

-Any - gritó la princesa yendo a abrazar a su amiga.

-Hola pequeña, parece que alguien me echó de menos, y eso que no estuve ni un día fuera.

Mientras ellos poco a poco volvían a la normalidad, en otro lado se estaba llevando a cabo una conversación muy distinta, Daniel Lonburt había sido informado de lo que había pasado, de los campamentos destruidos, de la presencia del rey y un grupo de soldados en la base más cercana a su casa en dirección al castillo, y de lo ocurrido con su hija, el dato más sorprendente para él, no pensó que ella intentaría volver, mucho menos que su enemigo se la llevara.

No veía ese hecho como algo malo, no sentía nada por esa joven que, biológicamente hablando, era su hija, nunca la reconoció como tal, y no iba a empezar en ese momento. Pero sí lo veía como una oportunidad, algo con lo que avivar el fuego contra Saimon, que mejor escusa para su odio y querer matarlo que el hecho de que hubiera raptado a su hija, lo de ser rey lo dejaría en segundo plano, al fin y al cabo, la gente seguía más a alguien por una buena causa, que por una ambición de poder, ese hecho le ayudaría a conseguir más aliados, había perdido a muchos con la destrucción de esas bases.

-Martínez - llamó Daniel.

-Sí, señor.

-Quiero que inicies una nueva campaña para reclutar aliados.

-¿Algún tema en particular?, ¿obtención de poder?, ¿un rey más justo?, ¿riquezas?

-No, esos ya los hemos usado y reunido a todos los que podíamos, ahora daremos otro enfoque.

-¿Cuál? - preguntó confundido el hombre, no podía imaginar otro enfoque a sus campañas, no había más realmente.

-El rey ha secuestrado a mi hija, esto ya no es cuestión de poder, sino de salvarla - dijo con cierto aire irónico e inocente.

-Ya veo.

El hombre no era tonto, lo conocía muy bien, llevaba con él desde el inicio, fue quien le consiguió aliados en un primer momento, y seguía haciéndolo; sabía que Daniel no sentía nada por ella, que solo quería usarla como arma para apelar a la gente a su causa, no era mala idea, al menos desde el punto de vista de Martínez, ya se le estaba ocurriendo varias formas de enfocar el asunto de manera que Saimon fuera el villano, y Daniel el bueno, el padre preocupado por el bienestar de su hija.

-Ya sabes qué hacer - le dijo Lonburt a su hombre.

-Sí, señor - dijo y se retiró.

Daniel ya estaba saboreando la victoria, esa campaña le haría ganar mucha gente a su favor y en contra del rey, y una vez reunidos y desestabilizadas las fuerzas de su enemigo, atacaría con todo, su hijo menor, Joshua, el que él creía que era su arma prometida, ya estaba preparado, lo había entrenado desde que era un recién nacido, y con sus 30 años de edad, ya estaba listo para ser usado en la guerra, sería el encargado de matar a Saimon, pues él mismo no podía con él, y contaba con el poder de su hijo menor.

Lo que él no sabía, era que su segundo hijo, Jordan, le escuchaba hablar solo sobre todo lo que tenía planeado hacer. Él no era como el resto de su familia, no le importaba tanto el poder, por no decir que no le importaba, en eso era igual a su hermana, a la cual echaba de menos y sí se preocupaba por ella. A él no le importaba que fuera humana, intentó protegerla siempre que podía, pero todo a espaldas de sus padres, era consciente de todo, y sabía que podría tener problemas si mostraba debilidad, pero ya era mayor, no tenía que esconderse para protegerla, al contrario, iría por ella aunque eso le costase la vida.

La maldición del armaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora