Capítulo 12

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Los dos híbridos se miraron entre ellos, si querían vivir, tendrían que tener cuidado y luchar, por lo que soltaron a Serena y se lanzaron contra Anita, pero nada tenían que hacer, para la joven, sus movimientos eran como a cámara lenta, le resultaba muy fácil ver lo que pretendían hacer, y más aún esquivar sus golpes, a pesar de ser híbridos entrenados con una gran velocidad y fuerza, sus capacidades eran insignificantes comparadas con las de Anita, la cual acababa de despertar y darse cuenta de la realidad.

Se sentía como una tonta, tantas evidencias a lo largo de su infancia, y ni siquiera se planteó la posibilidad de ser en realidad una híbrida, mucho menos ser la auténtica arma de su familia, pero no cometería el mismo error dos veces, no pensaba subestimarse, no más, daría a conocer al mundo entero su poder, no volvería a aceptar ser menospreciada por ser algo que en realidad no era, ayudaría y protegería a todos los que fueron buenos con ella, y todos los que la trataron mal lo pagarían.

Cuando se cansó de esquivar los golpes, llegó el momento de Anita de atacar, la cual en dos movimientos ya había dejado fuera de combate a los dos sujetos, quería matarlos, pero no lo haría delante de la pequeña, bastante que ya la había visto matar a uno arrancándole el corazón, no quería que su pequeña amiga le tuviera miedo, además, tenía que llevarla a la sala segura, así que la agarró y la llevó a toda velocidad hacia allí, por lo que no tardaron ni treinta segundos en llegar.

-Tú quédate aquí, yo iré a ayudar a tu padre - le dijo antes de cerrar la puerta y volver a irse corriendo sin escuchar a la princesa.

Al volver al punto de partida, vio a los hombres que no había matado, y al ya no estar Serena presente, no dudó en arrancarles la cabeza. Aunque no había tenido ni la educación ni el entrenamiento de sus hermanos, Anita siempre estuvo atenta a cada cosa que decían en su casa, y había algo que siempre repetía su padre: en una guerra la piedad es inaceptable, enemigo muerto es una amenaza eliminada, pues mientras siga vivo, puede llegar a matarte, por eso nunca dudéis de matar a vuestro adversario; era irónico que ella tuviera que aplicar esa frase, siempre pensó que nunca la usaría.

Enemigo que se ponía en su camino, era híbrido muerto en cuestión de segundos, su piedad y bondad se habían apagado, ya se volverían a encender al final de la batalla, pero en ese momento no le servían para nada, al contrario, solo la entorpecerían, y no podía permitirse perder tiempo, debía encontrar a Saimon y a Cailen y ayudarlos, ahora podía, ya no tenía por qué ocultarse y evitar el peligro, tenía el poder para acabar con todos, para eso había nacido, para ser la mejor, para ser imparable en la batalla y traer la victoria a todos los que estuvieran a su lado.

Al cabo de un rato encontró a Saimon peleando con varios enemigos a la vez, por lo que no dudó en ayudarlo, aunque primero tuvo que matar a unos cuantos híbridos, estaba claro que todos iban contra él, era el rey, y su objetivo era vencerlo, lo que la sorprendió fue no ver a su padre o a sus hermanos, no le veía el sentido de atacar el palacio si ellos no estaban ahí para nombrar a Daniel como rey al vencer a Saimon; solo encontraba una solución posible, este no era el ataque definitivo, solo era una batalla con el fin de menguar las fuerzas de su adversario.

-Anita, ¿qué haces aquí? - preguntó preocupado Saimon al verla, él temía que le pasase algo.

La joven era consciente de que sus actos marcarían un antes y un después con respecto a su relación, pero no le importó, solo quería que él estuviera a salvo, que no le pasase nada, correría el riesgo de que él la rechazara. En menos de un minuto, todos los atacantes estaban muertos, los había matado a todos con una daga que siempre llevaba consigo, muchos por decapitamiento, otros por heridas graves en el cuello, y unos pocos por apuñalamiento en el corazón, no se iba a arriesgar de que alguno siguiera vivo después del ataque.

La maldición del armaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora