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Mientras el auto avanzaba por el camino irregular, Michael no dejaba de moverse de un lado a otro, sus hombros chocando tanto con la dureza de las paredes del automóvil como también del acolchado-pero-no-tan-acholchado asiento. 

Eran tantos los movimientos bruscos y repentinos, que estaba seguro que en cualquier momento iba a vomitar lo poco y nada que había tomado de desayuno.

No entendía como las dos personas que estaban con él (conductor y copiloto) no sentían que iban a vomitar en cualquier momento. De hecho, estaban fumando y de vez en cuando lanzaban alguna broma contra el reciente en listado soldado.

Michael cerró los ojos y comenzó a inhalar por la nariz y exhalar por la boca, concentrándose lo más que podía para no vomitar hasta que el auto se detuvo por completo, acompañado de otro movimiento brusco.

Abrió sus ojos, encontrándose con un escenario peor del que se había imaginado.

Aún no entendía como había conseguido estar enrolado y llegar hasta allí; hasta una base británica en medio de la guerra. 

Cuando comenzó todo este lío, Michael tenía catorce años. La mala suerte suele acompañar la vida de los Clifford. 

Antes de llegar a Inglaterra, Michael y su familia vivían en Estados Unidos pero luego de la Caída de la Bolsa de Nueva York en el año 1929, tuvieron que mudarse con lo poco y nada que les quedaba de dinero.

Lograron estar unos pocos años en Inglaterra (exactamente nueve años y nueve meses), tratando de restaurar sus vidas en la gran y soñada ciudad de Londres hasta que los alemanes decidieron bombardear -siendo el mismo bombardeo en el que Abby perdió a su familia.

Gracias a Dios lograron escapar antes de que el misil impactara su casa. Cada uno de los integrantes de la familia Clifford logró salir sano y salvo del bombardeo. No tuvieron que llorar por la muerte de uno de sus seres queridos ni menos lamentarse de haber llegado a una ciudad como esa.

Se demoraron unos meses en mudarse a España con la ayuda de algunas personas que trasladaban a personas a los países neutros (no formaban parte de un bando durante la guerra (como le sucedió a Bélgica durante el inicio de la Primera Guerra Mundial (Alemania había pasado por ese país para intentar llegar donde los franceses).  

Pero, aunque Michael estuviera en España, aunque intentara pasar desapercibido hablando un español pobre y que poco se entendía... Aunque su vecina le enseñara todos los días un poco más de su lengua materna (no hay que decir; con logros muy vagos) los ingleses lo terminaron encontraron. A él y a su padre, los únicos hombres de la familia Clifford (estaba su hermano menor, Robert, pero él tenía solamente diez años). 

Claro, los ingleses no lo hicieron solos. Tuvieron ayuda de los soplones. 

Así es como Michael terminó en el auto, vestido de soldado, con sus pertenencias en un bolso, esperando llegar a la base inglesa. 

Después de que los ingleses los encontraran, lo separaron de su padre. Michael no quería ni pensar en que lugar de Europa su progenitor se podría encontrar. Con lo grande que es, de tan solo pensarlo le producía escalofríos.

Ni siquiera Michael sabe en que lugar se encuentra. Y eso ya lo asusta más que enfrentar la realidad que se acerca a pasos agigantados. 

La puerta se abrió y el copiloto apareció ante él. El hombre le regaló una sonrisa amargada y lo bajó del carro, tomándolo del bicep.   

—¡Eh Don! Tenemos un chico nuevo —exclamó el hombre mientas caminaba junto a Michael, obligándolo a seguir su paso apresurado. Del otro hombro colgaba un bolso con sus pertenencias que chocaba contra su cuerpo con cada paso.

1945Donde viven las historias. Descúbrelo ahora