Al mismo tiempo que Ashton Irwin daba su último respiro, Michael tenía que aguantar las bromas que le estaban haciendo sus nuevos compañeros de tanque.
Michael era el menor. Por como lucían, logró deducir que sus tres compañeros, más Don, tenían más de treinta años.
Sus rostros estaban manchados con tierra al igual que su ropa mientras que Michael lucía como un objeto recién sacado de su caja. Un elemento totalmente nuevo.
—¡Eh! Déjenlo en paz —exclamó Don, acercándose con comida en sus manos. Hasta había una extra para Michael. Se sorprendió cuando se dio cuenta de que su comandante le estaba tendiendo un paquete de galletas sin sabor y un frasco, en donde supuso que se encontraba agua.
—Si no lo quieres —exclamó el hombre que le faltaba un diente delantero. Su nombre era Grady y había perdido la pieza dental después de que un alemán le golpeara la boca con su arma.
El recién llegado soldado observó celoso como el hombre guardaba el paquete de galletas que le correspondía antes de abrir el paquete que le había quitado.
Don suspiró y le tendió el paquete de galletas que supuestamente era para él.
—En una hora más vamos a ir a la ciudad. Necesito que estén con energía y despiertos ante cualquier ataque —comentó Don, acercándose a Grady para quitarle el paquete que había guardado.
Grady lo observó hasta que este desapareció entre la multitud de hombre que iban de aquí hacia allá.
Michael, con la botella y las galletas en sus manos se alejó de las personas con las que tendría que compartir hasta que la guerra se acabase.
Comenzó a explorar el lugar, olvidándose por completo del bolso con sus pertenencias que había quedado al lado de las ruedas del tanque. Ahora ya no le importaba que revisaran sus cosas.
Destapando la botella, tomó un sorbo de manera ansiosa, para luego expulsarlo con desagrado.
—No es agua, es alcohol —murmuró, tapando la botella con una mueca de disgusto permanente en su rostro.
Este alcohol era más fuerte de los que había probado en sus cortos veinte años.
Con el frasco debajo de su axila, abrió el paquete de galletas mientras caminaba. Cuando estaba en su segunda galleta, a los lejos divisó un montón de personas apiladas una sobre la otra en el suelo.
Cambió de dirección rápidamente e intentó no pensar en que aquellas personas que estaban muertas y, para más remate, en el mismo lugar que él.
Pero no funcionó.
La galleta y el poco desayuno que había tomado terminaron en el suelo, juntándose con el barro. El frasco que había estado bajo su axila terminó en el suelo y con vómito. Michael se había agachado abruptamente, sin tener la posibilidad de atraparlo o cambiarlo de lugar.
Observó con asco como un hilo de saliva seguía conectado a su boca. Escupió y quitó lo que sobraba con la manga de su uniforme.
—¿Estás bien? —se sorprendió ante la presencia de una voz femenina.
Se dio vuelta rápidamente, con su brazo sobre su boca y se encontró con una chica de probablemente su misma edad. Estaba usando un casco con la cruz roja con el fondo blanco como los demás hombres que había visto transportar a un muerto, cuando estaba hablando con Don.
Y al igual que las personas en este lugar, estaba usando un uniforme de color verde musgo.
Pudo saber el color de su pelo por la trenza que descansaba sobre su pecho. Era rubio, como su cabello había sido hace unos años atrás.
Michael asintió. No quería sacar el brazo de su boca. Podía tener restos de vómito y además, su aliento era fétido. Lo podía sentir.
—¿Seguro? —preguntó la chica, encarnando su ceja.
Michael volvió a asentir. La chica asintió de vuelta.
—Está bien —murmuró, pasando sus manos por su uniforme.
Michael las observó, dándose cuenta de que estaban de un color rosa pálido.
Frunció el ceño.
Abby, al darse cuenta de que estaban observando sus manos, las escondió detrás de su espalda.
—Es... ya sabes —dijo torpemente, esperando que el chico captara la idea.
Michael asintió, quitando por fin el brazo de su boca.
—Te sugiero que esperes unos minutos antes de volver a comer y que lo hagas lento. Tu estómago aún está sensible y puedes volver a vomitar —le sugirió antes de desaparecer en una tienda del color del uniforme de las personas.
Michael la siguió observando hasta minutos después de que hubiera desaparecido.
Observó el lugar en donde había vomitado y observó con asco el frasco en donde estaba el alcohol.
Hizo una mueca de disgusto, quitando sus ojos lo más antes posible del suelo. Se sentó en un tronco para poder comer con tranquilidad.
Mantuvo su cabeza baja mientras devoraba la comida. No quería observar otro tumulto de personas muertas. No quería volver a vomitar. Quién sabe cuando podrá volver a comer.
Ni siquiera llevaba un día y ya se quería ir.

ESTÁS LEYENDO
1945
Fanfictionmil novecientos cuarenta y cinco, también conocido como el último año de la segunda guerra mundial.