tres

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Todo había sido sumamente inesperado, nadie, absolutamente nadie hubiera apostado que YoonGi iba a ser un alfa. Las personas que le conocían juraban que su instinto de protección era de omega, pero no, se equivocaban bastante, ese instinto de protección con todo el mundo era el de un alfa. 

Un dulce alfa que iba a la perfección con YoonGi.

Eso es lo que había demostrado a la par que los años habían pasado. Nada había sido fácil, si antes los demás se burlaban de él por su forma de ser tan pasiva y pacífica, ahora lo hacían aún más, porque no era un omega, sino que era un alfa sin al parecer nada de características de uno ante los ojos de la sociedad. 

Los alfas le repudiaban porque era uno, y no tenían interés en tener un amigo alfa con aquella personalidad, los omegas le rechazaban porque querían un alfa dominante para ellos y no uno con aroma a café con leche y pan recién horneado, y los betas lo hacían porque les confundía. 

Bueno, el menor de los Min estaba bastante frustrado con la sociedad que le rodeaba, no iba a engañar a nadie. 

Pero no todo era malo, su familia era la mejor que la luna llena podía haberle regalado, y además, estaba estudiando lo que más le gustaba, la cocina era su vida y cada vez lo tenía más claro. Y para ser aún más positivos, no solo estudiaba esto, sino que también trabajaba en una cafetería. 

Con eso, YoonGi era más que feliz, lo tenía todo. Da igual si la gente acababa repudiándole cuando descubrían que era un alfa, los clientes al no tener esa información, solían adorar al chico pálido de sonrisa dulce. 

-- ¡YoonGi-ssi! Dos Muffins de oreo y tres cafés Moca, por favor. -- Pidió una de sus compañeras dejando un papelito frente a él con el pedido apuntado, luego yéndose a atender a más mesas. 

La cafetería donde trabajaba siempre estaba bastante aglomerada, y eso era fantástico, a la gente les agradaba mucho el trato de los empleados y además los productos a consumir, todos caseros y elaborados allí. 

Con agilidad el chico de cabellos blancos se movió por detrás de la barra de madera que le separaba de los clientes. Estaba preparando los cafés, colocándolos en una bandeja junto a los dos dulces aperitivos, no olvidándose de dejar una margarita también en la bandeja. 

A la dueña del local le gustaba que todos los clientes salieran de allí con una flor, era alguien que estaba segura de que la naturaleza te acercaba a la felicidad, que lo más primitivo y menos artificial nos dejaba ser más nosotros mismos. Bueno, YoonGi pensaba que eran creencias bonitas, no se molestaba en darle demasiadas vueltas, además de que pensaba que era un lindo detalle. 

Y el chico de la floristería estaba más que encantado cuando cada mañana iban a comprar una buena cantidad de flores. 

-- ¡SeungWan-ssi, listo! -- Gritó él con suavidad y la chica le sonrió agradecida llevándose todo hacia la mesa correspondiente. 

En realidad YoonGi le gustaba los días que le tocaba trabajar allí en el mostrador y la barra, trabajar para las mesas era bastante agotador en realidad, tenías que estar correteando de un lugar a otro, bueno, trabajar en la cocina era lo mejor, pero solo lo hacía dos días a la semana. 

Ya le quedaba media hora de trabajo y podría ir a casa, hoy su hermano le había prometido que verían una película juntos, y bueno, qué decir, Yoon a sus 20 años seguía adorando acurrucarse con su persona favorita en el mundo. 

Poco a poco las mesas se fueron vaciando, todo el mundo salía con sus flores y sonrisas, era bonito despedirse de esa forma. -- Woh... hoy en serio fue un día duro. -- Habló la beta dejándose caer sobre la barra de madera la cual el pálido limpiaba. 

Pequeño bollito || Yoonmin omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora