Capítulo 26: Coincidencias

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—Ahora entiendo —mencionó Lis estando sentados en la sombra de una estructura de descanso—. ¿Pero no crees que ella esté arrepentida?

—Se fue a vivir con su amante —resoplé—. Aunque bueno, en realidad sólo vivía en un apartamento que él le pagaba.

—En realidad no sé qué decirte. No puedo imaginar lo que pasaste y tampoco puedo darte un consejo —comencé a reír, algo que a Lis le extrañó por esa repentina expresión—. ¿Qué pasa?

—No es necesario que me des un consejo, ya me escuchaste y eso es todo lo que necesitaba.

Ambos nos sonreíamos con una mirada cómplice en un momento bastante agradable para mí, en realidad no esperaba una opinión ni consejo alguno, necesitaba desahogarme y Lis me escuchó sin dejar de prestar atención. Su compañía es todo lo que necesito. Después de un rato ella continuó entrenando, cuando terminó fuimos hasta el taller de Daniel a dejar su motocicleta, ya habían llegado unas piezas para que él y Roberto le hicieran las modificaciones y probarlas antes de las carreras.

×~×~×~×~×

—Oye Lis —me detuve por un momento haciendo que ella se volteara a mirarme—. Regresa tú, yo iré a un lado primero.

—¿Vas a ver a tu madre?

—Si sabes leer las mentes, dímelo, prometo no decir nada —ella carcajeó llevando su cabeza a alzarla.

—Puedo leerte fácilmente. ¿Puedo acompañarte?

—Yo... —dudé en afirmar, no quiero molestarla, pero verla con esa sonrisa y mirada dulce me tranquiliza— Por favor.

Ella asintió y caminamos hasta la casa de mi madre, ella ahora vive con la familia de quien era su amante, aunque ellos no han tenido un hijo según sé. Estaba sintiéndome muy nervioso por todo, tanto que no había notado que Lis se estaba poniendo igual de nerviosa que yo, o más.

—Lis. ¿Qué pasa? —ella tragó al ver la casa a donde nos dirigimos.

—Nada —dijo bajando la voz y continuando el camino—. ¿Es aquí? —preguntó una vez nos paramos frente a la puerta.

—Sí. ¿Estás bien? Estás pálida.

—Bueno, es que...

Antes de que ella me dijera algo importante, la entrada se abrió y allí estaba mi madre, sin embargo, me sorprendí al verla, pues ella tenía el mismo color de cabello que el mío y ahora lo tiene rubio, pero las sorpresas no terminaron allí, sino por lo que siguió.

—Diego. Viniste, hijo —me abrazó con fuerza pero no correspondí. Fue entonces que vio a Lis—. ¿Eh? Pero... ¿Lisbeth? ¿Qué te hiciste en el cabello? ¿Y estás usando lentes de color? ¿Por qué? A tu padre no le va a gustar.

¿Qué acaba de decir? ¿La hermana de Lis? ¿Su padre? Tanto Lis como yo estábamos muy confundidos, no comprendíamos nada del cómo conocía a Lisbeth o a su padre ni mucho menos del porqué los mencionaba, entonces, atrás de mi madre salieron dos personas mayores, una mujer y un hombre canosos con ojos azules. Miré a Lis y en su cara se refleja el desconcierto y creo que miedo, y los rostros de los ancianos no eran muy diferentes, pero en vez de miedo, mostraban desaprobación y enfado.

—¿Qué demonios haces aquí? —dijo con rabia la anciana.

—Tú, maldito error. ¿Tienes el descaro de aparecerte? —replicó el hombre apartando a mi madre y tomando a Lis del brazo jalándola con rudeza— ¡Por tu culpa mi hijo está en la cárcel!

—¡Es su culpa! ¡Fue él quien me hizo daño! ¡Él mató a mi mamá!

¡¿Qué?! ¡¿Qué está pasando?! Sin embargo, no tuve mucho tiempo de analizar las cosas cuando el hombre abofeteó a Lis, iba a darle otro golpe, pero me interpuse y me lo dio a mí. Hice que soltara su agarre de ella y la alejé de este imbécil mientras la abrazaba y daba una mirada de furia a él.

Un camino juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora