Capítulo 28: Visita Indeseada

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Casi es la hora de cenar y Diego y mi madre fueron a la tienda a comprar algo, por lo general es con Alejandro con quién va, pero él está haciendo algo de su trabajo en su estudio y mamá no quiso interrumpirlo. Ya cogí confianza para llamar a su prometido por su nombre, así que cuando le hablo, simplemente le llamo y ya. El padre de Diego trabaja como arquitecto y algunas veces trae algo de su empleo a casa, pero nunca lo he visto que eso ocupe más de su tiempo para atender a nuestra familia... Siento raro decir esto...
La puerta fue tocada, tal vez mamá y Diego olvidaron llevarse la llave. Me levanté del sillón de la sala y fui a abrir sonriente.

—¿Olvidaron la llave? —pero esa alegría se esfumó de inmediato. ¿Qué hace aquí?

Estaba confundida y asustada, creí que ya no sentiría esto, pero el tener su presencia frente a mí hace que ese frío helado que se siente en la espalda por el escalofrío hizo que se apareciera haciendo que mis ojos se cristalizaran, mi boca se abría queriendo emitir algún sonido, pero no salía mi voz, quería retroceder, pero no lograba moverme, ver sus ojos azul claro desde abajo y siendo tan insensible e indiferente como siempre me veía, no habían cambiado en absoluto, creo que ahora es más intenso. ¿Por qué tenía que aparecer de nuevo? Él avanzó y mis piernas me temblaron y cedieron haciendo que cayera.

—Sigues siendo tan inútil como siempre —se colocó arrodillado en una pierna frente a mí.

—Padre —dije apenas con voz saliendo.

Sus ojos recorrieron el camino hasta mi cuello y mis muñecas, sonrió burlón, como si estuviera orgulloso de ver las marcas que me dejó.

—Es un lindo recuerdo ¿no lo crees? —mis lágrimas salían sin detenerse y él acercó su mano a mi mejilla— ¿Quieres otro?

—A-A-¡Alejandro! —grité con un gran impulso llamando al único que está en la casa.

—¡Lissette! —él salió con prisa de su estudio, mi padre se levantó y lo miraba guasón— ¿Qué...? ¡Aléjate de ella! —dijo acercándose, a lo que mi padre retrocedió sin perder su sonrisa maliciosa. Alejandro se agachó a tomarme por los hombros— Lis ¿estás bien? ¿Qué te hizo?

—No le he hecho nada, aun —contestó él recargándose del marco de la puerta—. Sólo pasé a saludar a mi hija.

—No puedes estar aquí, tienes una orden de restricción para no acercarte a ella.

—Ya no más, ese papel ya fue retirado —frota sus dedos pulgar e índice—.Todo tiene su precio. ¿No lo crees, Lizy? —me aferré a abrazar del brazo a Alejandro.

—¡Largo de aquí! ¡Largo de mi casa y aléjate de mi familia!

—¿Tu familia? Lissette no forma parte de ella.

—¡Ella es parte de mi familia! ¡En cambio tú! ¡No eres su padre! ¡Lárgate!

—Claro —dijo con mucha serenidad y sonriente—. Hasta pronto, hija.

Mi padre se retiraba y justo cuando se iba, mi madre y Diego volvían, ambos corrieron hasta a mí para preguntarme si estaba bien.

—Lis —Diego tomó mi rostro, su ojos mostraban mucho preocupación—. ¡Lis!

Había apartado a todos de mí y me levanté para ir tras él antes de que se subiera a su auto.

—¡No me volverás a lastimar! ¡¿Oíste?! ¡No estoy sola! ¡Tengo una verdadera familia!

Mi madre, Diego y Alejandro se pararon a un lado mío, mi padre me miraba molesto, furioso, aprieta sus puños, quería golpearme y con ganas, supongo que en él es normal, ha estado once años en prisión deseando hacerlo. Sin dejar de sonreír, pero aún manteniendo su desdén, fue a su auto para irse. Una vez se fue, me desplomé a desmayarme.

Un camino juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora