Diego
Lisbeth dijo que su padre no dio el consentimiento para que ella donara, entonces ¿con quién se supone que habló el doctor hace rato? Todos volvimos dentro con Lis, Verónica estaba muy sorprendida, bueno, todos lo estábamos.—Era yo —pronunció Roberto atrayendo nuestra atención—. Con quien el doctor habló, fue conmigo. Estaba afuera del hospital.
—¿Qué? Pero —Verónica tenía una cara realmente consternada— ¿cómo? No comprendo. ¿Cómo hiciste para convencer a Lisbeth de hacer esto?
—No lo hice, ella me buscó —más preguntas se nos anidaron tras decir eso, pronto nos explicó más—. Recibí una llamada de uno de mis empleados informando que una chica identifica a Lis decía que debía hablar urgentemente conmigo. Ella trajo ese papel de autorización llenado a excepción del número telefónico, pidió que pusiera el mío y que me hiciera pasar por su padre en caso de que llamaran.
—¿Y cómo hizo para conseguir su firma?
—La falsificó.
—¿Por qué ella haría eso? —pregunté sin despegar mis ojos de Lis.
—No lo sé, pero era una buena oportunidad.
Esto era una sorpresa para nosotros, no teníamos ni una idea del qué la hizo cambiar de opinión, y ahora comprendemos porqué no quiere que comentemos nada sobre esto, ya que lo hizo a espaldas de su familia.
Supongo que tan sólo debo agradecer.
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Las enfermeras junto al doctor están poniéndole las unidades de sangre que requería. Verónica y yo somos los únicos civiles que podemos acompañarla porque con los demás ya sería demasiadas personas en la habitación. Ya estoy más relajado porque se que va a mejorar más rápido.
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Pasaron un par de horas, mi padre, Roberto y Daniel están conmigo y Verónica otra vez en el cuarto, estoy a un lado de la cama tomando la mano de Lis, se nota que ahora ya estamos más tranquilos. El doctor entró para revisarla.
—¿Cómo la ve? —preguntó Verónica un poco ansiosa.
—Estable, sólo hay que esperar a que despierte. Tranquilos, se mejorará —dijo dirigiéndose a la puerta, pero en ese momento sentí algo que me hizo detenerlo.
—Doctor, ella apretó la mano —me levanté y él volvió para revisarla pasando una pequeña linterna por su ojo.
—¿Por qué hay tanta luz? —su voz era baja, suave y débil, pero con la gracia de siempre.
—Sigue mi dedo —el médico la chequeaba, y ella, bueno, no perdió su actitud burlona—. Estará bien.
—¿Cómo te sientes? —le pregunté una vez pude acercarme a tomar su mano de nuevo.
—Como si me hubieran atropellado, ah no, esperen, es que sí me atropellaron. ¿Tú qué crees bruto? —ironizó rodando sus ojos y con burla— Diego…
—Perdón por llorar —froto mis ojos con una mano queriendo detenerme—, pero es que estaba muy asustado.
—Perdón por preocuparte —ella afianza la unión de nuestras manos.
No pude contenerme a abrazarla y llorar más en ella, es que en verdad me alegra tanto que esté despierta otra vez.
Lissette
Diego llora desconsoladamente, está temblando y me abraza fuerte, estoy adolorida, pero no puedo pedirle que se aparte, se nota lo mucho que le preocupé, y no sólo a él, mi mamá también está llorando a mi lado tomando fuerte de mi mano, incluso Alejandro, Daniel y Roberto tienen una sonrisa con ojos llorosos.
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Un camino juntos
Novela JuvenilLissette, una chica ruda e impulsiva, amante de las carreras de motocicleta que se ha ganado el nombre de Chita. Diego, un chico tranquilo y precavido, amante de la fotografía. Ambos son diferentes e iguales, una casualidad el encontrarse, el conoce...