Capítulo 37: ¿Por ella o por mí?

32 6 27
                                    

Diego
«Tu hermana donó sangre para ti» se lo dije, su cara de confusión era de esperarse, le expliqué lo que pasó sobre como apareció en el hospital y como confabuló con Roberto para hacerse pasar por su padre.

—Eso no es posible —susurra sin dejar de verme—. ¿Por qué haría eso?

—No lo sé, y ella dijo lo mismo cuando lo cuestioné. Quizás, se interesó por ti.

—¿Después de tantos años en los que me había demostrado que no era así? —movía su cabeza negando— No es posible, tiene que haber algo más.

—¿Cómo qué?

—Ahora estoy preocupada por ella.

—¿Quieres que verifique si está bien?

—¿Eh? ¿Y cómo?

—Déjamelo a mí —di pequeñas palmaditas a su cabeza como si fuera una niña—. Ahora vuelvo, voy a salir un momento.

—Es-Espera, Diego.

Salí de la casa diciéndole a mi padre y a Verónica que iría con uno de mis amigos para que me explicara algo sobre una tarea. Pero en realidad terminé yendo a la casa de Lisbeth.

—¿Y tú qué haces aquí? —sin embargo quién salió fue su padre, yo no podía dejar de verlo con odio, pero al menos pude ver a la hermana de Lis atrás de él— Lárgate, si tú también vienes a suplicar algo para ella… —le interrumpí hastiado, incluso me sin querer disimular ser maleducado.

—Lis está bien, no necesita nada de ustedes.

—¿Entonces qué haces aquí?

—No he vivido a verlos a ustedes —como tengo que sonar convincente decidí aprovecharme de mi situación con mamá—. He venido a ver a mi madre.

—No está.

Suspiré molesto y saqué mi teléfono, la llamé, confirmó que estaba en la casa, así que le dije que su linda pareja me estaba negando verla. En poco tiempo entró a la casa por la puerta del jardín y vino a la principal a abrazarme con fuerza.

—Hijo, que alegría que vengas a verme —el señor se apartó y ordenó con un gesto a su hija que se fuera para luego él, recostarse de la pared.

—¿En serio te vas a quedar con estas personas?

—Diego, no sé que te ha dicho esa muchacha, pero las cosas no son así

—No se trata de lo que me dicen o no, sino de lo que veo. Ese hombre la ha tratado mal —lo señalé molesto y él bufó burlón—. Y no sólo él, sus abuelos también. Hablan con odio sin importarles enfrente de quien estén.

—Diego, hay una razón.

—¡No hay razón alguna para lastimar a una niña hasta dejarle marcas!

—Niño —el imbécil se acercó prepotente—. No le grites a tu madre.

—¡Y tú no lastimes a tu propia hija!

Me dio un puñetazo en el rostro rompiéndome el labio, ¿y qué hizo mi madre? Lo apartó y me dijo que no debía provocar peleas… ¿En serio? Un estúpido me golpea por defender lo que es correcto ¿y es a mí a quien ella regaña?

—¡No te me acerques de nuevo! ¡No quiero verte y tampoco saber nada de ti! —espeté furioso alejándome de ahí.

—¡Diego! ¡Espera!

—¡No! ¡Estás loca! —bramé ofendido— ¡¿Cómo es que eres tan ciega?! ¡Reniego de ser tu hijo!

Simplemente me largué de allí y dejé a mi madre gritando que me detuviera y volviera para hablar, después de esto es completamente imposible que pase todo el puto verano con ella y esa mierda de familia. Volví a la casa echando humo y azoté la puerta asustando a todos.

Un camino juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora