❝ Incluso si jamás nos hubiésemos encontrado, siempre llevarías mi corazón contigo. ❞
Camila está enamorada de su vecino y compañero de clase, Shawn. Conseguir enamorarlo ha sido su objetivo desde siempre pero cuando Luke aparece en su vida junto...
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— ¿Cómo vas? — Alessia da un empujon mientras caminamos de regreso hacia los chicos.
— Tengo algo que compartir contigo. — digo emocionada.
— Dime, un chisme se cuenta completo o no se cuenta nada.
— Antier, Shawn y yo nos tomamos de la mano. — susurro lo último casi como si fuese un secreto.
— ¿Es en serio? — me mira incrédula, — Según recuerdo, han estado juntos por más de siete años. ¿No te tomo ni una sola vez de la mano en esos años?
— Bueno, si pero es diferente. ¡Ahora somos una pareja!
— Dios, ¿cómo es que una tomada de mano te pone tan contenta? — da un ligero golpe a mi frente, — Pensé que dirías que se besaron o algo así.
— Pues no vamos tan rápido cómo tu y Cal.
— No metas mi relación con la paloma en esta conversación. — me apunta con su dedo índice.
Suspira pasando su brazo por sobre mis hombros.
— Cartera, no pretendo que los dos se metan lengua sólo, — mueve su brazo desesperada, — al menos un pico.
— ¿Crees que sea porque me falta encanto natural? — frunce el ceño, algo confundida, — ¿Será que no soy lo suficientemente bonita?
— Cierra la boca, idiota. Eres preciosa, te haría un maldito altar para que todos te apreciarán, deja de decir estupideces. — su tono es firme, realmente no esta bromeando.
— ¿Qué haré, entonces?
— No sé, puedes ponerte la mejor ropa que tengas en tu armario e igual tu apariencia no importa. — sonríe y me da la seguridad para creerle.
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¿Por qué tuve que ponerme un vestido? De todo lo que había en el armario, ¿por qué un vestido?
Shawn dijo que saldríamos a un lugar especial, aunque sólo es el viejo quiosco del centro. Ahora los mosquitos pican mis piernas a causa del vestido y los malditos tacones están matando mis pies.
Eres un genio, Karla. El silencio incómodo que hay me hace removerme en la banca en la que estamos sentados.
— ¿Te pusiste perfume? — pregunta de la nada.
— No, ¿por qué?
— Hueles a algo y no sé a qué.
— ¡Ah! — exclamo al recordar a mamá antes de irme, — Le dije a mamá que me sentía congestionada y me unto un ungüento, seguro es eso.