Treinta y cuatro

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—¿Cuánto tiempo tenemos? —pregunté tratando de organizar mis cosas en la maleta

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—¿Cuánto tiempo tenemos? —pregunté tratando de organizar mis cosas en la maleta.

—Tenemos cuatro horas para llegar al aeropuerto —respondió Chase, estaba recostado en el suelo de mi habitación. Veía el techo.

Tuve que detenerme un segundo para suspirar y preguntar qué rayos estaba haciendo. Y eso hice.

—¿Se puede saber qué rayos haces y por qué no estás alistando tus cosas? —Inquirí, Chase alzó una ceja, pero no me respondió. Al menos no con palabras, lo hizo con acciones. Al cabo de cinco minutos, su maleta estaba lista.

—Me he mudado unas ochocientas veces, Nick. Sé cómo ordenar una maleta en menos de lo que canta un gallo. Y hablando de gallos, voy a compartir algunas palabras con ese pajarraco antes de irme. Permiso. —Mi amigo asintió y se retiró de mi habitación. Me quedé en silencio después de lo que sucedió.

Chase supo callarme sin hablar mucho.

Luego de varios minutos, terminé de ordenar todo y logré que la maleta cerrara, así que decidí buscar a mi amigo para avisarle que era hora de irnos, lo busqué por toda la casa, pero no estaba. ¿Seguía en el granero?

—¿Chase? —lo llamé, estaba sentando en el techo del granero, abrazado del gallo David, mientras veía la pantalla de su teléfono. —Perdón que los interrumpa, creo que ya debemos irnos —comenté divertido.

—Estábamos viendo memes juntos, ya nos hemos amistado. —Chase se encogió de hombros y giró a ver al gallo. —Me temo que ya debo irme, David. Espero volver pronto.

Y el gallo acercó su cabeza a la de mi amigo.

—¡Esperen! —gritó mi madre desde el otro lado del granero, ambos corrimos hacia donde estaba ella.

—¿Qué pasa? —pregunté. —¿Estás bien?

—¡Todo bien! —Sonrió emocionada. —Acaba de nacer un polluelo, ¿qué te parece si le dejamos a Chase elegir su nombre?

—¿Estás segura que quieres dejar que Chase nombre a un pollo? —pregunté alzando una ceja. Chase ya estaba saltando emocionado a mi lado.

—Nick, tú nombraste a Pioscila, ¿puede haber algo peor? —dijo mi madre. Oí el cacareo de la gallina desde lejos.

¿Eso realmente estaba pasando?

—¡Quiero se llame Clotilde! —gritó Chase, me asustó. Giré a verlo. —Les explico, se va a llamar Clotilde porque las gallinas hacen clo-clo-clo —imitó el sonido que hacían, miré a mi madre y empezamos a reírnos.

—Creo que es hora de irnos. —Miré mi teléfono y reparé en que ya solo nos quedaban dos horas y media para llegar al aeropuerto.

Así que después de una dramática despedida de parte de Chase hacia David y Clotilde, pude abrazar a mis padres y prometer que volvería pronto. Estar fuera de la ciudad me había servido mucho. Ellos desearon que todo saliera bien. Mamá me aconsejó que pateara a Andrew si las cosas se salían de control.

Luces, música y acciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora