19: El chico sin vida

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—¿Qué?—murmuró ella. Sonrió incrédula—, No, a ver. Deja que lo haga yo.

Colocó sus dedos temblorosos en el cuello del chico y cerró los ojos. Tragó saliva y se concentró en el tacto de sus dedos con su piel. Pero no sintió nada.

Leónidas no tenía pulso. Se había ido.

—No...—susurró ella. Se acercó aún más al cuerpo del chico y le tomó del rostro. Dio varias palmadas en su mejilla, como si fuera a despertarse mágicamente, aunque ella sabía que eso no iba a suceder.

Sus ojos estaban vacíos, no había restos de los nervios de antes ni mucho menos de la felicidad y diversión que solía habitar en ellos. Estaban huecos. Su boca estaba entreabierta, un hilo de sangre salía de ella. Inna colocó la cabeza del chico en sus piernas, mientras dejaba que las lágrimas golpearan su rostro.

—Leónidas, no...—Comenzó a llorar—. No puede ser verdad... no, no puede ser... ¿por qué has hecho eso? ¿POR QUÉ?

El tono negro de la camisa que se había puesto se había convertido en un rojo sangre, como el color del vino. Su piel estaba tan pálida que daba miedo; aunque su cuerpo estaba en una posición recta, como si estuviera durmiendo. Pero no. Leónidas se había ido. Y todo había sido tan rápido como un chasquido.

¿Por qué todo el mundo tenía que morir? Todas las personas que a Inna le importaban acababan muriendo, ¿era ella una mala persona y el universo se lo estaba devolviendo? ¿Por qué todo lo que le pasaba eran desgracias? Cuando le ocurría algo bueno, sólo duraba unos minutos. De repente, pum, una muerte. Un robo. Un secuestro. Un disparo. ¿De verdad se merecía todo eso?

—Inna.—le llamó Conway. Ella levantó la mirada y se encontró al oficial de pie. Tenía la ropa lleva de sangre. Ella miró su vestido: toda la parte baja estaba teñida de rojo, al igual que sus manos y parte de su cuello. Seguramente también tenía el rostro manchado, se había tocado mucho la cara. A pesar de la llamada del Superintendente, Inna no encontró la fuerza suficiente como para moverse del sitio hasta que la ambulancia llegó.

Varios EMS entraron a la iglesia con camillas, y obligaron a Inna a separarse del cuerpo de Leónidas.

—Por favor, dejadme—suplicó ella casi sin voz cuando Conway y Moussa le agarraron del brazo. Intentó zafarse de su agarre, aunque tampoco puso demasiada fuerza. Acabó rindiéndose y se recostó entre los brazos de los policías—. No puedo más, de verdad que no puedo... todo el mundo acaba muriendo...

—Respira, Inna. Respira.—susurró Conway mientras le acariciaba la cabeza. Aquel gesto de cariño sólo hizo que Inna llorara más. A pesar de que tenía a dos personas apoyándola, se sentía terriblemente sola.

Inna y Leónidas no eran novios, su relación no fue la mejor; pero después de tanto tiempo sin estar con alguien la chica se había comenzado a ilusionar. Le gustaba mucho estar con Leónidas, era divertido y sabía qué decir para distraerla. Aunque eso a veces era un problema para su trabajo, el chico era sin duda la persona más despreocupada que Inna había conocido, y eso a veces le venía muy bien.

Después de hablar las cosas, estaban mejor que nunca. Y justo cuando todo iba bien entre los dos, él tenía que morir. ¿Por qué había hecho eso? ¿Cuál era su objetivo? Presentarse en la iglesia con una pistola... era una puta locura. William disparó en defensa propia, y eso Inna lo entendía. Quién sabe qué podría haber pasado si Leónidas hubiera disparado a Conway.

Opia (Jack Conway) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora