28: Lavado de cerebro

1.4K 146 13
                                    

—¡Siniy, al fin te encuentro!—La alegre voz de Yun Kalahari resonó por todo el apartamento. Inna, que estaba sentada en el sofá jugando con Sam a las cartas, levantó una ceja incrédula.

—No me he movido de aquí en toda la mañana.

—Sí, sí, como sea. Te he traído un regalito.

El asiático agitó una enorme bolsa de papel; ésta era blanca y tenía un logo que Inna había visto ya en algún lugar, pero que no lograba reconocer.

—¿Un regalo para mí? ¿Por qué?—preguntó ella sintiendo la mirada intensa de Samira.

—Para la fiesta de pasado mañana. ¡Mira esto! ¿No es precioso?

De la bolsa sacó un bonito vestido negro largo. Inna se quedó con la boca abierta.

—Me acabas de comprar un vestido.—Fue lo único que dijo, pues no le salió nada más. Ya había reconocido el logo de la bolsa: era de una prestigiosa cadena de ropa formal.

—Estoy flipando—dijo Samira—, ¿A mí no me has comprado uno?

—Dile a Emilio que te lo compre—respondió Yun con desdén. Sam levantó una ceja en respuesta, aunque él le ignoró. Como un niño pequeño, cogió el vestido entre sus manos y se lo tendió a Inna—, Pruébatelo.

—¿... Ahora?—preguntó ella. Vio cómo algunos miembros de The Union se asomaban por la puerta con miradas curiosas.

—Pues claro, hay que ver si he elegido la talla correcta.

—Bueno, pues ahora vengo.

Y tan rápido como lo había dicho se marchó al baño. Allí pudo ver el vestido con tranquilidad y, joder, era precioso. Pasó las manos con cuidado sobre el tejido, notando la fría tela rozar contra la yema de sus dedos. Se lo colocó por encima del cuerpo, mirándose al espejo. Era precioso. Simple, pero precioso. Como a ella le gustaban.

De repente, llamaron a la puerta.

—Pasa.—dijo Inna.

Yun apareció por la puerta, con una caja roja—: Toma, ponte estos zapatos también. ¡Rápido, Siniy! Tengo que saber si debo descambiarlo por otra talla.

—Vale, vale.—murmuró ella mientras el muchacho cerraba la puerta. Puso la caja en el váter y la abrió. En ella habían unos altísimos tacones negros. Inna se quedó, una vez más, con la boca abierta del asombro.

No tardó en quitarse la ropa y ponerse el vestido, con muchísimo cuidado de no romper nada. Cuando se puso los tacones se sintió altísima. Se miró en el espejo y se quedó congelada. Hacía tanto tiempo que no se ponía un vestido... se sentía rara; y supo que peor se iba a sentir el día de la fiesta, cuando estuviera maquillada.

Abrió la puerta del baño y se dirigió al salón. Por el camino vio a Nadando asomado en la puerta de la cocina. Al verla, el hombre hizo un leve movimiento de cejas, pero no dijo nada.

—Inna, ¡estás preciosa!—exclamó Samira en cuanto la chica se hizo ver. Le dio un golpe en el brazo a Emilio, el cual estaba justo a su lado—. Podrías comprarme un vestido tú también.

—Como si tuviera el dinero.—se quejó el mexicano con tono desinteresado.

Yun comenzó a aplaudir, tenía una enorme sonrisa en la cara. Se acercó a Inna y, mientras se agachaba para estar a la altura de sus rodillas, dijo:

—Esta abertura servirá para que guardes varias armas. ¿Habéis visto? He pensado en todo.—Mientras hablaba rozó con sus dedos el muslo de Inna. Ella se revolvió incómoda y se echó un poco para atrás. Yun se levantó rápidamente y se puso en frente de ella. Ahora eran de la misma altura.

Opia (Jack Conway) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora