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¿Su boda? Nada, todo lo planeado, que era casi a su 100%, pues no pudieron hacer nada ante la terrible noticia de que un meteorito iba a impactar contra su amado pueblo. Ambos, Fargan y Willy, tomados de las manos, se miraron a los ojos, y con suaves palabras dijeron que se casarían si sobrevivían, sellando esa promesa con un beso, tenían miedo, en sus ojos se veía.
Dejaron todo lo que tenían hecho en un cofre reforzado, oculto en la Hermandad oscura, con la esperanza de que sobreviva, al igual que ellos.
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Era el día, estaban a nada del impacto, la pareja se encontraba con sus amigos, aquella pareja tan rara pero funcional, Vegetta y Rubius. Todos estaban sentados cerca, cada uno abrazando a su pareja, Vegetta con Rubius entre sus piernas, abrazándolo con fuerza y una mirada de pena y miedo, mientras que Willy estaba entre las piernas de Fargan, con su costado derecho pegado al mayor, abrazando su torso, mientras que el castaño lo abrazaba por la cintura, los cuatro sentados en una colcha colocada con anterioridad, dejando cerca de la misma un poco de comida y algunas botellas de agua.
Rubius tenía las orejas pegadas a su cabeza, con una mueca de miedo y tristeza, pidiendo de forma silenciosa mimos, a la vez de que era una petición para que el azabache no se separara de él. Mientras que el albino se aferraba al mayor, este, además de ajustar un poco su abrazo, decidió usar sus alas, como un pequeño refugio para que su pareja se sintiera más protegido de lo que ya lo hacía entre sus brazos.
Tanto Fargan como Vegetta se miraron preocupados, por lo que compartiendo una idea, decidieron empezar a hablar, para distraer a ambos que se ocultaban, de a poco y con ayuda de los chistes malos que ambos mayores contaban, los albinos fueron medio saliendo de su escondite, pero sin alejarse ni un centímetro de sus parejas. A esa conversación decidieron sumar al resto de sus amigos, por una llamada, intentado de esa forma que todos se distrajeran un poco, permitiéndose reír de aquellos chistes malos contados, o simplemente contar cosas bonitas.
Toda buena vibra fue cortada secamente por la voz que empezaba con la cuenta regresiva, haciendo que el corazón de todos se acelere, abrazando a quienes más cerca tenían, el pánico recorriéndolos, dándose una despedida silenciosa e inconsciente.
La cuenta iba avanzando, pero se sentía seguro entre los brazos de su pareja, suspiro, hacia poco escondió si cabeza en el cuello del mayor, pero, se alejó de ahí, para poder verlo, ambos portaban una mueca de disconformidad y miedo, llevó su mano izquierda hacia el cachete del contrario, acariciando suave con su pulgar, poco después tomándolo con suavidad, acercando su rostro, a la distancia adecuada lo besó, cerrando los ojos, sintiendo el pequeño apretón en su cuerpo, pero lo dejó dar cuantos quisiera. Al separarse entre abrió los ojos, dejando sus labios cerca.
Willy- te amo, y no importa que, nos vamos a casar, sea en nuestra querida Karmaland o en el más allá o en otra vida, tú, Fargan, te casarás conmigo, cueste lo que cueste, por que te amo, y no te dejaré en paz hasta conseguirlo -una suave y tranquila sonrisa apareció en su pálido rostro, sacándole una suave sonrisa al contrario, el cual dejó un pequeño beso en sus labios.
Fargan- será un placer casarme contigo, sea en la vida que sea, en el momento que quiera, y donde quieras, por que me has enamorado profundamente tortuguita, y no pienso dejarte ir, jamás -luego de aquella declaración se besaron de nuevo, uno largo, dulce, suave, amoroso.
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El meteorito impacto contra el poblado, todos se abrazaron a quienes tenían cerca, pareja, amigos, animales, lo que fuese, tenían mucho miedo. Luego del impacto todos quedaron atónitos, estaban vivos, están vivos, habían pensado que iba a ser todo lo contrario, pero estaban felices por ello, y la paz que baño sus cuerpos era muestra de eso.
El híbrido y el albino se fundieron en un beso, con suaves y apacibles lágrimas corriendo sus mejillas, sintiéndose liberados del miedo, nada podría matarlos, ni hoy ni nunca, excepto la vejez o alguna enfermedad.
