Lee Felix abrió la puerta, la casa estaba limpia y los gatitos dormían juntos mientras soltaban pequeños ronquidos.
Tal vez, el médico tenía muchos pacientes y estaba estresado por ello. Tal vez necesitaba dormir más o, quizá el café no sabía bien... El pecoso suspiró pesadamente, pensar en posibles escenarios no es algo que pueda hacer con tan limitada imaginación.
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Los siguientes días fueron muy tranquilos, y la vida de Lee Felix pareció detenerse silenciosamente.
El teléfono del doctor daba la impresión de estar apagado todo el tiempo y por consiguiente nunca pudo invitarlo a cenar. Hwang Hyunjin no llamaba, pero a veces le mandaba algunos mensajes de texto cálidos por la noche.
Le tomó cuatro o cinco días a Lee salir de nuevo. Si no tenía apetito, por lo menos podía entretenerse comprando comida para llenar el refrigerador de su casa.
Hoy el viento trajo consigo copos de nieve.
No lleva en su cuello una bufanda así que simplemente compra algo y planea irse a casa con rapidez. Cuando camina hacia un callejón, no se percata de un enorme charco de agua en el suelo. Se cae y se pone inmediatamente de cuclillas.
El dolor es inevitable, pero no puede permitirse la autocompasión. Se muerde el labio en silencio, se levanta y empaca las cosas esparcidas por el suelo... Finalmente se inclinó y comenzó un tormentoso viaje para ir a casa.
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Cuando está solo, se siente abandonado y deprimido. La amargura muestra ser lo suficientemente fuerte como para hacerle sentir helado y con rapidez, se percata de que el tiempo lo ha vuelto incluso un hombre apagado... La frialdad de Lee Felix no puede quitarse, lo que ha experimentado solo duele una y otra vez, despedida tras despedida.
Los cuatro pequeños gatos crecen muy rápido, lo puede notar al sentir sus largas patas sobre él. Les encanta cuando los envuelve entre sus brazos y sus pequeñas garras se enganchan entonces en la tela de su cuello y de su abdomen. Él sabe que son cálidos, esponjosos, huelen bien y lloran por hambre... Su mente encuentra un nuevo pasatiempo, picando las almejas y el pescado de una sopa hasta convertirlo en un caldo blanco y lechoso.
Lee Felix no esperaba que Hwang Hyunjin regresara a las once de la noche.
Él sabe que el sueño que siente es superficial, y se despierta por completo cuando la puerta comienza a abrirse.
Hwang se quita los zapatos de cuero de vaca italianos y lanza su grueso abrigo de lana en el sofá. Este hombre nunca usaría una bufanda mientras estuviera con vida, piensa Felix.
—¿De vuelta ya?
Hwang Hyunjin levanta ambas cejas.
—¿Por qué no has dormido todavía?
Lee sonríe y toca suavemente las manos de Hyunjin. Hace frío y él está helado:
—No me dijiste que volvías ¿No querías que te recogiera?
Hwang se aproximó y le dio un pequeño beso:
—El vuelo fue demasiado tarde, no quería molestarte. La temperatura de invierno en Seúl es demasiado baja.
Felix no respondió al sonido de su voz y rompió rápidamente su agarre con la mano de Hyunjin:
—Hay un poco de sopa de pescado en la cocina, lo pondré a calentar y te daré un poco.
El pelinegro asiente. La expresión en su rostro es mucho más suave ahora:
—Iré primero a bañarme.
Hyunjin se apresuró y cuando salió, Felix estaba poniendo la sopa caliente en un tazón de porcelana blanca.
—Cambié la receta, pero el sabor está bien. Ya verás.
Hwang tomó el tazón. Puso cara de asco.
Lee dijo:
—Los gatitos no pueden soportar el sabor del aceite, no pueden comer sal tampoco.
Hwang bebió la sopa como si fuera una medicina. Dejó de lado el plato, se limpió la boca y estiró los brazos hacia Felix. Lo presionó contra el sofá de una manera muy fácil:
—Cuando no estoy en casa, ¿te la pasas jugando con los gatos a cada instante?
El pecoso solo negó con la cabeza. Su expresión era muy tierna, pero la frialdad en su voz era lo suficientemente obvia como para ser ignorada. Hyunjin se acercó y quiso besarle en los labios. Lee inclinó suavemente su cabeza y un ligero beso cayó sobre aquella mejilla pecoso.
—Estoy muy cansado. —Lee conoce cada punto en el rostro de Hwang Hyunjin como la palma de su mano. Sabe que está irritado sin necesidad de mirar los complicados ojos oscuros encima de su cabeza—. Estás cansado tú también, ¿o no? Vamos a la cama temprano.
—Te extrañé mucho —dijo Hwang. Su aliento, cerca de la oreja de Felix, lo calienta—: Déjame abrazarte al menos.
Hyunjin conoce que las orejas de Felix son muy sensibles. Su voz es muy buena, sus manos también deben sentirse bien y mientras se acerca, al rozar su piel, más convencido está de que ya lo tiene dominado...
Sin embargo, el rubio solo frunció el ceño.
Esta vez está disgustado con su atención. No quería trabajar con él y no deseaba ser estimulado por Hwang de ninguna manera. Después de pensarlo, tomó la iniciativa y abrazó a Hwang Hyunjin: