Los horizontes se encendieron ante la luz de un nuevo día. Las flores húmedas con lágrimas del alba elevaron al cielo una columna de fragantes aromas en ofrenda a los divinos moradores del palacio de los Dioses.
Los sacros aposentos de Athena prohibían la entrada a cualquier varón a excepción de su Majestad, razón por la cual, Owl se había encargado de recibir los obsequios de manos de los siervos del mensajero Argicida durante aquellos días.
En esta ocasión, atribuyendo el fracaso de sus esfuerzos a la ineptitud de su servidumbre, el propio Mercurio acudió a sus dominios para entregar aquel que sería el mensaje definitivo y con el que pondría fin a su torturante incertidumbre.
—Príncipe —exclamó la mítica lechuza conteniendo su paso—, la Diosa Athena se encuentra indispuesta debido a las exhaustivas labores para la preparación de su próxima campaña en la Tierra. Me ha dado la orden de no ser interrumpida.
—Se trata de un asunto importante, entregarás este mensaje sin falta ¿has comprendido esclava?
Pero Owl, que siempre fue una guerrera perspicaz y celosa con los asuntos relacionados a su Patrona, se hallaba profundamente resentida con el heraldo, pues conocía perfectamente sus cuestionables artimañas y escasos miramientos a la hora de embaucar a cuanta hermosa doncella se le fijara entre ceja y ceja.
—Alteza —expresó al fin con semblante y modulación graves—, mi trabajo no se limita al simple deber de una sierva, soy la persona más cercana a la Princesa. Así tenga que levantar el puño contra los poderosos Dioses, he de proteger su vida con la misma fiereza con la que defenderé su corazón.
—El tuyo, es un lenguaje demasiado osado para ser dirigido al predilecto del Soberano —exclamaba él, dirigiendo su imponente presencia hasta quedar a mínimos centímetros de la doncella.
Owl permaneció inmóvil y tras exhalar un suspiro que culminó en una leve risa, Hermes prosiguió:
—Sé lo estás pensando, pero no albergo intenciones de injuriar a tu ama. Su dulzura y belleza han hecho de mí, un Dios, el más devoto de sus adoradores. Es mi único anhelo dedicarme a su cuidado, bienestar y ser el autor de su preciada felicidad.
No es sabio retarme —en son de amenaza volvió la vista a sus alrededores, buscando el modo de ingresar a los aposentos—, de una forma u otra esta carta llegara a manos de Athena. Imagina cuan renuente es mi determinación si con pleno goce proclamaría frente al Concilio que me he enamorado de la virgen predilecta del Rey de Reyes.
Owl, que hasta el momento había mantenido la mirada baja como lo dictan las pleitesías, dirigió sus ojos hacia los del Dios y tras breves segundos pronunció —Entregaré su encargo.
—Muy Bien —expresó Hermes con un ademan complacido— Serás generosamente recompensada.
—Ni el oro ni las joyas o los lienzos finos son importantes para mí. Confió en las palabras del Príncipe y en la verdad que ha revelado a través de sus ojos. Sólo usted es capaz de devolver la sonrisa al gentil rostro de mi Señora.
Hermes asintió con la cabeza, consagrando dichas palabras en su corazón como su más importante misión y al entregar el papiro a la sierva, manifestó —Hay algo más que debes hacer, escucha con atención…
Tras recibir precisas instrucciones por parte del Olímpico, el sacro mochuelo entró por el balcón de la alcoba de su Ama, quien frente a un gran espejo se encontraba rodeada de un grupo de doncellas que ceñían su delicada figura con la más fina seda y ornaban sus brazos, muñecas y cintura con alhajas doradas que ostentaban variadas decoraciones e incrustaciones de piedras preciosas.
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Reminiscences of the Stars
RomanceQue pasarías si las estrellas hablarán contarían las historias más bellas de la creación. "Existe una gran potencial que rige la vida de este mundo desde tiempos inmemoriales, una potencia cuyo poder incluso doblega hasta el corazón de los mismos di...