Capitulo 14: Dios De Dioses

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El Monte Olimpo, la Tierra Sagrada de donde parte y converge todo lo existente. He aquí la sede de la gloria divina, morada de los inmortales Númenes que sostienen los pilares de la creación. En este lugar de inmaculada perfección, la crueldad se oculta detrás de los rostros más hermosos, las conspiraciones se ciernen con su silenciosa ponzoña entre las marmoladas columnas que lo sustentan y la guerra en nombre del poderío, tiñe las manos de los Dioses con la sangre de sus propios hermanos.

Aquella que arriba al Palacio Imperial a destrozar los muros que separan la frágil concordia de las luchas de poder, por un instante permanece en silencio. Siendo amedrentada por la penetrante mirada de tres pares de ojos, la mujer mortal busca en su pensamiento la manera de hilar su discurso.

El Omnipotente Zeus se encontraba acompañado por su Real esposa y el Dios Hefesto, que previo a la llegada de la humana, presentaba ante su Señor sus más recientes trabajos.

Bastó un ligero, apenas perceptible movimiento impaciente de los dedos del Monarca sobre los descansos de su trono para que la mujer se apresurara a manifestar.

-Hermes y Athena, tus hijos predilectos están coludidos en tu contra. Se han asentado en la Tierra y planean fundar una nueva generación de Dioses en donde ellos rijan como Rey y Reina.

Los ojos de Zeus se encendieron con gran indignación.

-¡Miserable mujer! ¿Cómo osas proferir semejantes calumnias en contra de mis adorados hijos?

-¡Mi Señor! Todos estos siglos tu hija ha buscado la simpatía de los humanos para hacerse de un ejército tan vasto, que sería capaz de cimbrar con sus zafios bramidos los ancestrales muros de tu palacio.
Además, la profecía de la madre Gea no era del todo errónea. La Diosa de la Guerra está embarazada. Existe la posibilidad de que dé a luz a un varón que desafié tu magnificencia y sea capaz de arrebate el trono.

El Dios Herrero perdió el equilibrio ante la noticia, forzándolo a sostenerse momentáneamente de una columna. Negándose a aceptarlo, prorrumpió.

-¡Estás mintiendo! El Cosmo de un nuevo Dios no pasaría desapercibido para nosotros.

-En efecto -prosiguió la mortal-. Como ustedes saben, Hades fue sellado tras su derrota frente a la orden Ateniense. Valiéndose de ello el Dios Mensajero que tiene libre acceso al Inframundo, hurtó el yelmo del Emperador. Gracias a sus propiedades místicas de invisibilidad, han logrado ocultar sus propios Cosmos y el de su vástago. De esta forma, incluso para la omnipresente mirada del Rey de los Dioses, encontrarlos sería una labor compleja.

-¡Es imposible! Hermes y Athena jamás me traicionarían, ni faltarían a sus principios.

-Mi Rey -visiblemente consternado, interrumpió el Dios Herrero-¡Esta mujer dice la verdad!

-¿¡Hefesto!?

-Fui testigo de las obscenas artimañas que el Heraldo utilizó para depravar el corazón de la Princesa. Yo mismo y en tu nombre, le hice una grave advertencia para que se alejara de ella.

La indignación se retrató en las facciones del Gran Soberano. Extendió su omnipresente mirada hacia a cada rincón del universo, pero el Cosmos de sus hijos no manifestó señal alguna.

La celosa Hera, que siempre repudió a los vástagos que su marido había concebido con otras Deidades, encontró en ello una valiosa oportunidad. Enseguida, se acercó a su oído para envenenar el quebrantado corazón del Rey.

-La total aniquilación de los traidores y de la raza inmunda que volvieron en contra tuya...

-¡Iris! -Exclamó el Monarca levantándose bruscamente de su asiento y a su orden, la emisaria Divina se adentró inmediatamente en la sala del trono, inclinándose ante él con la mirada hacia el suelo.

-¿En dónde se encuentra Hermes?

-Se...Señor mío, lo desconozco, pero en su lugar yo me encargaré de cumplir cualquiera que sea tu mandato.

-No trates de engañarme Mensajera ¡Si intentas encubrirlo, sufrirás su mismo castigo!

-Tu voluntad es la mía, Señor. Al igual que tú, reprobaría cualquier acto indebido y castigaría a los culpables.

-Cualquiera que se atreva a desafiar mi supremacía, sufrirá una peor condena que la de los Titanes retorciéndose en el Tártaro ¡Preparen mis armas y mi Ropaje Sagrado! -Mediante un gesto de su mano, el Dios Padre ordenó a los presentes que se retirarán del recinto y estos, atemorizados por su ira, rápidamente acataron el mandato y desalojaron el lugar.

Afligida por la noticia, la madre del Dios Hermes caminaba apresuradamente por el corredor, dirigiéndose al encuentro con el Monarca para abogar por su amado hijo.

-Maya -henchida de satisfacción, exclamaba Hera al salir de la sala-... ¿Has venido a rogar misericordia?

-Majestad, estoy segura de que todo esto se trata de una calumnia. Debo hablar con el padre de mi hijo para...

-¡No hablarás con mi marido! -prorrumpió la Reina sosteniendo rudamente el brazo de la Pléyade- En poco tiempo, tu hijo será rigurosamente castigado bajo la ley de mi Señor. Ahora ¡Fuera de mi vista o me encargaré de matarte con mis propias manos!

Tras ser arrojada al suelo, Maya soltó en llanto mientras la cruel Soberana partía a sus aposentos.

Iris, que recién salía de la sala del trono, le ayudó a reincorporarse.

-Maya, en estos momentos no sería prudente hablar con el Rey.

-¡Por favor, dime qué está sucediendo! ¡El Olimpo entero llama a mi hijo traidor!

-La única verdad, es que Hermes y Athena se encuentran profundamente enamorados y están dispuestos a enfrentar hasta las últimas consecuencias con tal de salvaguardar su amor. Tu hijo es fuerte -sonriendo gentilmente, prosiguió la Diosa colocando su diestra en el hombro de la Pléyade-, él protegerá a Athena y ambos saldrán victoriosos de esta prueba. Bríndales tus oraciones, eso les dará fortaleza.

Con la grave alerta de usurpación, se redobló la vigilancia en el palacio de los Dioses y los guardias encargados de custodiarlo se congregaron en cada flanco del Reino.

-Hermes, Athena- En esa densa atmosfera de tensión, cavilaba la hermosa Mensajera mientras cruzaba los jardines del alcázar, dirigiéndose a los aposentos de su homónimo-... las siniestras fauces del Destino vienen a su encuentro, esta es la prueba final.

Pero el Destino es misericordioso. Se puede predecir, leer en las estrellas o hallar a través de los rituales del Oráculo, pero para la mayoría de los seres que viven inmersos en su cotidianidad, llega sin avisos previos que mermen su inocente felicidad antes de tiempo.

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