Capítulo Tres: ¿Donde Está Tu Marido?

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-Sé que Joe me ama, pero, Jesús, las cosas que hace a veces. Anoche fue la cosa de la ropa, otra vez.

Millie estaba trabajando durante la hora del almuerzo, tratando de recuperar

muchas de sus citas perdidas durante el día lo antes posible. Lo que realmente

quería hacer era correr en círculos gritando, pero no veía de que manera podía ayudar eso.

Sheila McNeil tenía treinta y cinco años y tenía problemas con su marido después

de cuatro años de matrimonio. De todo lo que Millie había escuchado en los últimos dos meses, una gran parte del problema, era Joe: miedo a la intimidad, lo que le llevó cíclicamente a acercarse y evitarse. Sheila intentaba que Joe fuese a algunas sesiones con ella pero sus intentos no habían tenido éxito hasta la fecha, de

modo que la estrategia actual de Millie era trabajar en las habilidades de

confrontamiento de Sheila y la disminución de su tendencia a obsesionarse con las acciones de su marido en lugar de tratar con las suyas.

Millie hizo un alentador sonido Estoy escuchando con su garganta.

-Es como usted ha dicho. Estaba tratando de hacerlo hablar sobre sus sentimientos

una vez más, ¿por qué no quería ver a alguien? Y, ¡pam!, ya estaba la primera pelea porque me dejé una carga en la lavadora durante dos días y ahora estaba mohosa.

Millie asintió. -¿Cómo lo manejaste?

-Le dije que yo me haría cargo de la ropa pero él estaba evitando el verdadero

problema.

-¿Y?

-Él salió furioso y comenzó a lavar la ropa.

Por lo menos todavía estaba en la casa. En los primeros años del matrimonio de Millie,

cuando Davy salía de una discusión, él se iba por lo general a miles de kilómetros

de distancia.

-¿Cómo te sentiste al respecto?

-Furiosa. Herida. Pisoteada. Entonces me pareció gracioso, pero decidí que,

riéndome de él no iba a mejorar las cosas.

Millie sonrió.

-Eso es una mejora.

-Sí. Golpearía el sentimiento de culpabilidad, cualquier día de estos.

El intercomunicador pitó y Millie frunció el ceño. -Disculpa, Sheila-. Levantó el

auricular. -¿Sí, Loraine?

-Siento mucho interrumpir, pero hay algunos agentes del FBI aquí, que insisten en hablar contigo.

¿Se trata de Davy? Millie miró su reloj. -¿No les has dicho que termino en cinco

minutos?

-Sí, lo hice.

-Diles que me has dicho que están esperando y que te he dicho que salgo en cinco minutos.

Ella hizo lo posible para concentrarse en Sheila el tiempo restante, pero fue duro.

-A nuestra hora habitual, la próxima semana, pero primero una llamada para

confirmar, ¿de acuerdo? Mi vida se ha vuelto un poco más agitada que de

costumbre, ahora mismo.

Reflex - Steven GouldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora