Después de pasar una tarde observando en la dirección de Lawrence Simons en
Nueva York, Millie tuvo un día malo y una noche aun peor.
En Nueva York no le habían entregado la comida y el cartero había metido varios
sobres en el buzón, pero eso era todo. Estaba usando la silla barata de plástico que había utilizado en DC y le dolía el culo.
Más tarde, había comprado comida para llevar para ella y Padgett, agachó la
cabeza para no ser vista, y comió su comida ante la estufa de leña en el foso.
Sus sueños habían sido terribles. Iban desde ser capturada por los empleados de Padgett a encontrar el cuerpo sin vida de Davy, con el rostro congelado y sus ojos
cristalizados.
Por la mañana, finalmente abandonó la lucha y se arrastró de la cama, con los ojos cansados, a las cinco. Preparó un té y se puso ropa de abrigo.
Ya va siendo hora de hablar con Padgett, decidió.
Le trajo una taza de té y la colocó cerca de la cabecera del saco de dormir. Estaba
roncando, al parecer estaba profundamente dormido y se encontraba bien. Millie regresó al foso para coger una vieja y curtida silla de director y la dejó a unos quince pies del hombre dormido. Llevaba su peluca y sus gafas regulares. No sabía si entregar a Padgett al FBI o no, pero si lo hacía, no quería decirle a nadie su cambio de aspecto.
Respiró hondo y decidió seguir su propio consejo, las personas se utilizan para
hacer terapia.
-Buenos días, Sr. Padgett.
El ronquido se interrumpió con el chasqueó de sus labios. Todavía estaba dormido
al parecer, pero se dio cuenta que estaba despertando.
-Es hora de despertarse, Sr. Padgett.
Él tiró del borde del saco de dormir hacia abajo y miró detenidamente el cielo gris, luego a ella. -Césped - dicho eso, tiró del saco de dormir hacia arriba sobre su cara.
Ella parpadeó. Eso estaba mal aunque ella no hubiera dormido. ¿Por qué debería él?
Consiguió un cubo del foso y, después de pensarlo durante un momento, saltó a los muelles de Edgartown. El viento había parado pero el aire estaba congelado. El agua salada que bañaba el puerto venía de Nantucket, muy fría, alrededor de siete grados.
Se colocó a unos cinco pies detrás de la cabeza del saco de dormir y le lanzó el agua del cubo.
El agua helada salpicó en la apertura, y mojo la cabeza de Padgett, los brazos, y el torso superior. Luchó con el saco mojado, tratando de abrirse camino fuera de la fría y empapada ropa.
Millie regresó a Edgartown y llenó otro cubo del agua de Nantucket. Dio un salto a Texas, en el borde del pozo muy por encima de Padgett. El hombre se había
quitado la camisa y se acurrucaba sobre las brasas del fuego tratando de
encenderlas. Tenía más leña de la que recordaba, luego vio que había roto la silla
que había llevado hasta la isla.
Me gustaba esa silla.
Puso el cubo en el suelo y salto a la isla, de nuevo alrededor de quince metros de
distancia.
-¿Estamos despiertos, ahora?
Padgett gruñó. El asiento de lona y la parte de atrás de la silla del director había avivado el fuego y puso las patas de la silla cuidadosamente encima de las llamas.
Estaba temblando y se acercó a tomar una de las muletas para andar. -¡Aléjate de
mí, perra!
Millie se estremeció por la intensidad de su voz, y luego se estabilizó. ¿Qué puede
hacerme?
-¿Quieres que te deje solo? Todo lo que tienes que hacer es responder a dos
preguntas sencillas.- Saltó, todavía a veinte pies de distancia. -Uno: ¿Dónde está mi marido, Sr. Padgett? Dos: ¿Dónde está la Sra. Johnson?
Padgett se echó para atrás. Bajó los ojos al fuego y le hizo caso omiso.
Saltó de nuevo a su lugar original a través de la hoguera.- ¿Y bien?
Ella saltó de nuevo y recuperó el cubo de agua. Apareció en el fuego, y él se apartó,
rodando hacia un lado, le tiró el cubo, pero Millie no le dio, y toda el agua se
desparramó en la hoguera. El fuego se apagó en una nube de vapor de agua
ondulante y cenizas. Saltó hacia la hoguera y lo reanimó. Padgett tardó en
reaccionar, pero saltó hacia atrás de nuevo, dejando veinte metros de distancia.
-¿Dónde están, Sr. Padgett?
Estaba sentado de espaldas a la orilla de la isla, por lo que no podía aparecer detrás de él. Se quedó allí, cómodo en un suéter abultado, a veinte metros de distancia.
La boca de Padgett se apretó más, pero no habló.
-¿Voy en busca del cubo?-le preguntó.
Sacudió la cabeza, luego se interrumpió, como si no hubiera querido hacer eso. -
Vete a la mierda. He aguantado cosas mucho peores.
-Bueno, creo que sin duda ha hecho peores cosas a los demás. No voy a irme a la
mierda, hasta saber lo que necesito saber.
-Espero que hayan matado a la perra. No tienes ni idea de a quién o qué estás
jodiendo, chiquilla.
Millie elevó las cejas y dijo suavemente,
-¿Y usted?
Saltó, apareciendo a tres pies de distancia, y no directamente en frente de él, sino en un ángulo muerto, por un lado. Su pie derecho le dio al brazo de la silla y
Padgett cayó hacia atrás, tambaleándose un momento en el punto de equilibrio, al
siguiente chapoteando en el agua. Al instante, caminó de regreso a tierra,
arrastrando su rodilla, estaba completamente empapado.
Millie estaba de regreso a su puesto original, a veinte metros de distancia. -¡Eso se ve refrescante!
Padgett, tomó una piedra del tamaño de un puño, y se la lanzó.
Ella se apartó, de vuelta al foso.
Déjalo, pensó temblando un poco. Es como una bolsa de té. Déjalo estar un rato.
Se limpió el jersey con el paño de cocina. Cuando Padgett había golpeado la
superficie de la piscina, un poco de agua había salpicado en su brazo. Le había
parecido tan fría como el agua de Nantucket Sound.
Lo que estoy haciendo es ilegal.
Ya era culpable de secuestro. Lo que había estado haciendo hoy en el pozo era el
tipo de cosas por las que La Amnistía Internacional escribía cartas.
Millie se estremeció.
¿Dónde trazo la línea?
Ella lo miraba desde el borde. Padgett estaba temblando violentamente. Mojado de nuevo, su único recurso era el ejercicio, tanto su ropa como el saco de dormir
estaban empapados. Millie lo vio desnudarse, escurrir el agua de la ropa y del saco de dormir como pudo, antes de que lo colgara en los arbustos de mezquite en el centro de la isla. Luego, corrió por el perímetro de la isla rápidamente,
balanceando las muletas salvajemente hacia adelante.
No puede mantenerse así por mucho tiempo. No tiene las calorías necesarias.
No disfrutó al ver al hombre desnudo. Era atractivo si se le quitaba una barriga
incipiente y si te gustaban los hombres calvos, pero no podía olvidar qué era y lo
que representaba el tiempo suficiente para disfrutar hasta la más mínima
excitación. De hecho ahora, ella sólo quería que fuera tan miserable como era, y la
única forma de hacerlo era a través de las molestias físicas.
Me estoy convirtiendo en uno de ellos, pensó. Si alguna vez vuelve Davy, no me va a querer.
Padgett estaba a lo lejos con las muletas. -Usted está de un estado de ánimo
irritable ¿no?
La silla de plástico estaba todavía en el agua, la mitad sumergida a dos pies de la
orilla. Mientras Padgett estaba en el otro extremo de la isla, la pescó y la sacudió.
Secó la mayoría de la humedad con el borde de la mano, luego se sentó frente a él.
Parecía tener frío todavía, pero los temblores involuntarios más grandes se habían detenido y ya no tenía azul alrededor de la boca.
Aminoró la marcha al doblar el extremo de la isla, cuando la vio, pero aún
continuó su circuito. Cuando se estaba acercando a ella, rodeó toda la isla para
evitarla.
-Café caliente, mantas cálidas, ropa seca, comida. Suyo en un abrir y cerrar de
ojos.-Hizo caso omiso de ella.
Ella esperó hasta que volvió y fue apartándose de ella y agregó -El agua helada es también una opción.
Vaciló, una punta de la muleta se hundió ligeramente en la arena, pero él siguió su
camino.
Se imaginó a sí misma con un látigo, dándole en las nalgas desnudas. Ya que estoy,
podría ponerme un corsé de cuero bien apretado y botas altas de aguja. Saltó, asqueada consigo misma, enojada con Padgett, y al borde de las lágrimas.
Volvió al cibercafé de Manhattan y empezó a escribir un e-mail al agente Anders.
Iba a preguntarle acerca de Lawrence Simons, pero luego recordó que Anders
comentó algo acerca de la seguridad del correo electrónico, así que lo cambió por
una simple solicitud para llamarlo por teléfono. Una media hora más tarde, de
regreso de tirar un cubo de agua salada de Nantucket Sound sobre un expectante
Padgett, leyó su respuesta.
LLAME AL ÚLTIMO NÚMERO 1300.
Utilizó un teléfono público en la estación de metro Dupont Circle DC, con la mano
limpió las teclas antes de pulsar el último dígito.
Anders contestó a la primera. –Hola- dijo neutral, pero al reconocer su voz dijo -
Ellos me dejaron completamente de lado. Tengo la orden de regresar a la ciudad de
Oklahoma y cuando protesté, me dijeron que era eso o la suspensión. A mi jefe
tampoco le gustó, pero dijo que la orden vino de muy arriba, tanto que le daba
vértigo con solo pensarlo.
Pensó en ello. -¿A pesar de que eres el único que tiene contacto conmigo? ¡Esto me suena más y más como que ellos saben dónde está Davy o que son felices con ello!
-No lo sé. Tal vez. Me gustaría pensar que en realidad tienen una buena razón para
lo que están haciendo.
Ella pensó en eso. -¿Es este un teléfono seguro?
-Eso creo. Como le dije, es un móvil de prepago anónimo. Estoy en el vestuario de
un gimnasio del vecindario. Nunca he estado aquí antes, así que seguro que no
falla.
-Bien. ¿Quién es Lawrence Simons?
Hubo una pausa perceptible antes de que él dijera -Un nombre muy común, ¿no?
-Yo estaría encantada de reducir la lista. ¿Quiere algunas direcciones? ¿Algunos
números de teléfono?
-¡No!
-¿Así que ya sabe quién es?
-Yo sé quién podría ser. Deme un minuto, ¿de acuerdo?
Introdujo un par de centavos más en el teléfono mientras esperaba, para evitar
cualquier interrupción posterior.
Cuando Anders habló de nuevo, su voz era cautelosa. -En primer lugar, no diga
ese nombre otra vez, ¿de acuerdo? Es un nombre común, pero uno de los
ordenadores de Fort Meade lo podría tramitar y señalar esta conversación para
revisarla... ¿Entendido?
Se humedeció los labios. -Sí.
-¿Cómo es que conoce este nombre?
-Varias pistas me condujeron a él. Una, por el hombre que llamo el Monje ¿Se
acuerda de él? Otra, por aquella firma de consultores para la que parecía trabajar el Monje.
Anders dijo -¿Ha visto al Monje recientemente o recuerda algo de lo que no me haya hablado?
-Su turno, creo. En primer lugar, hábleme de Voldemort.
-¿Quién? Ah, le capto. El que no debe ser nombrado. Siniestro, pero, posiblemente,
a propósito. Le llamaremos así.
-Él de su organización digamos, ¿cuánto está por encima de usted que le da vértigo solo de pensar en ello?
Lo oyó suspirar rápidamente. -Bien, él no está en la Agencia. Él no está en el
gobierno, pero es, hmmm, si los rumores son verdaderos, él es un hombre que
susurra a los oídos. Pero sólo a los oídos estratosféricos, si entiende lo que le quiero decir.
La cima donde el aire es delgado. La tierra del Vertigo - Ah. ¿Por qué estos oídos le escuchan?
- Lo que sé está basado en rumores de hace años, ¿vale? Yo realmente vi algo sobre papel
una vez, pero lo tiraron y despedazaron en cuanto tocó el cajón de los archivos. No hablaré de ello por teléfono, pero los motivos por los que le escuchan son dinero y temor. Pero sin duda él tiene influencia, y ha sido ejercida en el pasado a favor de los chicos malos.
- Ah. La escuela de beneficios, cueste lo que cueste.
-¿Qué le hace pensar que esté involucrado en esto?
-Bueno, su reacción, para empezar. Pero yo lo había relacionado con esa empresa.
Y por otras… razones.- Ella no quería hablarle del Viñedo. Tenía grandes
esperanzas con el Viñedo, pero ella no deseaba el menor soplo de sospecha por
parte de la gente que tenía a Davy, para que no se movieran o lo mataran.
Sintió una punzada de pánico frío. No debería haber mencionado su nombre en absoluto.
Ella no sabía hasta qué punto las unidades centrales de la NSA supervisaban las
llamadas telefónicas y no quería preguntárselo a Anders porque era exactamente el tipo de frase que los ordenadores podrían detectar y ponerse a grabar toda la conversación y darlo a alguien para analizarlo.
Anders le preguntó, -¿Cómo obtuvo la pista del Monje?
-¿Becca sigue buscándolo o su organización también ha sido retirada?
- No creo que los hayan llamado para retirarlos. Es difícil presionar esa unidad
cuando uno de los suyos ha sido, bueno, descubierto.
Ella frunció el ceño. Mierda. -Entiendo. Empuje a ese grupo demasiado lejos y
leeremos en todos los periódicos acerca de un intento de encubrimiento en los
periódicos, ¿no? Anders estuvo de acuerdo.-Ya ocurrió.
-Bueno, tengo una pista con lo del Monje. ¿Me puede dar su número de móvil?
Se lo dio y dijo. -Es mejor que la llame de inmediato antes de que lo pierda.
Millie pensó en Padgett desnudo haciendo un maratón alrededor de la isla en la
parte inferior del hoyo. -Él no va a ir a ninguna parte.
Y no iba a hacerlo.
Padgett estaba hecho un ovillo, envuelto en la bolsa húmeda, durmiendo
enmarañado. La arena se había pegado en la parte de su cara que estaba en contacto con el suelo y estaba con los ojos bien cerrados. Todavía estaba temblando
así que ella sabía que estaba vivo.
Ella no habló con él pero en cambio hizo un fuego, trayendo carbón y dos brazadas
de troncos secos. El crujido de las crecientes llamas captó la atención de Padgett.
En el momento en que se arrastró hacia el fuego, ella se volvió con una taza de
poliestireno con chocolate caliente dentro y una bolsa de dormir nueva, con el
plástico todavía sin abrir.
Se las dejó cerca de él y saltó hacia atrás. No pensaba que tuviera la fuerza para
nadar o tirar una muleta, pero no quería comprobarlo. Veinte minutos más tarde, le llevó un gran envase de sopa tailandesa, camarón con limón, más una caja de Pad Thai.
Ella no lo miró comer. Ya era demasiado difícil sólo mirarlo. Es demasiado difícil ser a la vez el poli bueno y el poli malo.
Usó un ordenador en la librería pública de Oklahoma para localizar la calle donde
Lawrence Simons vivía en el Viñedo de Martha. Como la camarera le había dicho,
estaba al Sur de la playa, del lado del océano, a una milla de distancia del hotel
Winnetu and Resort, abajo, hacia el área protegida de la gran charca de Edgartown.
Tuvo una grata sorpresa al encontrarse con que el clima de Edgartown era mucho
más cálido que en su última visita. El viento del norte frío se había convertido en una suave brisa del sur y, aunque seguía siendo inferior a sesenta grados
Fahrenheit, el sol calentaba agradablemente. La chaqueta que llevaba puesta por encima de su suéter era innecesaria, por lo que la guardó en la pequeña maleta que había traído consigo. Se mezcló con la pequeña multitud que salía del ferry de Falmouth y cuando el transbordador para Winnetu llegó, le preguntó al conductor si quedaban habitaciones en el hotel.
-Alguna que otra- dijo el hombre. -Es fuera de temporada y todo eso, pero hay un simposio de radiología que empieza mañana y han llenado medio hotel. ¿No tiene reserva?
-No- dijo. -Conseguí tiempo libre en el último minuto. Cosas que se hacen sin
pensar. Subí al ferry en un impulso.
-Bueno, estoy seguro de que usted puede encontrar algún sitio.
Dejó su maleta detrás, junto con todas las demás, y se metió en medio de la
multitud de radiólogos y de una joven pareja en su luna de miel.
En el hotel, vagó por el vestíbulo en espera de que los clientes con reservas
facturaran primero. Dos hombres le preguntaron si ella asistiría a la conferencia pero ella no pensaba que estuvieran precisamente pensando en la radiología.
Cuando el último doctor terminó de registrarse, se acerco al mostrador e hizo su pregunta.
-¿Siete noches? ¿Así que no está aquí por lo de la conferencia? Me temo que todas
las habitaciones individuales están ocupadas, pero puedo ponerla en una de las suites de dos dormitorios.- Bajó la voz y añadió -Se la puedo dar por el mismo
precio.- Miró a su alrededor para asegurarse de que ninguno de los otros invitados lo había oído. -Por favor, no se lo mencione a estos médicos.
Millie dijo -Camarero, ¡hay una mosca en mi sopa! Baje la voz, señor. Si los otros
clientes le oyeran…
-…Todos querrían una también- terminó el recepcionista. -Sí, exactamente. ¿A qué
tarjeta de crédito quiere cargarlo?
-No me gusta lo de las tarjetas de plástico. Prefiero pagar en efectivo.
-¡Son más de mil dólares, señora!
-Menos mal que me está dando la tarifa económica. ¿Cuánto más aparte de los mil
dólares?
Marcó unos números en el ordenador de las reservas. -Mil, quince dólares, señora.
Millie dejo un billete de mil dólares y uno de veinte en el mostrador. -Allá vamos.
-Sí, señora. Si puede usted rellenar la hoja de registro, por favor.
Se inscribió como Millicent Jones y utilizó la dirección de una casa en Waltham,
Mass. La casa era real por lo que la dirección era válida, pero estaba vacía, a la venta. La había encontrado en la web de un agente inmobiliario. El teléfono
también era real, pero era el del agente inmobiliario.
Le había costado un poco memorizar todos los datos para poder llenar la tarjeta de
forma natural. Pagar en efectivo era inusual sin embargo. Ella no quería levantar más sospechas por dudar de su propia dirección o número de teléfono.
-Muy bien, señorita Jones.
El botones la llevó a su suite, en el tercer piso, que tenía una terraza que daba a las
dunas y al propio océano. En el dormitorio más grande deshizo su maleta
comprobando cuidadosamente no tener restos de etiquetas de lavandería o con
nombres. Dejó tres libros en la pequeña sala de estar, algunos artículos de aseo en el cuarto de baño, y miró de reojo la enorme cama, apartó el cubre a un lado y se tumbó allí durante un momento con su cabeza en la almohada, luego volvió a
poner el cubre en su sitio.
Allí. Alguien se queda allí.
Había recogido varias vieiras, un mejillón, y dos caracolas cuando el guardia de
seguridad se acercó a ella en la playa. Por lo que se podría decir, aún estaba a
media milla de distancia de las casas del final del camino al Gran Estanque.
-¿Vive en alguna casa de este barrio, señora?
Sacudió su cabeza como si hubiera sido tomada por sorpresa. En realidad ya se
había fijado en él desde hacía rato, pero había mantenido la cabeza baja,
estudiando la arena y las conchas con aparentemente inquebrantable atención.
Dio un paso atrás y se puso la mano en el pecho. -¡Oh, Dios mío! ¿De dónde viene?
¿Qué acaba de decirme?
Vestía un uniforme de color marrón que parecía vagamente de la policía, con el
cinturón que llevan todos los habituales equipos de aplicación de la ley, que van
desde nueve milímetros automática a la porra y la radio. -¿Si vive en este barrio?
Se trata de una playa privada y al menos que usted sea un residente o un
invitado...-Él dejó inacabada la frase.
-Estoy en el Winnetu- explicó.
-¿Podría ver alguna identificación, por favor?
Extendió sus brazos. Llevaba un traje de baño de una pieza, una sudadera atada a
la cintura, y pantalones capri. Estaba descalza y la única bolsa que tenía era la de plástico con sus conchas.
-No puede. Dejé mi bolso en mi habitación, no es el tipo de cosas que coges para
caminar por la playa.- Ella pescó en la cintura de su pantalón. -Tengo mi llave de
habitación, ¿ve?- Le mostró la tarjeta del Winnetu sin mostrar el número de
habitación grabado en la llave. -Y le puedo decir mi nombre, Jones, Millicent R. La
R es de Regina. -Ella miró su camisa de uniforme con el nombre de la compañía, de
la isla de Seguridad, claramente etiquetado en uno de los colgajos de la camisa. -Y como guardia de seguridad, no creo que usted pueda pedir la identificación a alguien-. Señaló su nombre en la solapa de la camisa. -¿No es cierto, Bob?
-Uno siempre puede preguntar. Traspasó la señal de playa privada de allí, señora.-
Bob señaló.
Millie hizo una demostración de mirar pero ella ya había visto la señal. Acababa de
ignorarla.
Se volvió al guardia y levantó la bolsa de conchas. -Lo siento. Estaba mirando hacia
abajo. ¿No lo ha visto?
-Sí, señora. Va a tener que volver.
-Ya veo. ¿Tengo que dejar las conchas recogidas más allá de la señal? Creo que una de mis caracolas la he recogido en este último tramo.
Bob sacudió la cabeza. -No creo que eso sea necesario.
-Debo confesar que me sorprende que contraten a un guardia de seguridad sólo
para vigilar la playa.
Él sonrió levemente. -No, señora. Estoy haciendo mi ronda. Vigilamos este barrio.-
Hizo un gesto vago detrás de él, en dirección hacia donde Millie había estado
caminando. -Algunas de estas casas están vacías durante el invierno, así que
mantenemos un ojo sobre ellas.
¿Y las otras no? -Debe hacer bastante frío en invierno. Creo que no me gustaría estar aquí para entonces.
-Viento y frío.
-¿Mucha gente no está en el barrio durante el invierno?
Hizo caso omiso de su pregunta. -No puede perderse de vuelta hacia el hotel,
señora, si usted camina de regreso por el mismo camino por el que vino.
Ella parpadeó. Me puso en mi lugar, ¿no? -Muy bien.- Ella sonrió cortésmente, pero
no con gusto y se dirigió hacia la playa por donde había venido, por la orilla, en
busca de conchas. En la frontera entre la playa privada y pública miró hacia atrás Todavía la estaba mirando desde el mismo lugar. Saludó con la mano y levantó su
mano brevemente, después caminó de vuelta a través de las dunas. Volvió al hotel y lavó las conchas en el fregadero de la cocina, a continuación, las dispuso sobre la mesa de café en la sala de estar.
Alguien podría venir a comprobar si las he realmente guardado o no.***
Hola a todosss, lamento no haber podido subir antes, ya que estoy lleno se pruebas y trabajos del colegio:/ intentaré mínimo subir 1 cap por semana, nos leemos luegoooo
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Reflex - Steven Gould
Fiksi RemajaDavid "Davy" Rice,ya ha estado diez años escapando de el gobierno y viviendo con Millie en su cueva de Texas , pero nuevamente aparecerán problemas ,y unas nuevas habilidades para Millie que lo conllevarán a correr riesgos que podrían atentar contra...