Capítulo Veinte: ¡Oh Sí, Ella Está Desnuda!

149 5 1
                                    

Eran las seis y media cuando Davy despertó. Se puso la bata y se asomó a la sala.
La ventana que estaba en el extremo de la sala mostraba la poca luz que entraba. Es por la mañana, no por la tarde. Había dormido casi trece horas de un tirón. Su estómago rugía y se acordó de que no había cenado.
Cuando entró en el comedor llevaba el mismo equipo que había usado en Nigeria, pantalones Bush, camisa deportiva y chaleco de reportero gráfico.
Miró a Davy y alzó las cejas. -¿no vamos bien vestidos?. ¿Qué crees que es esto, un baile?
Vestía de color caqui, una camisa blanca almidonada, una chaqueta azul, y un par de gafas desol posadas en su pelo. Él la ignoró y se dirigió hacia el aparador. El
olor a tocino era tentador, mucho más interesante que los comentarios de Hyacinth.
-¿Cómo mantienes tu figura de chica?" Hyacinth preguntó encendiendo la vitrocerámica.
-No cené
Había un solo huevo escalfado y un pedazo de pan tostado en la mesa. -Eso he oído. ¿Qué pasó?
-Cansado. Nigeria-. Se encogió de hombros. Dejadlos que saquen sus propias conclusiones.
-Así pues, explícame el conjunto que llevas. ¿Crees que vas a salir vestido así?
Davy hizo una pausa con el tenedor a medio camino de su boca. "Nunca has estado en Caracas, lo pillo.
Hyacinth entornó los ojos. -¿Por qué dices eso?
-Dejando aparte las huelgas y los asesinatos, es una ciudad moderna, el metro, los rascacielos, todo lo que representa el siglo XX. Y se visten. Las mujeres tienden a
usar vestidos. Entiendo, tienes tu propio estilo único. Te encanta estar entre la multitud, que la gente se pare mirarte dos veces y teniendo que recordar tu cara-.
Siguió comiendo.
Antes de que se fueran, Hyacinth volvió a subir y cambió su atuendo por un vestido verde y una chaqueta grande a juego. Cuando la levantó para el salto, sintió el arma en la funda del hombro.
Caracas era magnífica. El clima era seco y cálido y una brisa recorría todo el Ávila, barriendo la niebla. Después del frío de Nueva Inglaterra y la sofocante Nigeria,
fue como el mismísimo cielo. Incluso cuando estás acompañado por el diablo.
Davy, recordó las palabras de Sojee. Corrección: un siervo de los demonios.
Cayeron de pie sobre un nido de cartón y una manta rota. El sitio de salto de Davy era un rincón entre la entrada del metro y unos arbustos a la orilla de la plaza.
Parece ser que alguien había estado durmiendo allí, pero, por suerte, no en este momento.
Las aceras estaban llenas y el tráfico de la calle bullía como un staccato al ritmo de los claxon.
Un hombre al salir del metro vió a Davy y Hyacinth salir del rincón y le levantó las cejas a Davy, luego sonrió. Davy se encogió de hombros y sonrió. Bueno, sabemos
lo que está pensando.
Hyacinth parpadeaba por la luz del sol y adivinaba a través de la carretera una fuente circular que estaba en el centro de la plaza y los dorados rascacielosque
había detrás. Después miró al globo gigante de Pepsi que estaba en el tejado de un edificio cercano de veintidós pisos.
Davy lo tomó del brazo y señaló. -Allí. Esa es la parada de autobús donde van a recogernos.
-Sí. Lo sé.
El semáforo cambió y un flujo de viajeros pasaban a través de la calle, pasando de izquierda a derecha en su camino hacia el metro. Davy sentía tensa a Hyacinth.
Se abrió paso entre la multitud y se detuvo detrás de un grupo que hacía cola en la parada de autobús. Le tomó un momento a Hyacinth reunirse con él. Ella estaba
visiblemente nerviosa.
-No sabía que estaría tan abarrotado.
-Es el final de la hora punta. Cinco millones de personas. Ocupado, ocupado, ocupado.
Hyacinth cogió la radio de su bolso y se inserto un auricular. Habló brevemente, entonces escuchó. -Están dando vueltas por el parque. Estuvieron aquí, pero la policía los echó de la parada de autobús.
Dos policías de tráfico con cascos blancos estaban tratando de desenredar una maraña de taxis que tocaban las bocinas a la entrada del Paseo Colón. En la
esquina había dos soldados vestidos de camuflaje con fusiles colgando.
Dejó que sus ojos vagarán más allá de los rascacielos. El aire era claro y se podía ver claramente los barrios de ladrillo de color marrón y rojo en las laderas bajas del
Ávila. Trampas mortales, a la espera de otra inundación como la del 99. Trampas mortales en otro sentido también. Ataques criminales, enfermedad, desnutrición, la policía, el ejército, tanto pro como anti-Chávez. El alto índice de criminalidad no
era la única razón por la que Davy evitaba Caracas y, como siempre, se sentía culpable por ello.
Al coche le tomó diez minutos hacer la rotonda. Davy esperó fervientemente que no hubieran cerrado con llave el aparcamiento. En dirección a Hyacinth, se subió
en la parte trasera del Land Rover de color verde brillante oscuro, con cristales tintados.
El conductor era un hombre local contratado por su conocimiento del tráfico de la ciudad- no, según descubrieron, por su inglés.
Hyacinth se quedó peligrosamente quieta cuando el conductor se encogió de hombros con impotencia al escuchar las direcciones. Antes de que reaccionara mal, Davy dijo, -A la Embajada de Estados Unidos, por favor.
-¡Claro que si!
Sin tráfico, el viaje a la Embajada de EE.UU. habría tomado menos de quince minutos. Tomó cuarenta y cinco. Davy se preguntó como habría sido dos horas
antes, en el punto álgido de la hora punta.
Normalmente, hubiera disfrutado del paseo, pero estaban detrás de un autobús diésel que soltaba grandes eructos de nubes de humos nocivos, y combinado con
las desesperantes paradas provocadas por el lento tráfico, se estaba comenzando a sentir mal. Esperaba que no se estuviera mareando. No sentía esa sensación como de un zumbido en la garganta que normalmente acompañaba las náuseas inducidas por el dispositivo, pero era mucho más sensible a la enfermedad del movimiento de lo que lo había sido antes de que se lo hicieran.
Sintió la ira aumentando de nuevo, la rabia. No era difícil dar un coletazo. Sabía que podía matar a Hyacinth, en cualquier momento, saltando detrás de ella y golpeándola con un objeto contundente o, tal vez, saltando quinientos metros en el aire por encima de la Zona Cero, el lugar que solía ser las afueras de la plataforma de observación del World Trade Center. Él podía dejarla colgada en el de aire y saltar de nuevo, sin tener que ver su impacto. Un enfoque bien estéril, como el lanzamiento de misiles contra objetivos distantes.
Muy valiente.
La idea le hizo temblar sintiendo la rabia mezclada con vergüenza. Se recostó y cerró los ojos el resto del viaje.
La embajada era relativamente nueva, construida a las afueras, diseñada para mantener a los coches y camiones a una distancia segura de las bombas. Hyacinth
se quitó la chaqueta cuando se acercaban y Davy se dio cuenta de que fue directamente a la funda de hombro, al mismo tiempo. Por debajo del nivel de la ventana, cogió la pistola y el arnés de los pliegues de la chaqueta, envolvió el arma con las correas, y la deslizó debajo del asiento delantero. Después de que se re�colocara la chaqueta cogió su bolso y sacó un pasaporte. -Aquí.
Lo era y a la vez no. Incluso el número era correcto, pero era nuevo y brillante. Su pasaporte, el que tenía en el foso fue sustituido dos años antes, ya estaba desgastado y suave. Aunque rara vez iba a través de las aduanas, siempre se lo llevaba cuando estaba fuera de los EE.UU. A menos que viajara con un pasaporte de la NSA.
-¿Lo tienes como recambio?
-No. Te cambian el número si se te pierde el pasaporte. Teníamos este ... falsificado.
-Está bien-. Flexionaba el holograma y mirando la tira de seguridad y la marca de
agua. -Me sorprende que me dieras uno con mi propio nombre.
-Ya no miran el pasaporte. No en una embajada de los EE.UU.. Escanean el código de barras y lo registran. El número tiene que ser correcto y la cara tiene que estar
bien visible. A principios de este año hubo atentados, tanto en las embajadas de Colombia y como en la de España.
-Tenemos que pasar por esto al menos una vez, para poder entrar.
Movió la barbilla hacia el arma debajo del asiento. -Y supongo que deben tener detectores de metales-. Arqueando las cejas, Hyacinth dijo, -Normalmente evito las
embajadas. Demasiadas cámaras de vídeo.
El Land Rover se acercó a la acera y Hyacinth dijo: -Vamos.
Había una multitud de venezolanos en la puerta, pero estaban siendo rechazados en su mayoría. Davy oyó a uno de los marines centinelas repitiendo las mismas
líneas una y otra vez en español: -EE.UU. da servicios de visado para los ciudadanos venezolanos por cita solamente. Pague su tasa en el Banco Provincial, y a continuación llame al sistema automatizado de la embajada para obtener un número.
Sus pasaportes de EE.UU. los llevaron a través de la puerta a una pequeña cola en la entrada del edificio. Cuándo fue su turno, Hyacinth le dió dos cartas, diciendo: -Tenemos marcapasos.
El marine alzó las cejas. -¿Ambos?
-Nos conocimos así-, dijo, sonriendo. -En el post-operatorio.
En vez de hacerlos pasar por el detector de metales principal utilizó uno manual y Davy tuvo que quitarse el cinturón y los zapatos para ser revisado. El bolso de
Hyacinth fue completamente vaciado. Cuando le preguntaron, Hyacinth dijo:
-Estamos aquí para registrarnos en el programa Warden.
-Ah, ¿entonces estará en el país una temporada?
-Seis semanas, espero.
-Servicios a Ciudadanos, segundo piso.
Allí, Hyacinth rellenó la información de contacto e hicieron una fotocopia de las páginas principales de cada uno de sus pasaportes, -para acelerar la sustitución si se lo roban o si lo pierden.
Mirando por encima del hombro de Hyacinth mientras llenaba el formulario, se enteró de que el propósito de su visita a Venezuela era "educacional". ¿Para quién?
¿Y por que Hyacinth no estaba usando su propio nombre?
Cuando ya lo había completado, Hyacinth dijo: -¿Hay un baño en esta planta?
-Salga por la puerta y a su izquierda. Al otro lado de la cafetería.
-¡Gracias!
Había cámaras de vídeo en la sala, en servicios al ciudadano, en la escalera, y en la cafetería pero no, al parecer, en el cuarto de baño. De acuerdo con sus instrucciones, memorizó como sitio de salto no controlado el baño para
discapacitados.
El Land Rover se detuvo, mientras salía por la puerta. Hyacinth dijo: -Ve a la otra calle, pero no subas-. Se metió dentro y cerró la puerta, en el momento en que Davy abrió la puerta del fondo, recuperó la pistola y la funda del fondo del asiento
del conductor y se la ajustó. Salió y cerró la puerta detrás de ella. Los oscuros cristales tintados y el barro que tenía el Land Rover los protegió de la embajada.
-Volvamos al viñedo-, dijo Hyacinth.
Davy la levantó y saltó.
Conley se unió a ellos para el almuerzo. -¿Todo hecho?-, Le preguntó a Hyacinth.
Hyacinth hizo una inclinación de cabeza. -Por ahora.
Conley torció la boca hacia arriba. -Muy bien-. Miró a Davy. -Es tarde, entonces.
Conley puso un transmisor de radio de un milivatio en la habitación de Davy.
Midió la emisión con un medidor de radiofrecuencia de mano. -Correcto. Hay buena señal en toda la sala. Vamos a la playa.
La señal se redujo a niveles indetectables en cuanto llegaron al patio. Fueron a lo largo del paseo marítimo hasta la playa. El cielo estaba nublado de nuevo y el frío viento del este hizo que Davy hundiera su cabeza en la chaqueta. Pensó con nostalgia en el tiempo que hacía en Caracas.
En la playa, Conley examinaba el medidor. -Nada de nada. Bueno, para empezar, quiero que des un salto de vuelta a la habitación, cuenta hasta cinco, y salta de
vuelta. ¿Listo?
-Muy bien-. Él lo hizo, utilizando los cinco segundos para hacerse con un sombrero en el armario. De vuelta a la playa Conley estaba mirando el medidor. -Correcto.
Bastante más de lo que yo esperaba. Hubo un pequeño pico transitorio cuando salto y regresó. Así pues, ¿quieres probar lo que hablamos sobre-el salto sin saltar?
Davy no quería. No delante de Conley o cualquiera de ellos. -Claro-, dijo. Saltó de
nuevo a el cuarto, esperó en silencio "uno-mil" y un salto hacia atrás. -Hmm.
Saltando sin saltar. Déjame intentarlo otra vez.
Se quedó allí y dejo que su mirada vagara. Después de unos diez segundos saltó de nuevo al cuarto otra vez, contó lentamente 2 segundos, y dio un salto hacia atrás.
Sacudió la cabeza en señal de frustración fingida.
-Lo siento. No funciona. ¿Alguna sugerencia?
Conley frunció los labios. -¿Acabas de tratar de hacerlo tan rápido como puedes, sin ningún tipo de pausa?
Puso una expresión dudosa en su rostro. -Puedo probar, supongo.
Saltó y después de un golpe, saltó de nuevo a la playa. Siguió haciéndolo sin aumentar la frecuencia, de un salto y un salto y un salto y un salto. Después de
hacer esto una veintena de segundos más o menos, empezó a introducir más retardo entre salto y salto. Continuó durante otro medio minuto y luego se detuvo,
en la playa, tambaleándose por el efecto.
-Estoy mareado. Tengo que sentarme-. Se dejó caer a la arena, con las piernas cruzadas y puso las manos a la cabeza.
-No está funcionando.
Conley se mostró preocupado. -Muy bien- siéntate durante unos minutos, vamos a intentarlo de nuevo después de descansar.
Eso fue lo que pasó la siguiente hora. No se consiguió ningún resultado y el aumento del frío hizo que Conley se detuviera.
Davy saltó y los llevó a la habitación, después titubearon sobre la cama. -Es demasiado grande, muy apurado.
Conley le miró de forma especulativa y Davy se preguntaba si veía a través de su pseudocooperación.
Conley se puso frente al espejo y dijo: -Deja la playa, por favor-. Se volvió de nuevo a Davy y dijo: -Voy a tener que repensar esto. Pareces descargado, tal vez deberías
tomar una siesta.
-Buena idea. Lo haré.
Es lo que pretendía, pero su mente comenzó a acelerarse. Al frente de su lista de preocupaciones había una, ¿por qué quieren un sitio de salto dentro de la embajada de Estados Unidos en Caracas? Si sólo quieren transportar gente de y
hacia Caracas el sitio original debería ser suficiente.
Se trata de poder. De alguna manera, todo se reduce a eso. Había tenido que rescatar a Roule en Nigeria.
Ahora querían hacer algo en una embajada estadounidense. ¿Existe una conexión?
Tenía que hacer algo al respecto con Sojee. Podrían aplicar un exceso de presión con el implante, pero, por malo que fuera, era sólo para él. En particular, le
preocupaba que Simons no hubiera dudado en mostrar su rostro a Sojee.
No creo que piensen en liberarla.
Y, finalmente, estaba Millie. Millie, que había al menos salido de la casa del acantilado.
Pensó en sus afirmaciones de que ella estaba saltando y lo desechó. Están confundidos con ella, eso es todo, o no están confundidos y sólo quieren jugar conmigo. Pero ¿cómo podía conseguir mandarle un mensaje? Tenía que
permanecer oculta, para mantenerse fuera de su alcance. Davy necesitaba que ella
estuviera segura. Sería el colmo si la cogieran. El punto de ruptura, por así decirlo.
Y hay varias cosas que se podrían romper.
Hyacinth llegó a cenar con el pelo suelto, vestida con un vestido de seda sin espalda tan ajustado que Davy podría haber sido capaz de verle las costuras y la textura de su ropa interior ... si llevara alguna. De la misma forma, también era
capaz de ver los perfiles de ... otras características.
Trató de mantener su mirada ausente, pero se encontró con que su mirada no se apartaba de su pecho cada vez que su atención vagaba. No ayudaba que sus manos hubieran estado allí una vez. Echó sus hombros hacia atrás y la tela se tensó sobre
su pecho. Sentarse erguido.
Davy se retorcía en su asiento. Qué irónico.
-¿No tienes frío con ese traje?
Ella lo miró y las comisuras de su boca se torcieron hacía arriba. -Es parte de mí.
Evitó una mayor aclaración.
Le siguió cuando la cena había terminado y señaló una de las salas más pequeñas cerca de la escalera. -¿Por qué no entramos en la sala y nos sentamos un rato?
-¿Por qué?- Davy dijo sin rodeos.
Ella parpadeó. -Pensé que te gustaría hablar. Ya sabes-, dijo, señalando vagamente a su parte superior del cuerpo "-de cyborg a cyborg". El vestido cubrió la cicatriz de la clavícula, pero la tenue línea en la parte inferior de su cuello era visible.
Él la siguió, mirando los músculos de la espalda y el contorno de las nalgas cambio en virtud de la seda.
Corre lejos, muy lejos.
Había una pequeña estufa de leña en la chimenea y él se sentó de cara. Hyacinth, de espaldas a las llamas.
-Partes-, dijo Davy.
Levantó el borde trasero de su vestido y dejo que el calor calentara la parte de atrás
de sus piernas. -Ah. Esto está mejor.
Se oyeron pasos en el pasillo y Abney vino a ofrecerles bebidas. Davy pidió tónica.
Hyacinth pidió un martini doble y se volvió para hacer frente a las llamas. La luz del fuego brilló a través de la seda y realzó todo lo que enseñaba.
Davy tragó saliva y miró hacia otro lado. Se acomodó provisionalmente en el brazo
del sofá.
Tras un momento Hyacinth fue hacía el otro extremo del sofá, se quitó los zapatos y se sentó, con las piernas acurrucadas debajo de ella. Era un sofá largo y Davy
consideró que la solución sería ponerse en los cojines del otro extremo, una vacía brecha de cuatro metros entre ellos.
Mantuvo sus ojos en las llamas.
-¿Dónde estás, David?
-Eso es una buena pregunta-, dijo. -Estamos en la costa sur de Martha's Vineyard.
Antes de que reduzcas, puede que tal vez el Cabo o de Nantucket. Ahora sólo trato de decidir si estamos más cerca de Menemsha o Edgartown.
Ella parpadeó y se sentó de manera natural un instante. -¿Es eso parte de tu talento? ¿Siempre sabes dónde estás?
Davy, sacudió la cabeza. -Tú me dijistes que no hablara con los hombres que soldaban la placa de mi habitación. Debiste haberles dicho que no hablaran conmigo.
-No hablaron contigo.
-No, sólo el uno al otro. En un acento regional muy distintivo.
-¿Y sabiendo eso sabes que es la costa sur?
-Incluso Simons no puede ordenar a los cielos. El sol sigue saliendo por el este y se pone en el oeste.
Hyacinth sonrió levemente y volvió a mirar al fuego.
Abney regresó con las bebidas. Después de que lo puso sobre las mesitas de los extremos respectivas, con montañas de encaje, dijo, -¿Desean algo más?
Hyacinth dijo: -Cierra la puerta cuando salgas por favor.
-Sí, señora.
Las puertas dobles de roble eran muy pesadas y cuando se cerraron bloquearon las luces de la sala, dejando sólo la luz del fuego. Hyacinth tomó un gran trago de su
martini. Davy estrujo la lima en la tónica y movio el hielo para mezclarlo.
-Así que, de cyborg a cyborg-, Davy comenzó, -¿Qué cambio de conducta querían incluir en tu implante? No lo necesitan para mantenerte confinada en un lugar,
como a mí. Entonces ¿qué es lo que les impide hacerlo?-. La leve sonrisa de Hyacinth desapareció y su rostro se contrajo por un momento, con una expresión
tan diferente de su máscara habitual que Davy tenía problemas para identificar la emoción. Entonces, la máscara volvió a su lugar y Davy dudaba de su propio
recuerdo de la expresión. Tal vez era la luz del fuego. Sombras, no la carne.
Hyacinth finalmente dijo:
-Las paredes oyen.
-¿Cómo diablos se mide eso? ¿Alguien siempre está escuchando lo que dices, con un dedo en el botón.
Se encogió de hombros. -Alguien-. Se tocó la sien izquierda. -Es una cuestión de condicionamiento. No sé exactamente donde comienza, parece que hay algún tipo de monitor de estrés, pero el estrés ordinario no lo activa. Después de recuperarnos de la cirugía el programa duró seis semanas y la mitad de tiempo estábamos bajo
hipnosis inducida por drogas. Parece que el resto del tiempo estuvimos sometidos
a simulacros de interrogatorios, mientras vomitábamos y nos cagábamos encima.
Nos hacían vomitar y cagar.
La imaginación de Davy desencadenó una oleada de náusea y se dio cuenta de lo que la expresión desconocida en Cara de Hyacinth había sido. -¡Qué asco de
ciudad!
Hyacinth apartó de nuevo la mirada. -Bien nosotros firmamos-. Apuró el resto de su Martini y se encontró de nuevo ante el fuego, con sus manos extendidas hacia
las llamas.
¿Por qué está siendo tan franca conmigo? Además de lo obvio. Estaba vestida para seducirme, ¿pero era idea propia o estaba bajo órdenes de alguien? ¿Cómo debería tratarla?
Tomó otro trago de tónica y las piernas y brazos empezaron a sentir un hormigueo.
Miró la tónica.
-¿Qué lleva esto?-, Preguntó.
Hyacinth le miraba con cuidado. -La mitad de una pastilla de éxtasis y La mitad de una Viagra. Has estado deprimido. Ya sabes.
-¿Tú crees?
Saltó a la playa. Como pensaba las llaves de la playa no estaban puestas y sintió el espasmo de advertencia recorriéndole la garganta pero se armó de valor para permanecer de pie en la ventisca, en la fría oscuridad, hasta que el implante golpeara con toda su fuerza. Roció su cena por la arena y luego, se estremeció de
nuevo al volver a su habitación y sin querer, también vomitó en la alfombra.
Estaba profundamente agradecido de haberse contenido, pero el olor le causaba náuseas reflexivas. Tropezó en el cuarto de baño, se dejó caer de rodillas y vomitó una vez más en el inodoro.
Sentía un hormigueo por todos sus miembros y su estado de ánimo se sentía sumamente en desacuerdo con la situación. Tiró de la cadena WC y se enjuago la boca antes de beber un vaso de agua del grifo.
De regreso en la habitación, tapó la alfombra llena de vómito con una toalla y la arrastró al pasillo.
Deja que se ocupen de eso ellos. Cuando se giró para entrar de nuevo en la habitación vio a Hyacinth entrar en la sala desde lo alto de las escaleras.
Hizo una pausa y se apoyó en el marco de la puerta. Mientras caminaba por el pasillo las paredes parecían vibrar a su alrededor, una ondulación, como si la
gravedad de su persona fuese tan grande que el espacio se torcía a su alrededor. Es la droga. No le otorgues más poder del que tiene.
Hyacinth miró la alfombra, entonces su nariz se arrugó cuando el olor llegó hasta ella. -¿te duele el estómago?
Resopló.
-Vuelve al fuego. Es muy agradable y acogedor.
-Sin duda tendrás otra bebida preparada para mí.
Sacudió la cabeza. -No fué la bebida. MDMA tiene un sabor demasiado fuerte para
ponerlo en una bebida. Fue la cena. -Oh, eso me hace sentir mucho mejor-. Incluso con el olor del vómito en el pasillo,
la Viagra estaba empezando a surtir efecto. Cambió su postura. Se dijo que era sólo la droga, pero parte de él no lo creía.
-Lo creas o no, lo hice para ayudar.
-¿Ah, sí? No veo que me beneficie.
Ella se acercó y llegó a él. -No le has dado tiempo.
Antes de que sus dedos tocaran su pecho, saltó hacia el salón. Estaba helado tanto por el vómito como por su momento en la playa. Se puso de pie en el fuego y se
calentó hasta que oyó sus altos tacones en la escalera. Volvió a cerrar la puerta cuando entró mientras se desembarazaba de sus zapatos. Puso las manos detrás
del cuello y desabrocho el cierre. La seda se deslizó como si estuviera viva y se quedó allí a metro y pico de distancia, desnuda.
Quería correr sus manos sobre su piel, a través de su cabello, todo su cabello. Se odió a sí mismo.
Puedes correr, pero no puedes ocultarte.
Y también tenían la habilidad de evitar que te pudieras suicidar.
Pensó en Millie, tratando de dirigir sus libidinosos pensamientos hacia ella y su cuerpo.
Tengo que trazar la línea.
Se quedó quieto y esperó. Cuando ella se acercó a él, no se resistió cuando lo besó.
Sus manos recorrieron los muslos, acariciándolos. Se agachó y la levantó, un brazo por debajo de las rodillas, como Rhett llevándose a Escarlata.
Ella le regaló una leve sonrisa y se revolvió contra él, tocándole en la parte trasera del cuello.
Saltó a la pasarela de madera que conducía a la playa, en el punto medio en el que se extendía sobre el marismas y estuarios. La empujó y la dejó caer, tambaleándose
por un segundo con una de sus garras en el hombro, pero la advertencia volvió cosquilleando por su garganta, y dejó que el reflejo hiciera su trabajo, sin rechistar
volvió a la caja verde, visible de nuevo en el suelo desde que quitó la alfombra. Se atragantó una vez, pero contuvo el vómito.
No sabía que temperatura hacia, pero tenía que ser por debajo de 10°.
El aire se congelaba al escupir a poca distancia. Contó hasta cinco y luego saltó de nuevo al paseo marítimo, a tiempo para oír unos pies golpeando la pasarela de madera hacia la casa. Hizo una mueca de nuevo a la plaza, después saltó a la cocina y se
asomó al patio a través de los cristales pequeños de la puerta.
Al menos no se está ahogando.
Abney sacó la cabeza de la despensa con las cejas levantadas. -¿Puedo ser de ayuda, señor?
Davy lo miró. -Miss Pope está corriendo en la playa en este momento y estará aquí
en menos de un minuto. Ella está empapada y muy, muy fría. Necesitara un baño o una ducha caliente-. Miró por la ventana y vio a Hyacinth abrir la puerta en el
extremo del patio. Sus brazos estaban envueltos alrededor del pecho y se tropezaba mientras caminaba. -¡Oh, sí. Está desnuda!
Davy saltó a su cuarto de baño y regresó con una bata de toalla de tela de felpa. La puso en los brazos de Abney. -Buena suerte.
Después de un tiempo, los efectos de las drogas parecía desvanecerse, y sospechaba que había vomitado con éxito una parte sustancial de la dosis con la
cena.
Hyacinth no entro en su habitación hasta dos horas después de que él la dejara en el estuario.
Sospechaba que había pasado la mayor parte del tiempo en un baño caliente. Ella estaba de vuelta en su ropa tradicional, el pelo envuelto en un moño y sin maquillaje. Su voz era estridente. -¿Creíste que eso era...?
Saltó fuera de allí, de nuevo en la sala, donde el fuego había quemado la madera y la había convertido en brasas. Esta vez en lugar de seguirle lo puso en la "caja".
Sintió un zumbido en la garganta y se estremeció.
Ella estaba de pie, a punto para hablar, pero él se anticipó a ella.
-¿No lo entiendes? No te quiero. No quiero que me rodees. No quiero que te aproveches de mí.
-¿Por qué no dijiste simplemente no? ¡Nunca lo he oído! ¡Simplemente dí no!. ¿Te es familiar? !Si no estuviera bajo órdenes te dispararía en la polla!
-Pensé que lo hice cuando regresamos de Nigeria. ¿Qué órdenes? ¿Para qué? ¿Para
evitar que me pegue un tiro o para seducirme? ¿Te ordenaron que me hicieras más manejable?
Le pegó un puñetazo en la cara, pero saltó medio metro a su izquierda, todavía en
la caja. El golpe fallido hizo que se girara y él la empujó duramente, enviándola por sorpresa tres pasos hacia atrás. -Te devolveré al pantano-, dijo mientras ella
recuperaba el equilibrio y volvía a abalanzarse sobre él.
Hyacinth se detuvo donde estaba y levantó la mano. -Te lo dije antes, no tengo que tocarte para zurrarte. Puedo hacerlo desde la otra habitación.
¡Adelante, hazlo! Davy pensó. Contrarresta el condicionamiento. Su voz destilaba
burla.
-Hablas, hablas, hablas.
Dio un paso hacia adelante, luego respiró hondo y exhaló. Los surcos alrededor de los ojos se suavizaron y sonrió levemente.
Encontró que esta cara daba más miedo que la anterior de rabia.
Le dio la espalda y caminó hacia la puerta. Antes de que se cerrara, dijo:
-Espero que tengas una buena noche.
Lo puso en la caja varias veces cada hora el resto de la noche. Por último, a las tres de la mañana, después de un período de diez minutos en la caja, simplemente se quitó la manta, puso la almohada en el suelo y se tumbó, dentro del área grabada.
No sabía si seguiría dando vueltas el resto de la noche, o no, pero no le molestaba.
Buena cosa. No me someteré tan fácilmente.
Le dolía la espalda de dormir en el suelo. Se vistió y bajó al comedor, sólo para encontrarse de nuevo en la habitación, náuseas. Probó las fronteras. No estaba "en la caja". No había sentido nada cuando había ido al baño por lo que había supuesto que tenía el espacio habitual de la casa. Exploró los bordes de la habitación, de
nuevo nada, pero cuando se acercó a unos metros a la esquina de la sala sintió el efecto frontera, el cosquilleo en la garganta, la tos, y náuseas.
Cuando se alejo de la sala le quedó claro.
Por lo tanto, me tengo que limitar a los cuartos, ¿no?.
Abney metió la cabeza diez minutos más tarde y recitó el menú para el desayuno.
Davy eligió cereales con fruta y frutos secos, café, -y ninguno de los suplementos de la Sra.Pope.
Abney dijo, -Sí, señor.
Cuando volvió con la bandeja, dijo, -Exactamente como lo pidió, señor.
Cuando Davy estaba buscando en la cara de Abney, Abney agregó, -la Sra. Pope fué llamada fuera de la ciudad muy temprano esta mañana.
-Ah. ¿Estoy confinado en mi habitación hasta que regrese?
-Me dijeron que le ofreciese comidas en su habitación, hasta nuevo aviso.
Davy sintió una oleada de ira y se sorprendió. Has estado en sus manos demasiado tiempo.
-Gracias Abney.
-De nada, señor.
No tenía apetito, pero se hizo masticar metódicamente. Cuando terminó, deslizó la bandeja por la sala y se retiró al cuarto de baño. La hora de la ducha. Todavía tenía
las páginas finales de El Conde de Montecristo, escondidas entre el tanque del inodoro y la pared. Protegidos por la cortina de la ducha, puso la ducha hacia
abajo en el desagüe, antes de tomar el lápiz y se quedó mirando la página en blanco. Desde que se había casado, nunca había escrito cartas a los demás. No
importa lo lejos que estuviera, podía estar de regreso con Millie en un abrir y cerrar de ojos. Lo más cerca que había llegado a escribir una carta eran las notas tipo "he
ido a la tienda" y "no te olvides de comprar la leche". ¿Qué podía escribir? Él no quería decirle dónde estaba. Habían llegado a él. No quería que le contara nada a
la NSA. Parecían ser títeres de Simons.
Por último, escribió:
IMPORTANTE QUE CONTINÚES LIBRE. EVITA LA NSA. PASA A LA
CLANDESTINIDAD. ME HAN IMPLANTADO UN DISPOSITIVO QUE ME CASTIGA SI SALTO FUERA DE CIERTOS LUGARES PERO CREO QUE PUEDO
ENTREGAR ESTA NOTA.
Visualiza el apartamento -específicamente el contador cerca del frigorífico y extendió su brazo, cogiendo la nota entre el pulgar y el índice. Saltó, y soltó la nota,
se estremeció al volver al baño, pero la nota estaba todavía con él, aleteando en el fondo de la bañera.
La cogió en el aire antes de aterrizar en el agua. Lo intentó tres veces más, por fin consiguió dejar la nota fuera de su alcance y empujarla lejos de él como en el salto.
Cuando se paró, náuseas, de vuelta en la bañera sin tenerlo en cuenta se relajó y se quedó por un momento bajo el agua caliente frotando sus oídos. Stillwater estaba sobre unos trescientos metros por encima de Martha's Vineyard. Sus oídos le
dolían como si estuvieran entre la descompresión y recompresión.
Así que elige un lugar también a nivel del mar. Pensó en una playa que había visitado en la costa de Queensland, a cien kilómetros de la ciudad más cercana, solitaria incluso durante el día y, como estaba al otro lado del planeta ahora era de noche. Llegó más fácil esta vez. Hizo lo del reflejo de nuevo en ambos extremos de
la bañera. Cuando cambió a Queensland, mantuvo los ojos cerrados para evitar la
sobrecarga sensorial, concentrándose más en el mantenimiento de los dos lugares
diferentes, pero aún sentía la arena bajo sus pies, alternándolo con la bañera esmaltada mojada. Extendió su conciencia al aire más frío, pero no demasiado. El
viento venía de tierra firme y no había olas, sólo un ligero chapoteo al borde del agua.
Por último, abrió los ojos y se zambulló en una franja de agua iluminada por la luna.
Salpicaduras de agua mojaron la arena seca tras él, pero el cielo estaba despejado.
El agua de la ducha. La misma agua de la ducha que sintió en la espalda y los hombros caía en esta playa en el otro extremo del planeta. El viento se
arremolinaba alrededor de sus piernas y agitaba la cortina de la ducha.
Movía los pies y podía sentir como se hundía en la arena mojada. Mojada por el agua de la bañera. Una mezcla de arena húmeda rezumaba entre los dedos de sus
pies y se deslizaba mientras los cambiaba de posición.
Se agachó, con cuidado, y puso las manos hacia abajo. Por un momento, sus dedos
tocaron el esmalte de la bañera, pero luego su mano se cerró cogiendo un puñado de fina arena coralina.
Se puso de pie otra vez y le daba vueltas la cabeza. Se dejó caer de nuevo al fondo de la bañera, agarrándola por un lado para no caerse, ya no estaba en dos lugares.
Un montículo de arena hasta los tobillos formaba una isla en el centro de la bañera, erosionando lentamente con la corriente de la ducha. Encantador, fina arena
coralina, nada que ver con la arena de cuarzo gruesa de playa de Martha's Vineyard. Mientras que el vapor todavía empañaba la habitación, trasladó la
mayoría de la arena al baño y bajo la apariencia de funciones corporales normales tiró de la cadena. El resto se arriesgó a tirarlo por el desagüe de la bañera rezando para que no se atascase. Cuando salió del baño no estaba tan agotado como la primera vez, aunque se sentó en el sillón y cerró los ojos durante un rato. Aún así
estaba lejos de dormirse.

***

Bien, que tal todos? Como estuvo el cap? Espero les guste n.n<3

Reflex - Steven GouldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora