Capítulo Once: Una Taza De Té

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Curtis la llevó a los suburbios de Virginia y dijo:

−Elige una. Estoy bastante seguro


de que estamos limpios y nuestra escolta dice lo mismo.


Millie parpadeó.


− ¿Escolta? − Tragó saliva.


−Correcto−.


Ella no perdió tiempo en buscar a los observadores. El taxi se desplazaba en una

franja de hoteles y tiendas. Vio un hotel Comfort-Inn con el signo de vacantes


iluminado junto a una farmacia de veinticuatro horas.


−Ese−, dijo.-Primero déjame en la farmacia. Necesito algunas cosas−.Se detuvo.


−Usa el interruptor si necesitas ayuda, o cuando estés lista−, dijo.


−Vamos a estar alrededor−.


−Claro−, dijo. −Si necesito algo solo le hablare a mi sujetador−.


En la farmacia cogió un cepillo de dientes, pasta dental, desodorante y un paquete


de ropa interior de algodón decorada con personajes de dibujos animados. A Davy


le gustarían estos, pensó. Bueno, más bien le gustaría sacarlos... Era una de sus frases favoritas.


−Sabes, ese suéter se vería maravilloso... en el suelo del dormitorio−.


Sintió un dolor del deseo, del anhelo, de la ira. ¡Maldito seas, Davy! Pon tú trasero


de nuevo aquí. Necesito echar un polvo.

Ella pagó en efectivo por sus compras, y nuevamente con efectivo pagó el hotel,


utilizando un nombre falso en la tarjeta de registro. Cuando estaba en la


habitación, en el segundo piso, por desgracia cerca de la máquina de hielo, trató de relajarse.


La noche anterior, había sido incapaz de dormir porque Sojee estaba en la


habitación. Ahora, ella quería a Sojee de vuelta. Ser perseguida por el museo y


atacada en la calle sin duda había cambiado el tenor de las cosas.

Ayer su búsqueda había sido coloreada con sentimientos de desesperación, estaba


angustiada, pues era la búsqueda de una aguja perdida en un mar sin límites. Sus

Reflex - Steven GouldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora