Capítulo XV

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Me encontraba sentada sobre una manta en un campo de flores viendo en mi celular una foto, una foto dónde me veía oliendo una rosa, una foto que no veía desde hace mucho, una foto que me había tomado Alejandro.

Suspiré y mire a mí alrededor.

—No llega —susurré con miedo aunque no tenía idea de a qué, y pensando bien no podía recordar a quién esperaba o porque esperaba a esa persona.

El sol empezaba a ocultarse y yo me rendía a saber quién era aquella persona.

Me puse de pie lista para irme cuando lo veo. No podía creerlo, no podía creer que después de mucho tiempo volviera a verlo.

Alejandro estaba acercándose a mí y yo no pude con la emoción que corría por mi cuerpo por lo que corrí a darle el encuentro, pero me detuve en cuanto vi su rostro, estaba serio, hasta parecía molesto.

—¿Qué sucede? —le pregunté pero él no me respondió— Alejandro, qué pasa —intente nuevamente pero nada el seguía mirándome como si viera más allá de mí; por lo que me giré a ver si había algo mal y lo que vi me asustó.

Sebastián estaba acercándose a donde estábamos con una sonrisa.

¿Qué hace el aquí? Pensé.

Me giré a ver nuevamente a Alejandro con un pánico injustificado.

—Me voy —soltó mi amigo— Adiós... Stefanía —dijo antes de girarse e irse corriendo.

Cuando quise ir tras él la voz de Sebastián diciendo mi nombre detuvo.

—¿Stefanía?

Cerré los ojos.

—Stefanía... —sentí como me tomaron de los hombros y empezaban a sacudirme— ¡Stefanía!

Me desperté asustada ante el grito de Dayanne.

Mi corazón estaba agitado, tenía ganas de llorar y no lo podía explicar.

—Respira cariño, respira, ya pasó —escuché a mi hermana decirme— Abre los ojos Stefi —pidió pero yo negué— Vamos peque abre los ojos —volvió a pedir— Mira dónde estás, estás a salvo.

Con mucha dificultad logré hacer lo que me pidió pero ver mi habitación no me calmo aunque si me ayudó a sacarme por completo del sueño.

—Vamos respira conmigo —seguí las instrucciones de mi hermana a partir de ahí hasta que logré calmarme por completo— ¿Estás mejor? —preguntó Dayanne y yo asentí— ¿Quieres hablar de lo que soñaste?

Lo que soñé...

—No recuerdo —le dije con honestidad— Sólo sentí que me ahogaba.

Dayanne me miró y acarició la espalda antes de decir— Sé que es difícil salir de las pesadillas después de lo que pasamos, pero recuerda que solo son eso, son sueños malos que no te afectan en la vida real y el pasado es eso, pasado.

Entendí el mensaje, ella creía que yo le estaba mintiendo al decir que no recordaba lo que soñé, que tal vez se lo ocultaba porque era lo mismo de siempre, el accidente de mis padres; sin embargo, yo sabía que no era eso aunque no recordará que había soñado.

—¿Stefanía?

—Lo entiendo Dayanne —le dije— Por cierto qué haces despierta tan temprano.

—¡Cierto! —exclamó mirando el reloj de mi pared—son casi las seis y como hoy es tu primer día de clases venía a levantarte.

—¡Las clases! — grité asustada poniéndome de pie tan rápido que casi me caigo de la cama.

Bonita casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora