XX: La balanza y su peso

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Stiles se aferró a Liam, cubriendo sus ojos en el pecho de su amigo quien sollozaba al igual que él. Los gritos de dolor nublaban sus pensamientos.

El olor metálico de la sangre ajena y del polvo invadía cada respiración errática de sus fosas nasales. Sus hipidos se veían opacados por los ruegos de perdón de aquellos convictos.

No tenía la culpa.

Él se los dijo.

Les dijo que lo soltaran.

Les dijo que Derek se enojaría...

-¿Qué dijiste?- Derek pasó el dorso de su mano ensangrentada por el contorno de su pómulo, limpiando las gotas de sudor que caían por él. -Solo... Repite lo que dijiste, maldito perro embustero.

En el desértico patio, rodeados por un tumulto de convictos enardecidos y vitoreantes, Derek miró a los dos bastardos que tenía de rodillas en el suelo.

-Y-yo... Él... él que-quería- Temblaba, con su nariz rota y dentadura resquebrajada por los crueles golpes del emperador. -Lo j-juro, emper..-

-Oh- Derek lamió una comisura de sus labios. -Estás intentando decir.. ¿Dices que mi puto fue el que los sedujo?.

-P-por favor. N-nosotros no que-queríamos.

Derek asintió, dándose media vuelta y caminando directamente hasta Stiles quien se encontraba acurrucado en Liam.

Lo tomó de la muñeca, dándole un jalón hacia su cuerpo.

Stiles era tan ligero, tan suave y ligero.

Derek renegó con un bufido al ver su bonito rostro empapado en lágrimas; cubierto de miedo

-De..-

-Cállate, puta- Arrastró a Stiles con él, rodeándolo posesivamente con su brazo.
Su mano jalando los castaños cabellos de la nuca del ojimiel. Bajó la mirada a los bastardos que habían intentado coquetear con Stiles, que habían intentado poner sus manos en él. -Mírenlo... ¡Mírenlo!.

Los golpeados convictos levantaron la mirada. A la distancia los guardias reían y disparaban al aire, emocionados por la entretención que Derek estaba ofreciéndoles en ese momento.

Nadie con los suficientes cojones para acercarse y decirle que se detuviera.

-¿Lo ven?- Tomó el rostro de Stiles con sus manos. Apretando sus dedos en la afilada quijada de este. Stiles gimoteó, sorbiendo su nariz y sin dejar de llorar. -¿Ven esta carita bonita? ¿Este cuerpo blandito y que parece rogar por ser follado?.

-Derek.. P-por favor- Rogó Stiles.

El emperador hizo una rodilla, impulsándose para dejar caer una patada directamente en la cabeza de uno de los reos.

-¡Pregunté si lo ven!- Uno de ellos asintió mirando con terror a su compañero cuya mandíbula colgaba desencajada de su rostro. -Bien.. Ahora. El problema con este mamón, es que... No puede haber sido él quien los buscó.

Theo tenía a Jackson tomado por la cintura y el rubio miraba sin expresión alguna la macabra escena frente a sus ojos.

Había sido él quien le avisó a Derek de unos reclusos molestando a Stiles en el patio.

La fosa sería pronto, en menos de un mes y no podían quedar dudas de la jurisdicción de
Hale durante su ausencia; había que recordarles con sangre lo que ocurría con aquellos que intentaban acercarse a Stiles.

La benevolencia no era una cualidad en el emperador, nadie debía olvidarlo.

-¿Saben por qué?- Derek obligó a Stiles a ladear su cabeza, dejando expuesto un costado de su cuello. Pasó sus dedos por ahí y dejó un beso suave; sin quitar la mirada de los agonizantes hombres en el suelo. -Porque este corderito dice que me quiere, y le creo. Porque dice que es mío, y le creo- Levantó la mirada. Sus ojos desbordantes de una malsana ira. La sonrisa estrecha de sus labios no podía significar nada bueno. -Creo en cada maldita palabra que dice- Stiles se escondió en el pecho de Derek, respirando con dificultad entre sus hipidos -¿Ven? Es un jodido mamonazo asustado, no una golfa regalada.

Prisionero (adaptación) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora