XXIII: El barco hundido y la brújula tardía

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-¿Por qué?-. Preguntó conteniendo la ira.

Voz profunda y lenta, como un rugido vibrante emergiendo por sus cuerdas vocales.

Peter estaba sentado frente a Derek. Grandes ojeras violáceas adornaban su rostro. Aquella contextura atlética que provenía de su época como boxeador profesional resaltaba en su suntuoso traje.

El mecenas soltó un suspiro y negó con la cabeza; Derek supo que el asunto era más serio.

-Ten-. Sacó del bolsillo interno de su chaqueta un papel doblado a la mitad y se lo extendió al emperador quien lo recibió con un amago de hesitación.

<< Un pequeño recordatorio de quien soy yo y quien eres tú. Irás a la fosa y harás lo que te
encargué o tendré que hacer una llamada y asegurarme de que trasladen a tu puta a una lejana penitenciaría. >>

Su padre.

El recuerdo de la conversación que tuvo con el hombre picaba en sus intestinos. ¿Quien
demonios era el tal Ivanov y por qué razón su padre lo quería muerto?

-Maldito enfermo- Arrugó el papel. Moliendo sus dientes y con sus nudillos blancos debido a la fuerza con la que empuñaba las manos -Maldito.. Infeliz.

-No puedo hacer nada. Lo siento.. Tengo las manos atadas, si no pongo a Theo en la fosa, estoy jodido.

Derek negó con la cabeza.

Stiles no podía convertirse en su talón de Aquiles. No podía arriesgarse... Su... su chico no podía salir lastimado. Era ingenuo y suave, sonreía demasiado.

Derek amaba que Stiles sonriera demasiado, porque las mejores sonrisas eran las que le daba a él.

-Debe haber una maldita forma, Peter. No puedes hacerme esto... ¡No puedes hacerle esto a Theo!.

-¡¿Crees que yo quiero esto?!- Gritó arrebatando la carta arrugada de las manos de Derek y lanzándola al suelo -Tu padre no ha dejado de joderme los cojones desde que tomé los torneos.

-Voy a matarlo. Debo matarlo.

-Anthony sabía que querrías hacer eso. No está, intenté contactar con él y se ha ido a un congreso en Estados Unidos. Dejó órdenes y corrió, justo lo que podría esperarse de una rata cobarde.

La voz de Peter estaba llena de desprecio. Derek podía casi tocarlo. -Debería haberlo matado cuando pude.

-Si. Pero no lo hiciste.

-No puedo matar a Theo.

-Entonces él tendrá que matarte a ti.

-Debe haber otra manera.

-No la hay y si me preguntas...- Peter se colocó de pie e hizo un gesto a uno de sus hombres para que le entregasen un puro. -Espero que gane Raeken. Si tú murieras... tu padre dejaría de ser un grano en el culo.

Derek asintió.

Era verdad, para Peter sería mucho más fácil si simplemente muriera. Pero no podía hacerlo; ya no quería morir.

Se mantuvieron en aquella roñosa y fría habitación mientras el mecenas fumaba su puro.

Derek no dejaba de pensar, buscaba maneras de cambiar los hechos, una salida de escape. Nada, no había nada.

La realidad lo golpeaba, haciendo caer pedazos de su muralla de defensa. Anthony seguía teniendo poder sobre él, no iba a dejarlo libre.

Derek jamás sería libre.

Prisionero (adaptación) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora