XIII

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Jimin se levantó con dolor de cabeza. ¿Qué había pasado la noche anterior? Namjoon se había enfadado con él, y casi le mata... ¿Y luego? Le dolía todo el cuerpo, asi que suponía que le había pegado. ¿Por qué no se acordaba? Sacudió la cabeza. Si seguía con esa actitud, no tardaría en morir. Namjoon se lo había dejado clarísimo. No era más que un jugetito. Le hacía gracia tenerle alrededor, pero no pasaba nada si le perdía. A veces, su manera de ser amable le confundía. Tenía que conseguir libertad, costara lo que costara. Ser maleducado solo le traería problemas.


Jungkook se acomodó su sencilla camiseta. No es que hubiese un código de vestimenta, pero todo el mundo en el edificio solía ir de punta en blanco. Menos él, por supuesto. Se acababa de pasar la noche en vela, ajustando la red de comunicaciones. Estaba prácticamente pensando en binario. Apoyó la cabeza contra la pared del ascensor, cerrando los ojos. Pero no pudo descansar mucho tiempo. Oyó el característico sonido de Yoongi y su equipo. Gritos, festejos, sonidos de munición cayendo al suelo... Y demasiado olor a testosterona y a Alfa. Yoongi y sus seis chavales de apretujaron en el ascensor, gritando, riendo, y hablando de como se iban a emborrachar despues de eso. Yoongi olfateó un segundo el aire, pulsando el botón del ultimo piso. Miró a Jungkook, y se rascó la nariz dos veces. Pillando el mensaje, y molesto, Jungkook se sacó un paquete de pastillas del bolsillo. Puto celo. Nunca se daba cuenta de cuando le venía.

–Hey, ¿no huele súper bien? –preguntó uno de los chicos de Yoongi.

–¡Huele a coñito de omega! –gritó otro, y todos rieron, aunque olieron el ambiente un segundo. Y se giraron a Jungkook. Este notaba como sus simples cerebro de Alfa se excitaban poco a poco, como sus pantalones se hinchaban y cada vez les costaba más controlar sus manos. Pero él ya se había tomado los surpresores. Uno de los alfas se acercó a Jungkook, al cual no podía importarle menos lo que aquellos brutos hicieran.

–No me toques –dijo, sécamente. El alfa pareció dudar un segundo. Jungkook era un omega en celo, no era normal que estuviera tan firme, ¿no? Acercó su mano para acariciarle el pelo, y la apartó rápidamente. El cuchillo de Jungkook silbó, cortando el aire. Si aquel alfa hubiera sido un segundo más lento, habría perdido la mano.

–He dicho que no me toques –repitió.  Se guardó el cuchillo de nuevo en el bolsillo, y escupió al suelo del ascensor. La puerta se abrió, llegando al piso cuatro, y Jungkook se bajó, bostezando y rascándose la cabeza.

–¡Que te lo pases bien con tus algoritmos! –le gritó Yoongi. Jungkook se despidió con la mano, sin ni siquiera mirarle.

–¿No tenemos Aliss para ese omega? –preguntó uno de los alfas. Yoongi rió.

–Iluso de ti al pensar que podrías conseguir que se tragara una pastilla. E iluso de ti al pensar que puedes escapar de la furia de Namjoon si tocas a su querido Jungkook.

–¿Es alguien ese omega?

–¿Que si es alguien? –Yoongi soltó otra carcajada –. ¡Es el informático oficial de Goemul! Sin él, se nos cae media organización. Namjoon confía en él. Y Jungkook no es un omega pobrecito. Ya le has visto. Si no fueses uno de mis chicos, te habría cortado las pelotas.

El silencio se hizo en el ascensor. Perder las pelotas era el miedo primordial de todos sus gorilas. Yoongi metió ambas manos en sus bolsillos mientras, poco a poco, la seriedad abandonaba el ambiente. De toda la gente en el ascensor, él era el más bajo. Y, sin duda, el que más acojonaba. Hasta que entró Namjoon. Todos los chicos de Yoongi lo celebraron, aunque se bajaban en ese piso. Namjoon y Yoongi se quedaron solos en el ascensor.

–Me contaron que tienes un bote de Aliss –comentó Yoongi.

–¿Ah, si? ¿Y quién te lo contó? –preguntó Namjoon, secamente.

–Shikjae. Estaba con su equipo guardando la mercancía y viniste tú a por un bote de Aliss. Eso fue lo que me contó. –Namjoon no contestó. Yoongi no vio peligro en su reacción –. ¿Te lo pasaste bien con tu putita anoche?

–Lo que haga con mi juguetito en mi dormitorio es cosa mia. –Yoongi sonrió. Juguete.

–Ah, tu juguete... ¿no te encanta esa manera de mentirte a ti mismo?

–¿De qué estás hablando, Yoongi? ¿Crees que Jimin es más que un juguete para mí? –Yoongi se encogió de hombros, sonriendo.

–Yo no creo nada, Namjoon.

–Pues te equivocarías si creyeras que ese omega es algo. Él no es nada. Está ahí solo para entretenerme. ¿De acuerdo? –El tono peligroso en la voz de Nam llamó la atención de Yoongi, pero simplemente asintió silenciosamente.


–¿Jackson? – preguntó Jimin, esperando alguna respuesta del otro lado de la puerta. Silencio sepulcral –. Jackson, ¿estás ahí? –repitió. Siguió sin respuesta. Su estómago gruñó. Quería comer algo. Se acercó al baño, mirándose al espejo. Había moratones por su cuello, pecho y abdomen. Le dolían un poco, aunque no mucho. Se rascó la cabeza. Tenía frío, pero no había encontrado ropa para él en la habitación. Saliendo del baño, abrió el armario de Namjoon. Todo le parecía demasiado grande para él, y no quería ponerse todo trajeado. Sacó una camiseta y unos vaqueros. Efectivamente, todo le quedaba gigante y se le caía. Puso un cinturón en los pantalones. El primer agujero era todavía grande para Jimin, pero al menos evitaba que se cayesen. Registró el cuarto de nuevo, en busca de algo comestible o de alguna señal de que Namjoon había estado ahí esa mañana. La puerta estaba cerrada con llave y, aunque no parecía haber vigilancia detrás, Jimin sabía que no podía abrirla. Cogió un libro al azar de la estantería y se tumbó sobre la cama. Más le valía acostumbrarse a eso. Probablemente, ese encierro sería solo un castigo. El libro resultó ser una novela de ciencia ficción. No era demasiado buena, pero tampoco era mala. La siguió durante un par de páginas sin mucho interés. Cogió uno de los pocos libros de sudokus que todavía no estaba resuelto por completo. Intentó resolver unos cuantos, pero se dio por vencido poco después. Volvió al libro. Resolvió un par de crucigramas. Intentó otros pocos sudokus. Dio vueltas sobre la cama hasta cansarse. El reloj de la mesilla marcaba ya las dos de la tarde. Bostezó, levantándose de la cama. Namjoon estaría a punto de llegar, si es que iba a venir a comer. Si no, a Jimin le quedaban unas pocas horas más de pasar hambre. Se miró al espejo de nuevo. Usando sus manos, intentó darle algo de forma a su pelo. Estaba desordenado, y un poco sucio, pero tampoco quedaba tan mal. Su labio estaba menos hinchado que el primer día, aunque todavía estaba con un tono moráceo. Se sentó en el brode de la cama, mirando a la puerta. Jugó un rato a hacer canciones dando golpecitos en el suelo con sus pies. Intentó recordar los nombres de sus antiguos compañeros de clase. Cuanto más tiempo pasaba, más maneras de matar el tiempo se le ocurrían. En un momento, mientras estaba enumerando todos los paises de la Unión Europea, olió algo delicioso. ¿Ternera? ¿Ternera marinada? Oyó pasos junto a la puerta, y se puso alerta.

–Jimin –oyó la voz de Namjoon.

–Estoy aquí –contestó rápidamente.

–¿Vas a portarte bien hoy?

–¡Si! –exclamó, intentando no parecer demasiado desesperado.

–¿Vas a ser un niño bueno, y no vas a estar dándome el coñazo?

–¡No! Osea, ¡si, voy a ser un niño bueno! ¡Y no voy a darte el coñazo!

–Buen chico. –Oyó la puerta abrirse y se levantó de un salto. Namjoon abrió los brazos, y Jimin fue a abrazarle inmediatamente.

–Siento haber roto tu libro –murmuró. Namjoon parecía confundido frente a la obedencia y calidez de Jimin, pero sonrió y le acarició el pelo.

–Veo que lo vas pillando. Venga, vamos a comer.



[Estoy publicando muy deprisa porque tengo mucho tiempo para escribir, pero dentro de poco empiezo de nuevo las clases y todo va a ser mucho mas lento. Difrutad esto mientras dure]

<수싀>

This is mafia, sweetheart [Jimin x Namjoon] (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora