II

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Despertó con sus manos atadas a su espalda, encadenado a una columna. Estaba oscuro. Sentía el pelo grasiento, su camisa estaba manchada de barro, sus pantalones tenían las rodillas rotas, y sentía algo pegajoso por toda su cara, en especial su labio. Sabor a hierro envolvía su boca en cada rincón, señal de que había tragado sangre. Intentó distiguir algo entre la semioscuridad. Se acordaba perfectamente de lo que había pasado la noche anterior. Había sido secuestrado. Eso estaba más claro que el agua. El caso era, por qué y por cuanto tiempo. Y quien sabía si no iba a ser asesinado o violado brutalmente, o torturado, mutilado... Las posibilidades eran infinitas. Oyó unos ruidos fuera, y el hombre del bar y otros tres irrumpieron en la sala, encendiendo una débil bombilla en el techo. El chico bajito que le había pegado iba con él. También otros dos. Uno de ellos era bastante alto, y parecía entrenado. El otro era muy corpulento.

–Bueno, bueno, bueno –empezó el hombre, acercándose a él y acuclillándose a su lado –. Pero mira a quién tenemos despierto... BM, prepárame un cigarillo –ordenó. El corpulento se puso a ello inmediatamente. El hombre agarró a Jimin del pelo, mirándole bien la cara. El tal BM le tendió el cigarillo ya encendido, y el hombre lo cogió, poniéndoselo entre los labios –. ¿Cuál es tu género? –preguntó, dando una calada.

–Beta –mintió Jimin. El hombre asintió.

–Y te llamas Jimin, ¿verdad? –Jimin asintió. El hombre le volvió a echar el humo de cigarrillo en la cara.

–Yo me llamo Namjoon. Kim Namjoon. Vamos a llevarnos bien, ¿vale? –Jimin asintió de nuevo. El nombre no le sonaba de nada –. Ahora dime, Jimin, ¿Dónde está tu amiguito? Bangchan. Sabes quién es, ¿cierto?

–No lo sé –contestó rápidamente Jimin –. No sé que ha hecho, pero no tengo nada que ver.

–¿No sabes qué ha hecho tu amigo Bangchan? –repitió Namjoon. Jimin negó con la cabeza. Namjoon le dio otra calada al cigarillo –. Tu querido Bangchan tenía un trabajo que hacer. Solo uno. Y decidió pasarse de listo. Pero se dio cuenta de que tengo ojos en todas partes, y la ciudad es una tela de araña que puedo manipular a voluntad. Entonces se cagó. Se cagó y se fue. ¿No sabías eso? –Jimin negó con la cabeza. Los ojos de Namjoon penetraban a través de él. Desvió la mirada y Namjoon dio otra calada. Parecía creerle. Por un momento, Jimin se sintió esperanzado. Era posible que le soltaran.

–Que desgracia, entonces –comentó Namjoon. Le dio otra calada más larga a su cigarrillo –. ¿Tú fumas, Jimin? –Él negó con la cabeza –. Qué niño más bueno. No fumes nunca. Es un vicio terrible. –continuó, jugando con el cigarrillo entre sus dedos. La brasa encendida de la punta tembló, corroyendo lentamente el papel –. Llevo casi tres años diciendo "Mañana, mañana lo dejo". Y aquí me ves. –Jimin asintió, sin saber que más hacer. Era un conversación demasiado superflua para tener en esa situación. Namjoon estaba mirando su cigarro, sin decir nada.
–Seguro que algo parecido le pasó a Bangchan cuando nos robó. "Mañana, mañana devuelvo el dinero y finjo que se me olvidó". Seguro que pensó eso, ¿no crees? –Jimin no contestó –. Pero no fue así. Él todavía no lo ha devuelto, y es un poco tarde para fingir que no tiene nada que ver. Y tú, Jimin, eres nuestra única pista. Y sé que sabes algo, porque sé que eres su amigo. –Namjoon dio una última calada al cigarrillo, mirando a Jimin a los ojos. Con una sola mano, levantó lo poco que quedaba de la camisa de Jimin. Él vio lo que iba a pasar, e intentó retorcerse, pero no sirvió de nada. La punta en brasas del pitillo lamió su piel. Namjoon giró un poco la colilla, dejando el calor extenderse de una manera unifrome. De la garganta de Jimin salió un grito de dolor. Cinco segundos despues, la colilla ya no estaba en contacto con su piel, pero el dolor persistía. Namjoon se levantó y tiró el cigarrillo ya apagado al suelo. Miró al chico bajito.

–Yoongi, explícale en qué situación está. Y no te cebes. Le quiero vivo. BM, tú guarda la puerta desde fuera. Voy a echar un polvo –declaró, saliendo de la sala. El bajito se levantó, empujando el interior de sus mejillas con su lengua.

–Mírale, tan pequeño... –comentó, enternecido. Una patada cruzó la cara de Jimin –. Cómo una lata vacía en madio de la calle –siseó, mirándole a los ojos.

–Hyung –dijo suavemente el último chico, que se había quedado en la sala. Su nariz era un poco ganchuda. Yoongi ni siquiera le miró, haciendo un gesto con la mano para que se callara.

–Lo de to amigo Bangchan es muy serio, ¿sabes? Necesitamos la información ahora. ¿Dónde se ha podido ir ese hijo de la grandísima puta? –preguntó.

–¡No lo sé! ¡No tengo ni idea de dónde puede estar! –gritó Jimin, a punto de llorar. Yoongi soltó una risotada.

–No sabes con quién estás hablando, ¿verdad, mocoso? –Jimin negó con la cabeza, mirando al suelo –. Nosotros somos la puta mafia, chaval. Somos Goemul. La puta mafia. Y, como bien dijo Namjoon, nuestros ojos son numerosos, y nuestros brazos llegan a todas partes. Silenciosamente, somos nosotros los que movemos los hilos de esta ciudad. Osea que, puedes hablar y te soltaremos. O, puedes no hablar y, no solo te torturaremos, si no que mataremos a tu familia, amigos y toda la gente que te importa. Pero no a ti. A ti te dejaremos vivir con la culpa de ser el asesino de todo el mundo que te quiere –dijo, sonriendo como un piscópata –. ¿No suena super divertido? A mí me encanta. Ese chico de ahí –dijo, señalando al chico del final de la sala – es el mejor ratreando gente. Deberías empezar a reconsiderar algunas cosas.

Salió de la sala, seguido del chico, que apagó la luz. Jimin se quedó solo, en la semioscuridad, de nuevo. Tras un análisis más exhaustivo, se dio cuenta de que lo pegajoso de su cara era sangre seca. Quería limpiarse. Le dolía todavía la quemadura de cigarro, que estaba ahí, redonda, adornando su abdomen. Intentó gritar, o pedir ayuda de alguna manera, pero su voz era demasiado débil, y parecía que aquel lugar estaba habitado por mafiosos. Goemul era una organización criminal de la que Jimin había oído hablar. Se dedicaba al contrabando de drogas y armas, y tenía redes de prostitución, vamos, lo normal en una mafia. También daban palizas brutales de vez en cuando a gente que no pagaba su tasa de protección. Lo hacían con un método muy peculiar. Primero, pegaban a la víctima solo en el abdomen, provocando una hemorragia interna. Luego le dislocaban el codo, normalmente el derecho. Le obligaban a morder un escalón y le empujaban la cabeza, rompiendo en ocasiones varios dientes o dislocando la madíbula. Finalmente, tiraban agua helada sobre las víctimas, con la escusa de borrar sus huellas dactilares. Las víctimas nunca decían nada, quién fue o porqué, y probablemente la policía estaba compradísima por Goemul.




<수싀>

This is mafia, sweetheart [Jimin x Namjoon] (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora