NACER EN LAS SOMBRAS GARANTIZA BAUTIZOS DE FUEGO

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¿Alguna vez has pensado que la oscuridad es silenciosa? Que al estar sumido en sombras no habrá nada más que silencio, como en la nada del espacio. Pensando que los únicos sonidos en la oscuridad son los de tu respiración y los latidos acelerados de tu corazón, pensando que hay en esa oscuridad contigo, quizá hasta frente a ti, tan cerca, pero no lo notas, porque no puedes ver nada de lo que esté más allá de tu nariz, pero sin lugar a dudas, sabes que las sombras están habitadas por algo, algo que no escuchas, pero sabes que te devuelve la mirada.

Sin embargo, aquel oscuro recinto que normalmente se encontraba en paz, ahora estaba invadido por un aura de preocupación, miedo, y los desgarradores gritos de una joven de tan solo 16 años en labor de parto. La sangre aun salía de ella, el dolor en su interior y el sentir como las piernas abiertas de par en par la desgarraban le quitaba el aire, haciendo que mantenerse despierta fuera casi imposible, su visión periférica se oscurecía y cada fibra muscular de su cuerpo estaba tensa al límite.

—Una vez más Liz. — le dijo el partero. Ella simplemente se limitó a respirar entre sollozos y de nuevo apretar los dientes mientras su cadera casi se disloca al dar otro pujido más. Aquel último espasmo fue acompañado por un grito ahogado por la joven de tan solo 16 años.

—Doctor, ya se ve su... Cabeza-— dijo en un extraño tono la enfermera. Liz se percató de ello, pero un nuevo espasmo la sacó de su pensamiento. Esta vez el grito fue potente, desgarrador y crudo. Pero sintió por fin cómo su hijo, su primogénito salía de su cuerpo. estaba agotada en extremo.

Liz pensó en agradecer a Dios por resistir a pesar de que la anestesia no surgiera tanto efecto en ella, era cosa genética de su familia. Por lo cual, un parto natural era su única opción si no quería sentir casi al cien por ciento una cesaría.

Liz soltó en llanto al sentirse un tanto orgullosa de lo que había logrado. Había traído un ser al mundo. Pero el terror de lo que pasaría ahora a sus 16 años, era incierto. La presión en su cabeza por el llanto se desvaneció al percatarse de que era el único llanto que se escuchaba en el quirófano.

Aún no había visto a su pequeño, o escucharlo, ni siquiera comentarios de los doctores. El silencio la comenzó a inquietar.

Doctor... Debemos... —Dijo por fin una de las enfermeras.

—Sí, procedan— Respondió el partero.

Algo aquí no está bien...

Pensó ella.

—Quiero ver a mi bebé, por favor. —solicitó la joven, pero nadie le hacía caso. —¡Quiero ver a mi bebé! —Gritó, esta vez. Los doctores se vieron entre ellos, todos con sus rostros ocultos por sus cubre bocas, y solo miro a uno asentir al otro, como si respondiera a una pregunta que solo ellos sabían. Pero ella sabía lo que le dirían, había visto esa cara en las series de televisión de médicos atractivos que tenían líos amorosos con las enfermeras, pero este no era el caso. Este era un lio más grande.

—Liz, hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance, no lo logró— Dijo el primero. —Lo sentimos mucho...

El doctor de mirada amable no terminó de decir sus disculpas cuando un agudo chirrido, resonó en toda la sala. Una de las enfermeras comenzó a gritar, chocando contra la mesa de instrumentos tirando al suelo un bisturí. El bultito de carne enrojecida entre las sábanas que estaba en la mesa de limpieza, se movía incesantemente. Pero el rostro de la enfermera, denotaba algo que iba más allá de la sorpresa, tenía una mueca de horror y de repulsión hacia la pequeña criatura que tenía frente a ella.

Liz no dudó un segundo más, y al dejarse llevar de nuevo por un nuevo instinto que nació en ella, se puso en pie y arremetió contra el doctor, comprendió de inmediato que ese bisturí estaba a punto de cumplir otra función. Ella rápidamente lo tomó del suelo y lo apuntó contra él doctor que se encontraba con la espalda pegada al suelo.

Sweet Demon Heart :el Dulce Corazón De Un DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora