Capítulo 6. El pecado más hermoso

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Se fue acercando a mi poco a poco, veía mis labios, yo veía los de él, entonces pasó lo que quería, el pecado más hermoso, él y yo nos besamos. Sentí una explosión en todo mi organismo, él pasó sus manos por mi cuello, rosándolo sutilmente con su dedo, creando en mí un desenfreno que colapsó mi sistema nervioso, una química extraña erizaba mi piel.

Sus labios eran suaves y fuertes, su aliento era fresco, su lengua algo rico que no quería que saliera de mi.

Entonces, el beso liberó nuestro dopamina, él pasó sus tibias manos por mi abdomen quitando mi camisa, sentí algo de pena pero él besó mi cuello relajándome un poco, bajó ligeramente su cabeza y comenzó a lamer mis tetillas, sacó de mí un quejido, me alzó y me sentó en la mesa, varias cosas cayeron al piso, ahí comencé a actuar yo, le quité la camisa, lamía sus tetillas, besaba su pecho, entonces llevé mis manos a su bajo vientre y solté su pantalón, él se lo terminó de quitar, quedó en ropa interior, veía su erección enorme, pasé mi mano sobre su ropa interior sintiendo su pene, él gemía de placer.
Me quitó los zapatos para liberarme del pantalón, tomó el pantalón y de un tirón lo sacó, ambos quedamos en ropa interior, me cargó, rodeé su cintura con mis pies, me llevó al cuarto de al lado, ahí había una cama con limpias sábanas, me acostó delicadamente, se acostó sobre mi y comenzó a besarme de nuevo.
Ambos sentíamos un
éxtasis lujurioso, él se sentó sobre mi vientre y dijo:

—Es mi primera vez. Seré un torpe.

—¿Me vez cara de experto? —retoriqué —Somos dos vírgenes a punto de ser libres.

—No quiero lastimarte.

—Intentemos. Seré paciente.

   Comenzó a besarme los labios y en ellos dijo:

—Llevo nueve años esperando tus besos.

  Yo guardé silencio, no quería que ese momento especial se convirtiera en una conversación.

Comenzó a lamer mi pecho bajando hasta mi vientre, entonces quitó mi bóxer dejando expuesto mi pene erecto, él, al verlo, sonrió pícaramente, me vió, y lo introdujo en su boca provocando en mí contorsiones y gemidos audibles.
Se nos había prohibido de algo tan maravilloso como el sexo, sólo porque así lo dice un libro antiguo.
Al rato me di cuenta que lo que hacíamos debía ser mutuo. Me senté y lo tomé por los brazos acostándolo en la cama boca arriba, le quité el bóxer y le dije:

—Siente lo que yo sentí —Llevé su pene a mi boca, él, al igual que yo, se contorsionó de placer y gemía sonoramente.

  Su pene en mi boca era una golosina deseable, escucharlo a él gemir producía que mi corazón se disparará en latidos acelerados. ¿Por qué se nos ocultó algo como esto? Lamí sus testículos, y sin querer vi su ano y le pasé la lengua, él mordió su mano del placer y me decía que no me detuviera, luego me preguntó:

—¿Estás preparado para penetrarme?

Lo ví, me dio un pequeño susto, he oído decir que perder la virginidad duele.

—Me da algo de miedo —Le dije.

—Será placentero —Me dijo.

  Alzó sus piernas dejando ver su ano.

—Hay que usar preservativo, ¿Cierto?

—No lo creo, ninguno a tenido sexo antes, no será necesario.

   Me preparé y llevé mi pene a su ano, comencé a introducirlo lento, era algo que me gustaba, pero mientras más lo introducía más me dolía, así que mis gestos eran un poco de dolor, y a él también le dolía y creo que más que a mí.

—Detente un momento —Me dijo.

—Bien. ¿Te duele?

—Un poco... Sigue —Me dijo, después de tomar aire.

  Entonces, lo introduje todo, él dio un fuerte alarido igual que yo, sentí como la piel de mi pene se deslizó hacia atrás lo que causó mi dolor y sentí como su ano se abrió lo que causó su dolor. Comencé a realizar movimientos suaves y el dolor empezó a desaparecer y a convertirse en exquisito placer. Nuestros gemidos invadían el ambiente. Antes de llegar al orgasmo, me detuvo, ahora era mi turno de ser penetrado, cambiamos de posición, yo me senté sobre su pene, y pues, sentí dolor, casi le decía que no podía pero sería egoísta de mi parte, respiré profundo y lo introdujo todo, él casi gritó al igual que yo.

Era la gloria convertida en sexo, en amor, en unión de dos pieles, de una catarsis única y diferente, se siente como si volaras, como si flotaras sobre una nube blanca, como si olieras un olor agradable. Si tenía miedo, se había olvidado. Él y yo somos uno, así lo quiso Dios, no... Así lo quisimos Jacob y yo.

Profundamente Prohibido (Gay. Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora