Capítulo 4. Misterioso

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Necesitaba saber qué cosas le han pasado a Jacob, es un hombre misterioso de eso me he dado cuenta estas últimas horas. Algo debo sacarle, pero justo cuando me proponía a realizar esa labor, él se volvió hermético. Fue como un cambio radical en su personalidad, ahora sí era un Anciano dedicado a Jehová, ya no me decía Nathan, o si no, 'hermano Nathan' , en una ocasión me dijo:

—Por favor, no me digas Jacob, llámame hermano Jacob.

Y pues, desde entonces todo se volvió seco, en un protocolo, era algo que yo pedía al principio y ahora me incómoda.

Entonces, un día después de trabajar, decidí ir a un cafetín con un viejo amigo de la escuela, él se llamaba Adrián, tenía la misma edad que yo, de hecho, llevábamos viéndonos ahí desde hace dos meses.

Hablamos de todo, él gustaba de mí y yo amaba su personalidad, su forma de tratarme, pero era del "mundo" , la gente del "mundo" es un calificativo que le dan los Testigos a la gente alejada de Dios, gente con la cual no deberíamos asociarnos.

Adrián, era de esas personas extrovertidas pero no al punto de avergonzar.

Ese día hablábamos de un tema en particular: El Origen de Dios. Tema controversial y que hasta el momento nadie da una respuesta lógica, pero muchos callan.

—Dime, ¿Quién creó a Dios?

—La Biblia dice que Dios no tuvo un origen, que él es el principio y el final, es como si él siempre fue él y gracias a él surgieron las demás cosas.

—O sea, que pudieron existir miles y miles de universos, con millones y millones de vidas, que él sencillamente los destruyó, y siguió creando otros a su antojo para no aburrirse, y creó nuestro universo, lo destruirá y creará otro más y así hasta el infinito?

—Que bobo eres. Mientras la Biblia no hable del origen de Dios, no podemos andar especulando.

—Disculpa, si Dios me creó, me creó con la capacidad de pensar, de razonar, así que él mismo nos dio la oportunidad de indagar respecto a su origen. Algo oculta Dios, ¿No te parece?

—Tiene el derecho, es el soberano de todo.

—¿Y los humanos no tenemos derecho? Hasta donde yo sé, tenemos libre albedrío, podemos elegir cosas, si estamos juntos hablando de este tema, es porque decidimos hablarlo, así que tengo derecho a saber el origen de Dios.

—Pues te aviso, aquí no vas a encontrar respuestas —Le dije colocando mi mano sobre las de él que reposaban en la mesa, de inmediato él las apretó.

—Nunca habías hecho eso.

—Hoy lo decidí —.Dije viéndolo a los ojos.

—¿Qué pasa por tu inmaculada cabecita?

—Llevamos meses viéndonos aquí y ni siquiera te he dicho que eres muy atento conmigo, siempre estás aquí todos los viernes, así llueva, y eso lo valoro mucho.

—Seguiré esperando hasta que tú decidas. Tienes que dejar esa religión y ser libre, estoy seguro que sí sigues con ellos pasarán veinte años más y te detendrás a ver y llorarás arrepentido de no haber decidido.

Entonces, vi hacia a fuera a través de la ventana, y vi al otro lado de la calle a Jacob, entraba con un hombre en un edificio de apartamentos, de esos viejos que aún quedan en la ciudad, no llevaba ropa formal así que no iba a dar estudios bíblicos, llevaba ropa de calle, un jean, zapatos casuales y una franela verde.

Seguí hablando con Adrián hasta que éste se fue. Normalmente yo salgo junto a Adrián, pero quise quedarme un rato para ver qué sucedía con Jacob, todavía no se me olvidan las palabras que dijo la semana pasada, que según le han pasado cosas, cosas no buenas pude percibir en esas palabras.

Ya estaba oscureciendo cuando ambos salieron, se despidieron y tomaron rumbos distinto.

Salí del lugar, subí en mi auto y lo seguí lentamente hasta que lo alcancé, le toqué la bocina, él me vio, se sorprendió demasiado y me preguntó:

—¿Qué haces por aquí tan tarde?

—Visitaba a un amigo que vive por esta zona. ¿Y tú? Te vi salir de ese edificio con un chico. ¿Es un estudiante?

No me respondió, siguió caminando.

—Sube. No llegarás a casa caminando con este frio —Ya Diciembre se acercaba.

Se subió después de pensarlo. Empecé a conducir ya de manera normal.

—¿Vas a responder a mi pregunta? —Interrogué de nuevo.

—Hay cosas que es mejor callarlas.

—Así que el muchacho no es un estudiante... ¿Un hermano? ¿Un viejo amigo? ¿Un mundano? —Mis preguntas salían como burbuja de mi boca, hasta que Jacob gritó golpeando la guantera.

—¡Basta! ¿Quién te crees? No te metas en mi vida privada, Nathan.

—¿Por qué? Tu durante esta semana has estado raro, primero llegaste tratándome como si yo fuera tu mejor amigo, diciéndome cosas raras, luego te volviste un santurrón, pero no te creas, te observé, todo lo quieres saber de mí, ¿a dónde fui? ¿Con quién hablo por teléfono? ¿Quién es él? ¿Quién es ella? ¿Qué te traes conmigo, Jacob?

—Eres nadie para mí. Un simple hermano cualquiera, sin importancia, de esos que saludo y luego olvido.

—¿Quién era el chico con quien estabas? —Le pregunté tragándome la tristeza por sus palabras puntiagudas.

—¿Te acuerdas lo que hacíamos tú y yo detrás de aquél árbol de pino? —preguntó viéndome a los ojos, llevaba una depresión en sus ojos, como si hubiera hecho algo realmente malo. Sé que la respuesta era obvia, algo que nunca he olvidado, sin embargo, le dije:

—No me acuerdo de nada —Le dije con una voz lenta y audible.

Él me siguió viendo, le corrió una lágrima por su mejilla, e hizo un gesto con su labio y cejas dándome a entender que estaba decepcionado por mi respuesta. Como ya estábamos frente a la casa, se bajó del auto y entró a la casa, ahí me quedé yo, más desconcertado que nunca. Esa lágrima significaba algo, sé que Jacob oculta algo y lo voy a averiguar como sea.

Ya en la casa, saludé a mis padres al entrar, ellos veían televisión en la sala. Hillary, se veía en el comedor cenando con unas amigas de una congregación vecina, yo las conocía a todas, las saludé y Hillary me dijo:

—En el microondas está tu cena.

—Gracias, realmente tengo hambre.

Busqué la comida y subí a mi habitación. Al estar ahí, coloqué la comida en una mesa, me desvestí y quedé en ropa interior, entonces saqué mis artículos para pintar, que básicamente era un lienzo, hojas blancas, lápices , colores, entre otras cosas. Tomé el lienzo y comencé mi trabajo.

La imagen de Jacob viéndome cuando se sintió decepcionado por mi respuesta, no se borró de mi mente, estaba fresca y necesitaba plasmarla en el papel.

Tomé asiento en un banquito, saqué punta a mi lápiz y comencé a dibujarlo, él viéndome con esos ojos verdes, esa lágrima que salió de su ojo izquierdo, esos labios entre abiertos, su piel iluminada apenas por una bombilla de la calle, su mano derecha posada en la guantera, un pequeño morral entre sus piernas, no lo había notado hasta este momento que hago memorias, ¿Qué llevaría ahí? Su cabello alborotado después de haberse quitado el gorro. ¿Qué quería decirme con esa mirada? Su expresión, esa pregunta que se está volviendo fastidiosa, ese dolor que lleva a cuestas, esas líneas en su rostro tan perfectas y al mismo tiempo tan irreales.
Esos labios que me llaman a probarlos, quisiera que mi segundo beso sea con ellos, con esos labios que emanan la alquimia dulce de un elixir, su luz y su oscuridad...

—¿Quién eres Jacob? —dije después de terminar el dibujo y observarlo por media hora.

Me dormí a las dos de la mañana, el siguiente día será sábado, no habrá trabajo, sólo predicación, aunque, amanecerá y veremos.

Profundamente Prohibido (Gay. Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora