Capítulo 10. Memorias

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El hermano Patricio, fijó su mirada en el horizonte y comenzó su historia, me imagino que todo cobraba vida en sus recuerdos. Él comenzó a contar:

—En Ruanda, siempre hubo problemas por territorios, por enfrentamientos de tribus y esas cosas, aunque no te voy a contar los problemas políticos de ahí. Para aquel entonces vivía en una pequeña casa con mis tres hermanos, todos mayores que yo, mi papá y mi mamá, mi papá era un carpintero muy conocido en el pueblo, mis hermanos trabajaban con él, tenían el taller frente a nuestra casa, sólo había que cruzar la carretera y listo, llegaban a su lugar de trabajo. Mi mamá, trabajaba como doméstica en casa de una familia pudiente del pueblo, le iba bien ahí y mi papá no se oponía, además, aquella familia siempre nos hacían regalos. Un día le regalaron mucha ropa usada pero en buenas condiciones y, el hijo mayor de aquella familia, se ofreció a llevarla hasta nuestra casa, todos nos pusimos muy contentos por aquellos regalos, ahí conocí a Timothy, supe desde el primer contacto con nuestras miradas que sucedería algo entre nosotros. Para entonces, yo tenía diecisiete años, mi trabajo era cargar agua del río que estaba a 10 kilómetros, claro, tenía un medio para transportarme, había una bicicleta que mi papá le había hecho una carrucha adelante donde irían las cubetas para el agua. Aquel joven de veinticinco años siguió yendo a mi casa con la excusa de llevar a mi mamá. Un día fue sólo, un fin de semana, mi familia lo recibió muy bien, él se ofreció a acompañarme a buscar agua y nos fuimos juntos. Nos hicimos buenos amigos, muy buenos amigos. Al año, mi mamá empezó a estudiar la Biblia con unos Testigos, muy pronto toda mi familia se hizo Testigo. El día de mi bautizo invité a Timothy, él fue, estuvo presente, me alegré mucho. Él y yo nos confesamos amor, y una vez hicimos el amor cerca del río, nos entregamos mutuamente, no era sexo, no era algo obsceno, fue el amor, nos amábamos mucho, con el tiempo el comenzó a estudiar la Biblia conmigo y llegó bautizarse, pero llegamos a comprender que no podíamos seguir así. En un discurso que se dio en una asamblea (para los Testigos, las asambleas es donde se reúnen ellos y algunos invitados a estudiar la Biblia, normalmente a las asambleas asisten más de 500 personas), el discursante decía que estaba prohibido para los Testigos las prácticas homosexuales, lo que incluía besos, caricias, sexo, entre otras, que eso se consideraba pecado. Imagínate cómo nos sentimos Timothy y yo, le suplicamos a Jehová que nos ayudara, que no nos separara, porque el amor que había entre Timo y yo, era enorme, nos respetábamos, nos comunicábamos, hasta simulamos nuestro matrimonio —El hermano Patricio dibujó una sonrisa —.Una vez, unos hermanos se casaron en nuestro Salón, fuimos invitados, pero Timo y yo, nos quedamos afuera donde nadie nos viera, pero que pudiéramos oír el discurso del matrimonio, fue como si todo lo que pasó ese día fuera para nosotros dos, entonces el hermano desde adentro dijo: "Por favor los anillos" , Timo y yo nos vimos, no teníamos anillos al alcance, así que él improvisó uno, rasgó dos tiras de su camisa y la amarró alrededor de mi dedo, con la otra tira yo la coloqué en su dedo y luego nos besamos, desde ahí nos convertimos en esposos, juntos hasta que la muerte nos separara. Con el tiempo, mis padres murieron de vejez, mis hermanos carnales se casaron y se fueron a crear familias lejos de mí, yo en cambio me quedé solo en la casa donde me crie, bueno, no tan sólo, Timothy se fue a vivir conmigo, vivimos allí dos años, en esos dos años predicamos, dimos estudio, éramos unos auténticos Testigos, nadie sabía de nuestra relación, sólo Jehová.
Un día, el país entró en un conflicto político, de pronto la gente se comenzó a matar unos con otros, sólo porque así lo decidió el gobierno, los días de felicidad se convirtieron en noches tenebrosas; quemaron los salones del reino, mataron a muchos hermanos. Esa noche, un grupo armado entró a nuestra casa, al darse cuenta que éramos Testigos, obligaron a Timo a que me golpeará, él se negó y se llevó una golpiza salvaje, (a mí no me hicieron nada porque los hombres conocían a mis fallecidos padres y sabían que eran buenas personas), rápido empecé a curarlo, tenía una herida de machete en su pie derecho que no paraba de sangrar, yo estaba nervioso entonces, él tomó mis manos, me vio a los ojos y me dijo:

Profundamente Prohibido (Gay. Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora