Capítulo 8. Me gustas

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Había subido a mi cuarto un poco triste y decepcionado, el tema de los homosexuales en los Testigos los tenía como a todas las demás religiones, es desesperante saberlo y más cuando uno mismo es gay, pero al mismo tiempo quiero servir a Dios. No sé cómo lidiar con tantos sentimientos, no puedo olvidar las caricias de Jacob en mi piel, sus latidos del corazón cerca al mío, su respiración en mis labios, sencillamente no puedo olvidarlo, y nadie podrá borrar esa primera vez, él fue mi primer amor y justo con quien quería, pero choca el otro polo, Jehová diciéndome que lo que hice está mal, que castigará ese pecado, que ya no seré su amigo y que me destruirá como a un villano, o para no ponerlo tan cruel, que me arrepienta y olvide todo lo que hice con Jacob y vuelva a Dios. Siento que el amor se está poniendo a prueba, no sé qué elegir, si a Dios, o al hombre.



No es justo que el rey David y Jonatán, sirvieron a Dios y al mismo tiempo se amaran tanto, y Dios nunca los señaló, al contrario, siempre estuvo con ellos en las buenas y en las malas, pero hoy es distinto, Dios simplemente calla, sólo ve en silencio el dolor, que no puede hablar, y sólo así todo queda prohibido, y siento miedo.



Mi papá intentó hablar conmigo esa noche, después que se fue la visita, pero no le abrí la puerta. Al siguiente día sería domingo y tendríamos reunión en el Salón del Reino. Me levanté temprano, me arreglé, tomé una manzana de la nevera y salí, subí a mi auto con rumbo al Salón, sólo vi a mi mamá en la cocina, ella guardó silencio.



Llegué al Salón, bajé del auto y me detuve frente a su fachada, viéndolo, detallándolo, era tan bonito, tan limpio, un pedacito del cielo en la tierra.



-Me eres muy especial. Tantos recuerdos se esconden en tus rincones, tantos amigos recorren como fantasmas tus pasillos.



Suspiré, y entré, la puerta ya estaba abierta, no me había percatado que en el estacionamiento se encontraba un auto, no lo reconocía. Entré y vi sentado y bien recuperado al hermano Patricio, lo saludé con un fuerte abrazo, el hermano Patricio me a enseñado muchas cosas buenas, lo considero un amigo.



-Si pensabas que se desasearían de mi tan rápido se equivocaron -Dijo bromeando conmigo. Un hermano se acercó a nosotros -Él es el hermano Joseph, es uno de los que me cuida desde que me caí.



-Un placer, me llamo Nathan. La vez que fui a casa del hermano, Patricio no lo vi.



-No Nathan, en ese entonces me cuidaba el matrimonio Fletcher.



-Oh sí, mi padre me dijo luego.



-Soy como un huérfano rebelde, paso de familia en familia.


Dimos unas risas.



El hermano Joseph, se alejó un poco de nosotros, el hermano Patricio desde su silla de ruedas me veía, entonces me dijo:



-¿Qué te pasa Nathan? Te conozco como si fueras el hijo que nunca tuve.



El hermano Patricio, había sido un hombre afrodescendiente que durante su juventud sufrió mucho el maltrato de racistas, vivió la época del genocidio en Ruanda, y eso lo marcó bastante, no habla mucho de lo que vivió en aquel entonces por eso lo admiro.



-Muchas cosas me pasan hermano.



-Puedes contar conmigo -Me dijo.



Lo vi, de verdad quería hablar con alguien de todo lo que hay en mi corazón, y creo que el hermano Patricio era justo esa persona, pero comenzaron a llegar más personas.



-Creo que aquí ya será imposible.


Él sonrió viendo a su alrededor y me dijo:



-Anda esta tarde a mi casa, estoy seguro que ahí sí podremos hablar mejor.

Profundamente Prohibido (Gay. Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora