Capítulo 14. Con Adrián.

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Casi a las ocho de la mañana llegué a aquel pintoresco pueblo a orilla de la playa, con acantilados pronunciados, un sol débil que a penas calentaba, gaviotas y pelícanos volaban el cielo, la gente se veía en las calles en sus quehaceres. Este sitio se había convertido en un paradero turístico por excelencia.
La casa de Adrián estaba ahí, sola y triste, todas las demás casas reían con sus colores, todas estaban bien pintadas, menos a donde yo iba, la pintura se caía como hojas secas, el césped se veía alto como una selva, la cerca se tambaleaba cayendo, las ventanas oscuras del polvo. Paré frente a ella, me bajé, abrí la pequeña reja y pues, cayó al piso, las bisagras estaban oxidadas.

—¿Dime que compraste esa casa? Le quita lo bonito al pueblo.

La voz procedía de una chica, quien se asomaba desde el patio de la casa vecina. Era muy hermosa, afrodescendiente, cabello corto negro, ojos color miel, cuerpo delgado y de buena apariencia.

—Oh no, disculpa decepcionarte. El dueño es mi amigo y vamos a estar por aquí estos días, es solo que yo me adelanté.

—Si tu amigo es el dueño, entonces, es Adrián Solomon's.

—Si, ese mismo.

—Es buen chico. El pueblo agradecería que por lo menos pintaran la fachada —Dio una risa.

—Posiblemente. Me llamo, Nathan.

—Yo soy Kamil. Entonces, bienvenido al pueblo, te va encantar estar aquí.

—Gracias —Dije dirigiéndome a la puerta principal.

Vi el matero colgando; si algún día tuvo una planta, esta se marchitó, hurgué en ella y conseguí la llave, limpié un poco la tierra en ella y abrí la puerta. Todo se veía bien adentro, por lo menos los muebles estaban cubiertos con cortinas para evitar un poco el polvo. El piso sí tenía arena. Lo primero que hice fue abrir las ventanas.
La casa era típica, algo victoriana, dos pisos, abajo sala, cocina, lavandería, un baño y la habitación de huéspedes. Arriba tres habitaciones, un balcón y un baño, la casa tenía un pequeño patio trasero.
Encendí el interruptor eléctrico y “se hizo la luz”. Para no perder el tiempo comencé a
limpiar la casa, así también distraería mi mente.

Me encontraba terminando de lavar unos platos cuando escuché llegar un auto, me asomé por la ventana y vi el auto de Adrián, sequé mis manos y fui a recibirlo. Nos dimos un fuerte abrazo, de inmediato me preguntó:

—¿Qué te pasó?

—Te cuento adentro.

—Si pero, ayúdame con las cosa que traje. Tu llamada me dejó pensando mucho... Traje muchas cosas.

Lo ayudé con lo que pude, no soy un escuálido, mi trabajo a moldeado bien mi cuerpo, es solo que estaba débil de espíritu.
Colocamos todo en la sala y fue cuando volvió a decir:

—Ahora si, ¿Qué sucede?

Corrí y lo abracé, entonces me solté a llorar, era lo que necesitaba, un hombro que entendiera y no me dijera: “Descuida, lo verás en el paraíso”, quería de alguien sincero, un amigo que supiera escucharme.

—Arnold murió —Le pude decir.

—Llora, llora todo lo quieras —Me dijo pasando su mano por mi cabeza para aliviarme. Él sabía que Arnold era mi mejor amigo, por eso me entendía.

Comencé a contarle lo poco que sabía de su muerte y el porqué preferí alejarme que quedarme. Como siempre él me escuchó, utilizó las palabras adecuadas para consolarme. Luego de un rato me preguntó:

—¿Cómo te sientes ahora?

—Llorar hace bien.

—Traje el almuerzo, espero que no esté frío —buscó en unas bolsas y sacó las dos tazas con el almuerzo —Pensé en ti por eso traje comida china.

—Gracias, Adrián... ¿Por qué eres tan bueno conmigo?

—Porque pronto será Navidad, y en esa temporada todos hacemos el bien.

Nos sentamos a comer, yo tenía mucha hambre. Le conté lo de la posibilidad de pintar la casa en esos días que íbamos a estar ahí, y le pareció magnífico, y a mí también, para eso fui a ese lugar, a distraer mis pensamientos.

Después de almorzar nos fuimos a comprar las pinturas. No había que usar autos porque todo estaba cerca, por eso fuimos caminando. Las personas eran muy amables, algunos se detenían a saludar a Adrián. Cuando Adrián era niño, sus padres compraron esa casa para vacacionar, todos los veranos viajaban desde Washington aquí para disfrutar de la playa, luego, sus padres dejaron de venir pero Adrián no, después de comenzar la universidad, Adrián hizo de este lugar su zona de descanso, cuando comenzó a trabajar fue que lo abandonó hasta hoy. Siempre me hablaba de este lugar, por eso sé muchas cosas, como por ejemplo, donde estaban las llaves. Uno de sus sueños era volver aquí, por eso nos detuvimos en el muelle y me dijo:

—De no ser por ti, tal vez, no hubiera regresado.

—¿Cómo hiciste con tu ajetreada rutina?

—Mi jefe es un buen hombre. Estaré libre hasta que tú decidas volver, no pretendo dejarte sólo.

—Es un gesto muy bonito que aprecio mucho —Abandonamos
el muelle y comenzamos a caminar
a orilla de la playa; todavía no habíamos comprado la pintura —Tengo que contarte algo.

—Dime, soy tu confidente.

—Estoy saliendo con un chico.

—Vaya. Debe ser un tipo mejor que yo.

—Pues, ¿Te acuerdas de aquel primer beso?

—¿Qué? Apareció el mencionado... Jacob, ¿Cierto?

—Si, volvió hace unas semanas.

—¿Sigue siendo, testigo de Jehová?

—Sí, es un Anciano y todo.

—Que maravilloso. ¿Y a pesar de ser testigos, siguen saliendo juntos?

—Sí y, bueno. Hemos hecho el amor en varias ocasiones —Él se detuvo.
Hubo un silencio, él me vio y preguntó:

—¿Dónde quedo yo en todo esto?

—No lo sé, a veces me confundo.

Adrián, me giró hacia él, y me besó, era un beso distinto a los de Jacob, pero me gustaba, se separó y le dije:

—No te detengas —Él siguió besándome. Me separé y le dije —Puede que este no sea el lugar apropiado, si nos ve algún homofóbico seguro y nos incendian la casa con nosotros adentro —Reímos y dijo:

—Ese beso significa que todavía tengo oportunidad contigo, que el tal Jacob no te llena... Podría ser tu amante.

—Calla. Compremos las pinturas y regresemos a casa.

Compramos algunos materiales a parte de la pintura para no solo pintar, sino decorar algunas cosas. Adrián me dijo que por ser Navidad, deberíamos colocar cosas navideñas y pues, sería mi primera vez decorando para navidad. Llegamos a la casa, ya era tarde para pintar, así que lo único que hicimos fue buscar la manera de descansar, yo llevaba más de 24 horas despierto y los párpados se cerraban solos. Adrián me llevó a una habitación de arriba donde me acomodó una cama.

—Estaré en la habitación de al lado, por si necesitas algo.

—Bien... Adrián, gracias por todo.

Él sonrió humildemente y salió de ahí. Fue impresionante pero me dormí muy rápido, era lógico, me encontraba cansado.

Amaneció, la semana transcurrió a prisa. Me relajé mucho con Adrián a mi lado, hubiera deseado que en vez de Adrián, fuera Jacob, pero no fue así.

Por cierto, durante toda mi ausencia, Jacob no me escribió, ni me llamó, nada en absoluto, sólo Hilary, mi mamá y el hermano Patricio me llamaron, no pregunté por él, no he hecho nada malo para que no me hable, solo quise alejarme del dolor.

Gracias a Dios, entre Adrián y yo solo hubo aquel beso, después de eso no sucedió más nada. Adrián entendió que entre nosotros dos no puede suceder nada más allá de la amistad, sería mi mejor amigo ahora que ya no está Arnold, y lo dejó claro, no trataría de suplantarlo, Arnold es irremplazable. Hilary me dijo que como enterraron a Arnold el miércoles en la mañana, ella igual realizaría su boda, pero más en privado, sólo la boda civil, suspendió la boda en el Salón del Reino, no harían fiesta, el sábado después de casarse se irían de Luna de Miel. La boda comenzaría a las tres de la tarde.

Salí temprano de aquel hermoso pueblo, quería estar en la boda de mi hermana, ya me encontraba bien, espero no me recuerden mucho a Arnold, siempre habrá alguien que lo haga.
Llegué a mi casa a las doce del mediodía, no se encontraba nadie, ni siquiera Jacob. En mi habitación, sobre la cama, se encontraba un traje bien acomodado, ah, y un par de zapatos.
En mi estadía en la playa, dibujé a Adrián por segunda vez, así que como creé el dibujo en una hoja de papel, la coloqué en una mesa. Sobre el traje se encontraba una nota, la tomé, era a computadora por eso no identifiqué la letra. El traje se veía nuevo igual a los zapatos, era un traje color azul cielo, camisa blanca, corbata negra, los zapatos obvio negros. La nota decía:

“Colócatelo. Registro
Civil, piso dos, oficina 24-A. Te amo❤️🌻.
J. W.”

De inmediato, me llegó a la mente Jacob, me gustó el detalle del traje porque no sabía que ponerme, y además era bonito. También, que haya anotado la dirección donde sería la boda civil de Hilary, porque no le podía preguntar a ella. Me vestí, me veía muy bien con el traje, me coloqué unos lentes transparentes sin montura, y salí.

En el camino, vi la hora y al ver que aún era temprano, me desvíe un poco de camino.
Pasé por el cementerio.
Al llegar pedí información en la administración, necesitaba saber dónde lo habían sepultado, me dieron la información, fui hasta su sepultura, no quise llorar, ya había llorado mucho con Adrián.
Solo hablé con él, o con el ataúd, se nos ha enseñado que los muertos no pueden escuchar nada, pero hablé ahí, puede que me haga sentir mejor. Le conté todos mis secretos, secretos que no le había contado por miedo a muchas cosas. Le hablé de mi inclinación sexual, de Jacob, de Adrián, del hermano Patricio y su historia, fueron muchas las cosas que le expresé. Me despedí de él y salí con rumbo al matrimonio de Hilary.

Profundamente Prohibido (Gay. Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora