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—¿Cuántas veces has estado aquí? —preguntó a HyunJin

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—¿Cuántas veces has estado aquí? —preguntó a HyunJin.

Otro poli se rió y dijo:—Unas cuarenta.

Nos preguntaron a cada uno cuántas veces habíamos sido detenidos y cuánto tiempo nos habían puesto. Cuando me llegó el turno me preguntaron qué sentencia había cumplido con lo de la
receta de Nueva York. Les dije que nada, que me habían puesto en libertad condicional.

—Muy bien —dijo el poli encargado del asunto—, ya te pondrán aquí también.

De pronto se organizó un jaleo tremendo fuera del despacho, gritos y ruidos, y pensé que le estaban dando madera al epiléptico. Pero cuando salí vi que estaba tirado en el suelo con un
ataque y dos detectives trataban de sujetarlo y hablar con él. Otro salió a buscar un médico.

Nos tenían encerrados en una celda. Un detective gordo que parecía conocer a HyunJin llegó y se quedó delante de la puerta.

—Ese tipo es un psicópata —dijo—. Ahora quiere que lo lleven con su capitán. Un psicópata. He mandado por un médico.

Después de dos horas, más o menos, nos volvieron a llevar al distrito, y allí volvimos a esperar otro par de horas. Hacia mediodía apareció el policía de la pipa con otro individuo y se llevaron a
un grupo a las oficinas federales. El poli nuevo era joven y gordito. Mascaba un cigarro.

Renjun, Carl, dos negros y yo nos apretujamos en el asiento de atrás. El tipo del cigarro era el que conducía.

Se sacó el cigarro y dijo, volviéndose hacia mí:—¿A qué se dedica usted, señor Lee? —me preguntó cortésmente, con tono de hombre educado.

—Granjero —contesté.

El hombre de la pipa se rió.

—Maíz con yerba entre los surcos, ¿eh? —dijo.

El del puro meneó la cabeza.

—No —dijo—. Entre el maíz no crece bien. Tiene que plantarse sola. —Se volvió hacia Carl, hablando por encima del hombro—. Te voy a mandar a Angola, al penal —dijo.

—¿Por qué, señor Morton? —preguntó Carl.

—Porque eres un jodido drogadicto.

—Yo no, señor Morton.

—¿Y todas esas señales de aguja?

—Es que tengo sífilis, señor Morton.

—Todos los yonquis tienen sífilis —dijo Morton. Su tono era frío, condescendiente y divertido a la vez.

El de la pipa estaba intentando sin el menor éxito bromear con uno de los negros. El negro era conocido por Embrague, y tenía una mano deforme.

—Qué, ¿el monito se te sube a la espalda? —preguntaba el policía de la pipa.

—No sé de qué está usted hablando —dijo Embrague. Fue una frase sin expresión. Sin insolencia.

No era adicto a la droga y se limitaba a decirlo.

Aparcaron delante de las oficinas federales y nos llevaron al cuarto piso. Allí esperamos en una oficina exterior hasta que nos llamaron a otra interior, de uno en uno, para interrogarnos. Cuando me llegó el turno y entré, el tipo del cigarro puro estaba sentado ante una mesa. Me indicó una silla.

—Me llamo Morton —dijo—. Agente federal de la de estupefacientes. ¿Quiere usted hacer una declaración? Como ya sabe, tiene derecho constitucional a rehusar. Naturalmente, acusarlo sin esa declaración lleva más tiempo.

Dije que haría la declaración.

El hombre de la pipa estaba allí también.

—Minho no se siente muy bien hoy —dijo—. A lo mejor un pinchacito de heroína le sentaría bien.

—A lo mejor —dije. Empezó a hacerme preguntas, algunas tan sin sentido que no podía creer lo que estaba oyendo. Era evidente que no tenía intuición policíaca. No sabía distinguir lo que era
importante y lo que no lo era.

—¿Quiénes son sus contactos en Texas?

—No tengo ninguno.

Era la verdad.

—¿Quieres que metamos también a tu mujer en la cárcel?

Me sequé el sudor de la cara con el puño de mi polera y dije:—No.

—Bueno, de todas maneras, va a ir a la cárcel. Usa bencedrina de ésa. Peor que la droga. ¿Están casados por la ley?

—Derecho común.

—Te he preguntado si estás casado con tu mujer legalmente.

—No.

—¿Has estudiado psiquiatría?

—¿Qué?

—Pregunto si has estudiado psiquiatría.

Había leído una carta de un amigo mío psiquiatra. En realidad se había llevado todas las cartas viejas que encontró por casa cuando estuvieron registrando.

—No, no he estudiado psiquiatría. Es una afición, nada más.

—Tienes unas aficiones muy raras.

—Tienes unas aficiones muy raras

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Heterosexual¹ /Chanho.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora