Pacemaker

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Yo no estaba por allí cuando sucedió porque no me caía bien aquel tipo y además en aquellos momentos yo no estaba con caballo

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Yo no estaba por allí cuando sucedió porque no me caía bien aquel tipo y además en aquellos momentos yo no estaba con caballo. Y el abogado de los dos tíos que cayeron en la trampa descubrió que el tío era un agente federal de la de estupefacientes. Un agente, no un soplón. Consiguió hasta su nombre.

Y Cash me contó algunos casos en que dos tíos se pegan un pinchazo juntos y entonces uno va y saca la placa.

—¿Cómo se puede salir de eso? —dijo Cash—. Esos tipos están también en el rollo, son personas como tú y como yo, solo hay una pequeña diferencia: trabajan para el Tío Sam.

Ahora que la brigada de estupefacientes se ha propuesto encarcelar hasta el último adicto de los
Estados Unidos, necesitan más agentes para hacer el trabajo. Y no solo más agentes, sino agentes de una clase muy distinta. Igual que durante la prohibición, cuando los mendigos y vagabundos inundaban el departamento correspondiente, en la actualidad los adictos-agentes se enrolan en la brigada para tener droga gratis e inmunidad. La adición no se puede fingir. Un adicto conoce a otro adicto. Los adictos-agentes se las arreglan para ocultar su adicción o, quizá, son tolerados porque resultan eficaces. Un agente que tiene que buscar un contacto o ponerse enfermo pondrá especial celo en su trabajo.

Cash, el trompetista, cumplió seis meses por la ley de vagos y adictos. Era un joven alto y delgado con una perilla deshilachada y gafas oscuras. Llevaba zapatos con gruesas suelas de crepé, camisas carísimas de pelo de camello y una chaqueta de cuero que se abrochaba delante con un cinturón.

Se notaba que llevaba por lo menos cien dólares encima de camisería. El dinero era de su mujer y Cash se lo gastaba. Cuando lo encontré ya le quedaba muy poco. Me dijo:—Las mujeres vienen a mí. Yo no me preocupo de ellas. Lo único que me gusta de verdad es tocar la trompeta.

Cash era un verdadero gorrón para la droga. Resultaba difícil decirle que no. Me prestaba pequeñas cantidades de dinero, pero siempre menos de la droga que gastaba y luego decía que me había dado tanto dinero que ya no le quedaba nada para comprarse pastillas de codeína. Me contó que estaba dejando la droga. De la que llegó a México, le di medio grano de M y se quedó dando cabezadas. Supongo que el material que venden ahora en los Estados Unidos está rebajado completamente, es como papel.

Después de aquello se dejaba caer por allí todos los días y me pedía "medio fije." O si no se lo gorroneaba al viejo Ike, que era incapaz de negarle algo a un yonqui enfermo. Le dije a Iván que
lo echara, y le expliqué a Cash que yo no me dedicaba al negocio. Siempre tenía un poco a mano para alguna emergencia, un amigo que llegaba de viaje enfermo o así, y que el viejo Iván tampoco estaba realmente metido en el negocio. Desde luego no estaba en el negocio para no hacer negocio.

En resumen, que no éramos la sociedad de beneficencia para yonquis. A partir de entonces no volví a ver a Cash muy a menudo.

 A partir de entonces no volví a ver a Cash muy a menudo

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Heterosexual¹ /Chanho.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora