잘 하 고 있어 Grow Up

41 11 0
                                    

El Maricón era un ratero brillante

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El Maricón era un ratero brillante.

Se dedicaba a desvalijar borrachos y sus marcas eran realmente increíbles.

Dentro de la jerarquía de los carteristas ocupaba el lugar más alto.

Era el hombre que llega siempre el primero a su presa, nunca el que aparece cuando el borracho ya ha quedado tirado, con los forros de los bolsillos al aire.

Siempre parecía guiado por un radar
especial.

Solo quería dinero, anillos y relojes.

Después de él, venían los que robaban el borracho el sombrero, los zapatos y el cinturón.

Finalmente, llegaban los más miserables, que se llevaban el abrigo o la chaqueta.

El Maricón siempre se las arreglaba bien.

En una ocasión robó mil dólares en la estación de la calle 103.

Por lo general, sus golpes eran de unos cientos.

Si el tipo al que robaba se daba cuenta,
fingía que sus intenciones eran sexuales.

Su mote se debía a esto.

Siempre iba bien vestido, por lo general con una chaqueta de twed y unos pantalones de franela.

Unas maneras pretendidamente europeas y un ligero acento escandinavo completaban su aspecto.

Imposible tener menos pinta de ratero.

Trabajaba siempre solo.

Tenía buena suerte y evitaba la compañía en su trabajo.

El contacto con la gente suele traer mala suerte para los que la tienen buena.

Los yonquis son envidiosos y la gente que pululaba por la calle 103 envidiaba al Maricón.

Pero todos tenían que admitir que era alguien legal y dispuesto a echar una mano.

Las cápsulas de heroína cuestan tres dólares cada una y se necesitan tres al día para ir tirando.

Me encontraba sin dinero, así que empecé a robar carteras en el metro, acompañado por SeungMin, íbamos en el vagón hasta que uno de nosotros descubría a alguien dormido en un banco del andén.

Bajábamos.

Yo me ponía delante de él con un periódico abierto y cubría a SeungMin mientras rebuscaba en los bolsillos del tipo.

SeungMin solía darme instrucciones entre dientes -"un poco hacia la izquierda", "más atrás", "ahí", "no te muevas"-.

Muchas veces llegábamos tarde y el
borracho estaba ya con los bolsillos vueltos del revés.

También solíamos robar en los propios vagones.

Yo me sentaba junto al tipo con mi periódico y SeungMin le limpiaba los bolsillos por detrás de mí. Si se despertaba me veía con ambas manos en el diario.

Sacábamos una media de diez dólares por noche.

Una noche normal se desarrollaba más o menos así.

Empezábamos a trabajar hacia las once. Un día en la estación de la calle 149 localicé a un tipo.

La estación de la calle 149 tiene varios
niveles y resulta peligrosa para los carteristas porque hay muchos sitios donde puede esconderse un policía y resulta imposible cubrir todos los ángulos.

En el nivel inferior, la única salida posible es el ascensor.

Nos acercamos al tipo haciendo la pared como si no lo viéramos.

Era de media edad, se apoyaba contra la pared y respiraba pesadamente.

SeungMin se sentó a su lado y yo me paré delante de ellos con un periódico abierto. SeungMin dijo:

—Un poco hacia la derecha. Espera un poco. Ahí. Bien.

De pronto, la pesada respiración se detuvo.

Recordé una escena de una película donde la respiración se detenía durante una operación.

Pude sentir la tensa inmovilidad de SeungMin ante mí.

El borracho masculló algo y cambió de postura.

Lentamente la respiración se reanudó.

SeungMin se levantó.

Hizo un gesto afirmativo y caminó rápidamente hacia el otro extremo de la plataforma.

Tenía un puñado de billetes y contó hasta ocho dólares. Me dio cuatro diciendo:

—Es lo que tenía en el bolsillo del pantalón. No pude dar con la cartera. Por un minuto pensé que iba a echarse sobre nosotros.

Empezamos otra vez, más abajo.

En la estación de la calle 116 localizamos a otro borracho, pero el tipo se levantó y salió a la calle antes de que consiguiéramos acercarnos a él.

Un tipo andrajoso con una boca enorme se acercó a SeungMin y comenzó a hablar. Era otro carterista.

—El Maricón triunfa una vez más —dijo—. Dos billetes y un reloj de pulsera en la calle. —SeungMin murmuró algo y miró su periódico. El tipo siguió hablando en voz baja.— Hace poco uno se me volvió y dijo: "¿Qué haces con la mano en mi bolsillo?"

—¡Por el amor de Dios, no digas esas cosas! —dijo SeungMin alejándose de él—. ¡Hijo de puta!

—No hay carteristas de verdad, solo el Maricón y el Sabueso. Todos envidian al Maricón porque da buenos golpes.
Si el tipo se da cuenta, hace como si le estuviera acariciando la pierna. Esas mierdas de la calle 103 se meten con él porque es bueno, pero no es más maricón que yo —Seungmin hizo una pausa—. No tanto como yo, por cierto.

Seguimos hasta el final de la línea de Brooklyn sin localizar a nadie más.

En el viaje de vuelta había un borracho dormido en uno de los coches.

Me senté a su lado y abrí el periódico. Sentí el brazo de SeungMin por detrás de la espalda.

El borracho se despertó y me miró inquieto. Pero mis dos manos eran perfectamente visibles sobre el periódico. SeungMin fingió leer el periódico conmigo. El borracho volvió a dormirse.

—Será mejor que nos larguemos —dijo SeungMin—. Salgamos un rato a la calle. No compensa estar demasiado tiempo.

Tomamos un café en un bar de la calle 34 y nos repartimos el dinero recién adquirido. Eran tres dólares.

—Cuando uno se trabaja a un tipo en el vagón —me explicaba SeungMin—, es preciso seguir el ritmo del balanceo. Antes fui demasiado de prisa. Por eso se despertó el tipo. Sintió algo raro, aunque no supo determinar de qué se trataba.

 Sintió algo raro, aunque no supo determinar de qué se trataba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Heterosexual¹ /Chanho.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora