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Sí, ahora cogen y dicen que no tienen nada que ver con Sol

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Sí, ahora cogen y dicen que no tienen nada que ver con Sol. Es un drogado, dicen.

No creo que esperaran que nadie se tragara que querían dejar la droga. Solo se trataba de un modo de decir que estaban aquí y que las razones por las que estaban no le importaban a nadie.

Otro recién llegado fue Green, un judío cojo de nariz muy larga. Sus ojos eran azul pálido, parecían los de un pájaro. Incluso sin droga irradiaba una fiera vitalidad.

En su primera noche en la sala se encontró tan mal que hasta acudió un médico para atenderlo y tuvo que darle medio grano de morfina extra. A los pocos días ya estaba saltando por la sala, hablando y jugando a las cartas.

Green era un traficante conocido de Brooklyn, uno de los pocos traficantes independientes.

La mayor parte de los traficantes tienen que trabajar para el sindicato o dejar de hacerlo, pero Green tenía tantos contactos que podía seguir en el negocio por su cuenta. Estaba en libertad bajo fianza, pero esperaba salir libre basándose en que lo habían detenido de modo ilegal.

—El agente me despertó en plena noche y empezó a pegarme en la cabeza con su pistola. Quería que le dijera quién era mi contacto. Le dije: "Tengo cincuenta y cuatro años y nunca he vendido a nadie. Antes de hacerlo, prefiero morirme."

Hablando de una vez que lo detuvieron en Atlanta y tuvo que quitarse el mono a pavo frío, contaba:

—Durante catorce días me golpeaba la cabeza contra la pared y la sangre me salía por ojos y nariz. Cuando llegó el guardia le escupí en la cara. —Contado por él, este tipo de relatos tenía cierta calidad épica.

Benny era otro tipo de Nueva York. Ya había estado en Lexington otras once veces y en esta ocasión su estancia se debía a que le habían aplicado la siguiente ley de Kentucky:

"Cualquier persona que use narcóticos puede ser condenada a un año de cárcel, con la alternativa de seguir una cura en Lexington."

Era alguien pequeño, bajo y gordo, de cara redonda. Jamás hubiera sospechado de que él fuera yonqui. Tenía una voz bastante agradable y cantaba con fuerza; su mejor número era Lluvias de abril.

Un día Benny entró en la sala de reunión muy excitado.

—Moishe acaba de registrarse —dijo—. Es un mendigo y un maricón. Una auténtica desgracia para la raza.

—Pero, Benny —dijo alguien—, tiene mujer e hijos.

—No importa, aunque tenga diez hijos —dijo Benny—, sigue siendo un gran maricón.

Moishe apareció una hora después.

Obviamente, era afeminado.

Tenía unos sesenta años, la piel rosa y el pelo blanco.

JungKook siempre andaba por la sala, hablando con todo el mundo, haciendo preguntas directas, describiendo sus síntomas de carencia con todo detalle.

Nunca se quejaba.

Creo que era incapaz de sentir autocompasión.

Bob le preguntó por qué lo habían atrapado y Kook replicó:

—Solo soy un ladrón estúpido.

Contó una historia sobre un borracho dormido en el banco de un andén del metro.

—Sabía que tenía un montón de pasta en el bolsillo, pero cada vez que llegaba a tres metros de él, se despertaba y me decía: "¿Qué quiere usted?"

Era fácil imaginar cómo podían despertar a cualquiera las emanaciones de Kook.

—Entonces me largué y encontré a un tipo al que conocía. —Se sentó junto al borracho y a los veinte segundos lo había dejado limpio. Cortó el bolsillo con una navaja.

—¿Por qué no lo empujaste contra la pared y le quitaste el dinero? —dijo Bob con su habitual tono amable.

Kook tenía un aguante ilimitado y no parecía en absoluto un drogadicto. Si en una botica se negaban a venderle una aguja, era capaz de decir:

—¿Por qué no quieren vendérmela? ¿Es que parezco un drogadicto?

La cura en Lexington no está destinada a que los adictos se sientan cómodos. Empieza con un cuarto de grano de M tres veces al día y dura ocho días, la preparación usada ahora es una morfina sintética llamada dolofina.

A los ocho días se recibe un pinchazo de despedida y te mandan a otra zona donde te dan barbitúricos durante tres noches, y eso es el final de la medicación.

Para un hombre con un hábito muy fuerte, es un sistema demasiado rudo.

Yo tuve suerte de haber llegado en carencia, porque de ese modo la cantidad que me dieron me resultó suficiente.

Cuanto más tiempo se lleve sin droga, menor cantidad se necesita para fijarse.

Cuando me llegó el momento de recibir el último fije, fui enviado a la Sala B, que llamaban "el barrio chino".

No tenía nada que oponer a las comodidades del lugar, pero los internos eran bastante desagradables.

En mi sección había un grupo de viejos vagabundos con la saliva saliéndoles por la boca.

Una vez que la medicación cesa, uno puede permanecer sin hacer nada durante siete días.

Después es preciso elegir un trabajo.

Lexington tiene una granja y una vaquería.

Hay una planta conservadora para enlatar la fruta y los vegetales cultivados en la granja. Los internos llevan un laboratorio dental donde hacen dientes postizos.

También hay un servicio de reparación de radios y una biblioteca.

También hay un servicio de reparación de radios y una biblioteca

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Heterosexual¹ /Chanho.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora