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Habían pequeños momentos que sus ojitos me recordaban unos que ya no podía ver, unos que ya no brillaban y que habían dejado atrás a unos llenos de lágrimas con su recuerdo.

Sus ojitos me hablaban de una nueva primavera sin tristezas, de una pureza e inocencia que quería cuidar por sobre todas las cosas.

Sus ojitos brillantes y risueños me hacían olvidar las heridas abiertas de mi alma, no importaba todo lo que había pasado, las noches de desprecio a mi persona, de largos lamentos.

Una pequeña primavera que me devolvió la vida, porque quería rendirme otra vez, a pasos de sucumbir a la oscuridad de mi alma una vez más, dos rayitas en un palo me hicieron respirar otra vez.

Éramos un par de ojos llenos de estrellas junto a unos apagados por los golpes de la vida, una primavera brillante, lista para alumbrar hasta el rincón más escondido de mi corazón y yo aún trataba de acostumbrarme a tanta luz.

Una o mil estaciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora