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Cuando era pequeña, mi mamá compró una vela para adornar la casa y cada que la prendía a mí me encantaba mirarla y olerla. Un día, ella la apagó y vi que al fondo había un liquido, con curiosidad lo toque y claramente me quemó levemente el dedo por lo que di un salto del susto y mi mamá me regañó y me dijo que no lo volviera a hacer. Pero a mí me gustó como la cera se pegó a mi piel y luego se despegó perfectamente y volví a hacerlo, cuando ella me descubrió, la escondió y nunca más la sacó.

Nunca entendí porque aunque me dolía y sabía que era malo, mi mente sólo me gritaba: ¡Mete el dedo!

El señor Styles me recordaba a esa vela que tanto me atraía, sabía que era mayor y que no era correcto que me gustara, pero era imposible contenerme. Cada que lo veía mi mente gritaba: ¡Lo quiero!

Desde lo sucedido en su cochera, no lo había vuelto a ver o a encontrarmelo. Se iba más temprano de lo habitual y llegaba más tarde. No había podido admirarlo de nuevo, y eso me desanimaba dado que quería volver a hablar con él.

Suspiré mientras estaba acostada en mi cama y miraba Instagram, era ya las dos de la madrugada, pero no tenía sueño. Daba me gusta al azar a fotos de mis amigos cuando entonces aburrida me paré y fui a mi escritorio para tomar mi laptop y ver algo, pero entonces lo vi, frente a mi cuarto podía ver que la luz de la habitación de la casa del señor Styles estaba prendida, y no sólo eso, la cortina se movió de golpe.

¿Acaso...?

Sonreí cuando la idea vino a mi mente.

Mis persianas estaban aún alzadas y sabía que podía verme y verse lo que hacía claramente.

¿Me estaba viendo?

Disimuladamente tomé la laptop y fui hasta mi cama, comencé a usarla, pero mire de reojo para ver si mis sospechas eran ciertas, y cuando vi que se movía de nuevo la tela oscura, sonreí ampliamente.

¡Estaba mirando hacia acá!

Sentí cómo algo en mí se encendía, la emoción, y sin pensarlo, me levanté y fui hasta mi closet para sacar una pijama. Me giré dejando ver mi cuerpo hacia la ventana y tomandome mi tiempo, quité mi blusa, después mis jeans, y cuando iba el brassier, fui hasta mi ventana y cerré las persianas.

Me reí cuando todo estaba cerrado imaginandome qué habría pensado o cómo abría reaccionado.

Me puse la pijama y con alegría, apagué la luz y me acosté.

Se había asomado.

oh my daddy!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora