Aceptar lo que sientes.

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Había pasado un tiempo desde que Fer puso un pie en algún parque.

No era un lugar que soliera frecuentar ni al que le apeteciera ir a pasear muy seguido. 

Para ser sincero habían sido contadas las veces que iba allí, al menos desde que su mamá se fue. Desde entonces Fer odiaba ese lugar. Ver a los niños jugando en los columpios, mientras sus padres esperaban por ellos a una distancia segura, hasta que estos se ponían de pie y llamaban a sus respectivos hijos. No sin antes comprarles algodón de azúcar o alguna tontería de esas para compensar el poco tiempo permitido y evitar un berrinche. 

Cielos, ver ese tipo de escenas solo le hacía revivir momentos que en serio no quería recordar.

Sus cejas se juntaron en una expresión fastidiada y comenzó a mover una de sus piernas ansiosamente contra la banca.

Era consciente de que él había aceptado ir allí con todas las condiciones, sin embargo ahora que realmente se encontraba sentado en una banqueta, esperando a que Carol volviera de comprar varios helados para su grupo de amigos y que, por supuesto, Jimmy se hubiera ofrecido a acompañarla —claro que sí— antes que él, dejándolo solo, celoso e irónicamente con un sentimiento de culpabilidad, la idea ya no le estaba gustando.

—Aghh —se quejó audiblemente, aunque ellos no pudieran escucharlo—, ¿Cuánto más van a tardar?

Los demás chicos del salón se habían organizado para divertirse con algunos juegos básicos. Fer no era bueno en eso así que solo se quedó sentado,  esperando por su amiga. A Fer le hubiera gustado tener aunque sea a Tony haciéndole compañía. No porque se sintiera solo, sino porque a este punto de aburrimiento su mente había empezado a recordar temas sensibles, como la conversación con Carol días antes. 

Su pierna comenzó a aletear incluso más rápido mientras hacía un esfuerzo mental por no pensar en eso, pero al final terminó cediendo.

"Debes hacer lo que sea correcto para ti." 

Eso era lo que Carol cuando hablaron. Muy bien; era una sugerencia razonable y lógica, el problema radicaba en que Fer hasta ese momento no estaba seguro de qué era lo correcto.

Emitió un suspiro cruzando las piernas sobre la banqueta. 

Si lo pensaba con detenimiento, la beca era una oportunidad maravillosa que traería buenas consecuencias en un futuro. No sería más una carga para su padre ahora que su abuelo había enfermado. Podría obtener un buen título en alguna prestigiosa universidad de Londres, y después de un tiempo sería un profesional reconocido y solicitado; una persona independiente. Alguien que no tendría que preocuparse nunca más por estar solo y que, si aún tenía su familia a su lado podría ser al fin un pilar para ellos en vez del chiquillo al que siempre habían tenido que cuidar. 

Fer repasó esa imagen en su mente; entonces la comparó con la alternativa que estos últimos días había invadido sus pensamientos tentadoramente. 

Quedarse.

Cada día que pasaba Fer intentaba convencerse de que él ya había tomado su decisión, y que en un lapso de tiempo más él estaría marchándose a otro país. Pero lamentablemente aún se encontraba en una encrucijada emocional que no le permitía sentirse feliz o siquiera satisfecho con esa elección.

En realidad, era como si ninguna elección realmente buena para él.

Pensar en quedarse le hacía sentir un poco relajado, pero solo eso; Fer podía quedarse, podría confesarle sus sentimientos a Carol e incluso aceptar los de ella. Sonaba bastante lindo y apetitoso para su corazón. Pero la paz de disipaba cuando imaginaba lo que vendría después. Pues él difícilmente podría cumplir con las expectativas de Carol; en otras palabras jamás podría darle el trato que seguramente ella esperaba del chico que le gusta. 

Carol, ¿Por qué me acosas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora